Desde el absoluto vacío, desde el silencio total, desde la tabla rasa de la desmemoria, sólo la Creación pudo sustraer algo para constituir el universo y ya ve usted lo mal diseñado que resultó el invento; cuántos pequeños desperfectos aparecen aquí y allá para hacernos la vida más difícil a quienes sufrimos la condición heideggeriana de seres arrojados al mundo.
La Biblia es el recuento histórico escrito, en formato digital 3D y con sonido Dolby incorporado, más fabuloso que hay y sin cuyo concurso la cultura universal sería chata y desabrida. ¿Qué sería del pueblo judío y de sus primos cristianos sin ese maravilloso recuento histórico que son las Sagradas Escrituras? (Perdón, pero soplan vientos de cuaresma)
Los cimientos del socialismo del siglo XXI se compactaron con los deshechos que fabricó el líder galáctico cuando la emprendió a mandarria limpia en contra del pasado democrático venezolano, en contra de sus símbolos republicanos, en contra de sus líderes y las instituciones que ayudaron a forjar.
El pasado inmediato a la “V República” era vil, despreciable, y por tanto había que hacerlo desaparecer de las calles, de las autopistas, de los edificios públicos, de los colegios, en fin, de la memoria violada de Venezuela. Para que la Historia comenzara con él, los venezolanos tenían que olvidar todo lo que habían sido –hasta hacía nada– sin él.
Tras más de 16 años en el poder sus herederos insisten en denostar de lo que despectiva e impropiamente llaman “la IV”, para seguir imponiendo su versión histórica según la cual todo pasado fue peor. Pero a medida que el presente asombra al mundo por la miseria y la postración que han creado, el pasado regresa a perturbarlos, a incordiar la fábula que ya ni sus adeptos pueden creer.
El cultivo de la desmemoria ha dado sus frutos. En la oposición democrática, ni los jóvenes dirigentes que se inician en la faena de recuperar la democracia, ni los adultos que acumulan años en el empeño, han querido sacar a relucir el país que fuimos por miedo a ser señalados como emisarios de la “IV”. (El documental de Carlos Oteyza, Cap 2 intentos, ha sorprendido por su excelente calidad y por el “atrevimiento” de rescatar a quien fuera enemigo y víctima de la antipolítica en todas sus variantes).
Se equivocan quienes quieren construir alternativas fundadas en una bruma imprecisa, en un pasado borroso al cual echan la culpa, además, del presente horroroso que se vive. Tienen razón quienes señalan las insuficiencias y vicios del pasado y aun cuando parezcan veniales, comparados con los actuales, no deben ser justificados. Pero, el asesinato de lo que era una democracia en movimiento, tampoco puede ser justificado.
Ahora que el Caracazo sirve de excusa a la antipolítica variopinta para tratar de atenuar sus resbalones antidemocráticos, quizás sirva de antídoto rescatar en la memoria el país que tuvimos. Recordar la división de poderes, la alternabilidad en el gobierno que animó a la izquierda montaraz a intentar la vía electoral. La descentralización y la Reforma del Estado. La libertad sindical y el derecho de asociación que protegía a trabajadores y empleadores. Los centros de estudiantes combativos y democráticos.
La cultura desbordaba el Teatro Teresa Carreño y rebotaba entre las Nubes Flotantes de Alexander Calder en el Aula Magna de la UCV, el Hospital Universitario era un ejemplo regional, las universidades públicas y privadas competían entre sí, los puestos de periódicos, regentados por gente del sur, se abrían de par en par sobrecargados de revistas y novedades de otros países. Sí, es cierto, también la pobreza se asentaba en los cerros, y la corrupción estallaba en los periódicos que eran libres de publicarlo para atacarla. En fin, la lista es larga, dese el gusto de añadir usted lo que le salte en el recuerdo.
Sí, alguna vez fuimos felices y muchos lo sabíamos. Lo que no supimos fue protegerlo.