Hoy es un día de movilizaciones, un día de ejercicio de la protesta ciudadana. Hoy puede ser uno de esos días que marcan un antes y un después. Hoy los venezolanos salen a las calles a reclamar lo que es su derecho, a demandar con gritos y consignas una disposición constitucional que, por inobservancia de los poderes fácticos que gobiernan, tratan de convertir en una acción subversiva o en un delito.
En un contexto normal, el referéndum revocatorio debió ser un trámite, una consulta ciudadana institucionalmente encauzada y no, como lo han convertido, un evento extracotidiano, lleno de incertidumbres y no pocos temores.
Los poderes han traducido en modo de cárcel y persecución lo que debió haber sido una convocatoria electoral de mitad de período, han transformado en un acto criminal una prerrogativa constitucional. El gobierno ha hecho del día de hoy, un día que en democracia no debió ser necesario.
El poder fáctico, alejado cada vez más de la institucionalidad que ellos mismos propusieron, no solo toma distancia y desconoce la técnica procedimental de sucesión en el poder que establecieron, sino que arremete con fiereza y cinismo contra el intento ciudadano de ejercer ese derecho. Se suponen la patria, se creen la nación. Bajo la tradición más totalitaria, se disfrazan de eso, de totalidad, sin admitir las partes o el disenso. Por eso es patético su altisonante discurso patriotero, son simples dictadorzuelos gritando en la soledad.
Convertidos en minoría, quieren desconocer a todos los que alguna vez los apoyaron o a quienes los adversaron desde el primer día. Tratan de disfrazar con mentiras el sentimiento de la voluntad popular. La regla de oro, el mandato de la mayoría, esa que convirtieron en tiranía cuando gozaban de las mieles de la popularidad, hoy es desconocida gracias al leguleyismo de unos funcionarios, la doblez de unos dirigentes y el apoyo de unos cuantos sables, que no importa qué tanto se batan contra el suelo, siempre sonarán cobardes ante la decisión de todo un pueblo que nos lo quiere más en el gobierno.
Bajo la lógica de la supervivencia diaria, del mantenimiento temeroso en el poder, los herederos del régimen anterior pretenden asemejar el hoy a los aciagos días del año 2002. No solo yerran en el antes, sino también en el después. El día de hoy nada tiene que ver con la conjura de ese año, ni el saldo será la reedición de su inexistente épica. Hoy simplemente desconocen derechos y voluntades, reprimen e incriminan. No son las víctimas de ningún complot, son los victimarios del pueblo que padece sus pésimas políticas y el peor de sus atropellos. No importa cómo amanezca el 2 de septiembre, no tienen la menor posibilidad de recuperar al pueblo, no importa lo que hagan, cuánto manipulen, cuánto tiempo traten de ganar. Cada día que traten de atornillarse en el poder será otro para seguir bregando el derecho de botarlos con los votos.
Lo que hoy veremos en las calles de Caracas será la pugna por la cristalización de un derecho, frente a un régimen deshilachado y vetusto que se aferra como viejo adicto al poder y sus desafueros.
Por el bien de todos, incluso por el de aquellos que se resisten a la ley y a la voluntad popular, esperemos que la jornada termine como lo pretenden sus organizadores. Como un día para dejar en claro que solo por medio del cambio institucional que están impidiendo es que encontraremos salida a la peor crisis económica y social.
Ha sido por eso, por ese cambio, que hoy toda Venezuela salió a protestar.