Uno sabe. Lo presiente. Lo siente. Es como la humedad. O el frío. Los huesos avisan de su presencia. O el calor. Que tapiza el cuerpo de sudor.
Uno sabe cuando llegó el después. Lo presiente. Lo siente. No sabe cuánto tardará en instalarse. El después camina por intrincadas trochas. Enfrenta todo tipo de dificultades. Esquiva trampas. Entre las ramas del monte hay bombas sembradas. Peligrosas. De esas llenas de clavos y tornillos. Detectarlas es difícil.
En los calabozos, los presos políticos ven añejarse la angustia. Hay días de desaliento, un fantasma con cara de desesperanza se les instaló como compañera de celda. Hay días malos y hay días peores. Pero también les visita una brisa que se cuela por rendijas indetectables en las requisas. Es el después que les da aviso, les dice que está en camino.
Hay palabras que han sido manchadas: diálogo, salida, negociación, acuerdos. Luego de tantos años de farsa y mentiras, es lógica la desconfianza y el descrédito. La mancha no sale ni con horas de remojo. Se metió en la fibra misma. Que los semiólogos de uno y otro bando se fajen a dar explicaciones. Nada de lo que digan limpia el daño hecho al vocabulario de la convivencia civilizada. La verdad es la gran víctima de toda esta patético historia de aplastamiento.
Hay “palabreo” en proceso. Para abrir puertas a la sensatez que se nos fugó. Para que las cañerías sean destapadas y puedan salir los desechos que contaminan todo.
Los presos políticos están tras las rejas. Pero no solo ellos lo están. Todos somos prisioneros de esta infamia. Los mediadores lo saben. No sé si les importa. Pero están metidos en el “palabreo”. Son, por ende, responsables de lo que ya pasa y de lo que pueda pasar. Responsables de lo que hagan o dejen de hacer. Responsables del despeje o de las trabas.
El hambre tiene la mala costumbre de repetirse. Lo que se da en unas bolsitas no alcanza ni para dos días. Miles cruzan la frontera hacia la hermana república. En el juego de tronos, la ronda la gana el presidente de allá. No tuvo que hacer mayor esfuerzo. Bastó un gesto humanitario, con el que, además le marcó la pauta a Samper. Que el expresidente agarre línea, o se salga del juego.
Ofendidas, las “reptoras” se quejan de vilipendio. La gente, con hambre de democracia, se pregunta qué es más grave: que el pueblo se mofe de un funcionario o que el funcionario se burle del pueblo.
Termina la temporada escolar y comienzan las vacaciones. Pero el “palabreo” no tiene días libres. Y hay “innegociables” e “irrenunciables”.
Uno sabe cuándo comienza el después. Lo presiente, lo siente. Y también presiente y siente cuándo se acabó el después.
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