¿Diálogo o monólogo? – Leonardo Padrón

Por: Leonardo Padrón

Hay una severa impaciencia en cada uno de los venezolanos. Y se_OIy8-Y4_400x400 entiende. Es lógico. El país se encuentra en estado febril, con peligrosas convulsiones a cada tanto y síntomas de entrar en estado de coma si no se hace algo con urgencia de paramédico. Por eso el ojo con el que evaluamos cada evento político que ocurre es más crítico que reflexivo, más sentencioso que tolerante. Por eso a muchos les perturba cualquier posibilidad de diálogo. Prefieren el monólogo de sus convicciones. Y desde allí, disparan dardos de todo calibre, condenan, insultan, desechan. Sin duda, en un diálogo es importante el carácter de los involucrados. Pero si para sentarnos a resolver un conflicto vamos a exigir un interlocutor sin tacha, sin sonrisa aviesa o urdimbre de traidor, necesitaremos otro diálogo previo. Y así, ad infinitum. Para el bando opositor nunca va a ser confiable un personaje de la catadura moral de Jorge Rodríguez o del fundamentalismo ideológico de Elías Jaua. El bando chavista, por su parte – tomando como referencia los amables criterios de Nicolás Maduro- considera a Freddy Guevara un siniestro elemento de ultraderecha, golpista y conspirador por naturaleza. De Carlos Ocariz tampoco han recitado alabanzas. Todo lo contrario. En síntesis, aquí todo el mundo sospecha o recela del otro. Por eso es más meritorio que, con tal nivel de hostilidad y tensión, puedan sentarse a conversar las fuerzas contrarias.

Convertir en un tema de discusión nacional el que esas conversaciones debieron anunciársele al país es improcedente. Condenar que hayan sido privadas es absurdo. ¿Se trataba de agitar a la gradería o de intentar resolver el complejísimo momento político que vive el país? ¿Tenían que pedirle permiso a cada rostro del variopinto espectro de la opinión pública?

Hay que sopesar con más calma estos movimientos en el tablero de ajedrez. Un buen ejemplo es Colombia. El largo proceso de negociación de la paz entre las FARC y el Palacio de Nariño vino precedido por un itinerario de reuniones secretas. Tan intrincado como hermético. Se habla de al menos 65 sesiones de carácter estrictamente privado entre las partes para poder acordar una agenda de discusión. Es decir, para iniciar el diálogo público y conclusivo. El propio Uribe buscó negociar clandestinamente con las FARC siendo gobierno, pero la intención no prosperó. Y esta vez decidió ser el aguafiestas de la privacidad del proceso. Santos, entonces, tuvo que descorrer el telón y reconocer que se estaba dialogando secretamente con las FARC en Cuba y Noruega. Pero en todo este complejo proceso lo importante era el resultado: la paz de Colombia.

Si aquí se hubiera anunciado a los cuatro vientos esta tanda de encuentros entre la oposición y el gobierno, la efervescencia que es hoy la opinión pública venezolana hubiera revuelto de tal forma el caldo que no hubieran podido sentarse ni dos minutos frente a frente. Discreción y traición no son sinónimos. Simplemente riman. No hay un solo personaje de la oposición que tenga la suficiente autonomía de vuelo como para negociar por su cuenta el trance del revocatorio, su postergación o algún otro suicidio parecido. Creo que el comunicado de la MUD es tan tajante como preciso. Es sensato calmarnos. Los únicos que hacen fiesta con cualquier rebullicio de insultos y división en la orilla opositora son los cancerberos del régimen. Ellos quieren salvar su pellejo. Así asumen el poder. Como la preservación de sus riquezas y libertad. Quizás les asuste la revancha del país contra la ignominia causada por sus desafueros que rayan en lo criminal. Quizás todo lo juzgan desde su condición. No perdamos el control. Estamos en el momento terminal del chavismo en el poder. Seamos sensatos. Calmemos las estridencias. ¿O es que no nos atrevemos a creer en otra cosa que no sea el monólogo de nuestros argumentos? ¿Qué tal si apostamos por la sabiduría de apostar por el diálogo como solución final a este colapso que hoy es Venezuela?

Ojo: Diálogo y Revocatorio 2016 sí son sinónimos, aunque no rimen.

Leonardo Padrón

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