¡Hasta cuándo escuelas! – Carlos Raúl Hernández

Por: Carlos Raúl Hernández

Varios mermados mentales, teóricos de izquierda, proponíanzXO18bsG_400x400 liquidar el aparato educativo, y la revolución parece que va a lograrlo. Las escuelas básicas están convertidas en centros de violencia, suciedad, sede del tráfico de las bandas, sin servicios, pupitres ni pizarrones, con los maestros peor pagados del mundo, y ahora proceden a destruir ya no el edificio sino la Escuela como institución. En vez de hacer algo útil algún día en la vida, un plan para reconstruirlas y pintarlas por lo menos, ahora vienen a convertirlas en bagaceiras ideológicas. Regresa la manía del cambio curricular y un seudoproyecto  para que terminen de no servir para nada, como el Ince. El tsunami de estos 17 años arrasó la educación, como todo lo demás, desde la escuela básica hasta el cuarto nivel y las universidades venezolanas no están siquiera entre las 15 primeras de Latinoamérica, una desventura que pone en cuestión el presente y el futuro.
Parte de los egresados de tercer nivel no poseen conocimientos, ni siquiera un uso satisfactorio del lenguaje hablado o escrito, en desmedro de su inserción en el empleo, y la de Venezuela en el mundo global. La revolución hizo que las licenciaturas de hoy en varias especialidades, retrocedieran al nivel académico de un título de bachiller décadas atrás. Arruinaron la calidad de las tradicionales y crearon unas universidades piratas para dar oficio a militantes, muchos subcapacitados. Después de formar las clases medias más amplias y consistentes del mundo, porque desde 1958 se democratizó la educación, hoy no existen de acuerdo a la tabla de ingresos: un profesor gana la cuarta parte que un obrero de cualquier país vecino y no pueden actualizar sus conocimientos porque un libro cuesta más que su ingreso de un mes o dos.

El macroexamen de admisión
A los estudiantes ya no les alcanzan sus precarios ingresos ni siquiera para sacar fotocopias de textos. En vez de tomar los ejemplos útiles, el socialismo anacrónico insiste en copiar lo peor en todo, los derrelictos. Los chinos desde que salieron del maoísmo se convirtieron en ejemplo para los países emergentes en varias cosas (y en otras no). Hoy hacen un esfuerzo titánico, como en muchas actividades, para colocarse en la punta del desarrollo mundial y han atendido especialmente  la formación de la gente. Algunos expertos critican la dureza de la jornada infantil, pero otros argumentan que inculcar disciplina y saber a esas edades es esencial para la formación de la personalidad. El preescolar chino comienza a los dos años de edad con clases de música y matemáticas, para desarrollar ambos hemisferios cerebrales, el de la creatividad ligado al arte y el de la racionalidad.
Luego van a la escuela básica en instalaciones óptimas, pulcras, cómodas y con acceso a las más altas tecnologías. Las actividades del estudiante comienzan a las 8 am y terminan a las 6 pm en la escuela –alimentación y educación física incluidas– y en casa, luego de la cena, siguen hasta las 9 pm para hacer las tareas. El ingreso a la universidad es un objetivo difícil en el que se compromete toda la familia,–como llegar a las olimpíadas– porque la enorme demanda de cupo obliga al joven a enfrentar un duro reto y vivir para eso ya que de otra forma no es posible clasificar. Para lograrlo deben superar un examen de admisión el Gao Kao (“prueba gigante”) que solo aprobará 50% de los aspirantes: avanzados exámenes de inglés, chino mandarín (no lenguas indígenas) y matemáticas. Un conocimiento que permite a los estudiantes chinos tener éxito en cualquier universidad global.

Educación y platanitos
Mientras se educaban con el Libro rojo de Mao, eran el país más miserable. Estos ojerosos y náufragos diseñadores de curriculum en Venezuela no quieren que los muchachos aprendan el esperanto global, el inglés, pero si algunas lenguas zombies que solo  tienen utilidad para antropólogos. Ya los muchachos no estudiarán física, química, biología ni matemáticas sino una materia general de ciencias. Mucha tontería socialista, falsificaciones de la Historia, culto a los héroes verdaderos y falsos, en una educación mala incluso en el siglo XIX. Los gobiernos serios en países normales confían  los diseños curriculares a grupos de sabios, con amplia cultura y experiencia del oficio educativo, la actividad intelectual, e impresionantes curricula. En Alemania, por ejemplo, existe el Consejo de Educación, formado por reconocidas eminencias.
Este exabrupto del gobierno venezolano, presentado con alevosía y nocturnidad, elaborado sin consulta por una burocracia extraña a la responsabilidad y los conocimientos para emprender una tarea de tal magnitud, involucra nada menos que la formación de las nuevas generaciones. Hay derecho a sospechar que rellenaron esas cuartillas de gamelote envenenado para justificar sus cargos y simular que algo están haciendo. Y en este caso, como en los intentos anteriores, la sociedad está obligada a hacer notar y denunciar las distorsiones intelectuales y éticas del proyecto. Nadie debería aceptar algo cuyo resultado será anular otras generaciones de venezolanos que seguirán obligados como hoy a vivir de las cada vez más escasas limosnas  del gobierno o a vender platanitos en el tráfico urbano. Remachará los grillos de nuestra gente y le impedirá salir de la fatalidad por bastante tiempo.

 

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