Por: Asdrúbal Aguiar
Por dos veces, en menos de dos meses, los ex presidentes iberoamericanos y un ex primer ministro de Canadá, han hecho resonar sus voces en Panamá y ahora en Caracas. Ponen de manifiesto la grave alteración que sufre la democracia en Venezuela y las ominosas secuelas que ya deja en lo económico y social, afectando a todas las capas de su pueblo sin diferenciaciones sociales ni políticas.
Gobernantes que han sido militantes de variadas tendencias ideológicas, de izquierdas y de derechas, estos expresidentes de la dignidad, qué duda cabe, todos a uno reaccionan en nombre de una opinión pública internacional y democrática indignada; incluso pidiendo perdón por la indiferencia con que los gobiernos de sus países y los organismos multilaterales presencian, a costa de la democracia, el desmantelamiento de las libertades de los venezolanos.
Cabe decir, en efecto, que los 33 firmantes de la Declaración de Panamá, adoptada en paralelo a la celebración de la VII Cumbre de las Américas y promovida por la Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), y los 27 de la Declaración de Caracas, entregada por los ex presidentes Andrés Pastrana y Jorge Quiroga a las puertas de la prisión militar de Ramo Verde, en sus ejercicios conjuraron la tentación del autoritarismo bajo amenaza. Hicieron buena la vapuleada regla de la alternabilidad de los gobiernos. Dicho coloquialmente y a la venezolana, se trata de ex gobernantes que no son “enchufados” como los hermanos Castro, Chávez, Correa, Maduro, Morales, los hermanos Ortega, o los esposos Kirchner. Se trata de líderes graduados de demócratas, probados, quienes optan por ser la voz de la conciencia y la moral democráticas en un momento de crisis de la democracia, acaso dentro de la democracia, o como lo creo, de instalación en el peligroso territorio de la “posdemocracia”.
Son conscientes ellos, como alguna vez lo apunta el mandatario chileno Eduardo Frei Ruiz-Tagle, que “nadie va a defender una democracia sin metas y cortoplacista, que promete un paraíso de bienestar y progreso que nunca llega”. Pero también apuntan a lo veraz, a la experiencia de regímenes que como el de Hugo Chávez o el binomio que lo sucede, Maduro y el teniente Diosdado Cabello, muestran a cabalidad que jamás se alcanza un desarrollo económico y social real y sostenible al margen de la moral democrática, que exige de medios legítimos para fines legítimos y viceversa.
La prostitución de las virtudes democráticas deja un saldo triste para los venezolanos: Sus autoridades son investigadas por presunta colusión con la criminalidad internacional y el narcotráfico; la muerte violenta – 23.000 cada año – se enseñorea sobre la población; la corrupción y el utilitarismo político hacen de las suyas, en todos los frentes; y la hambruna y falta de medicinas camina a paso de vencedores, en un país sin divisas, que dilapidó su riqueza petrolera.
Pero se trata de un mal endémico, es decir, del intento por recrear regímenes totalitarios como los del siglo XX oculto tras el instrumental de las comunicaciones instantáneas del siglo XXI. Los gobernantes mudan en traficantes de ilusiones, son animadores de televisión y twitteros de oficio; y nuestras sociedades se vuelven rompecabezas, telas deshilachadas, y los “viejos” ciudadanos, ensimismados y acríticos, apenas se encorvan sobre el teclado de los ordenadores de la Era digital para hacer vida política.
La lección de Panamá es precisa e interpela: “La única posibilidad de restablecimiento de la democracia y de una efectiva garantía de los derechos políticos, económicos y sociales, pasa por el rescate del principio y sistema de separación de poderes, mediante la designación de sus titulares respetando las garantías democráticas representativa y participativa establecidas en la Constitución, de manera de asegurar su independencia y autonomía, comenzando por el Poder Electoral y a fin de que puedan asegurarse con imparcialidad, el desarrollo de elecciones libres y justas” .
Las demandas de Caracas a Maduro se refieren a lo elemental y reclaman de él, para que su cara ante la historia y en medio del tremedal que lo cerca: (1) La revocatoria de las medidas de persecución judicial contra la prensa independiente; (2) la libertad de los presos políticos como el respeto de sus dignidades humanas; (3) la realización de elecciones justas y transparentes, en fecha precisa, bajo un poder electoral imparcial y una observación internacional calificada, oportuna, e independiente; y (4) la disposición de las medidas económicas que permitan la cesación inmediata de las humillantes medidas de racionamiento y de control político a que está sometida la población para acceder a los alimentos y medicinas básicas.
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