Si le dan cuerda al chavismo, de repente le pide al Vaticanoincorporar otro “eje temático” para definir el sexo de los ángeles. La mesa de negociación solo debe responder una pregunta: ¿cuándo son las próximas elecciones?
Aquí solo hay un punto que negociar: el famoso “cronograma electoral”. El resto es una pérdida de tiempo. Para la oposición y el país, se entiende. Si se parte de la premisa –defendida por la Unidad- de que la solución a la crisis pasa obligatoriamente por las urnas electorales, pues mientras más se dilate la convocatoria a esa consulta, peor estarán las condiciones de vida de los venezolanos. El proceso de diálogo arrancó con cuatro “ejes temáticos” que incluyen conceptos como “paz”, “verdad”, “justicia” y “reconciliación”. Filosofía. Sin embargo, el más peligroso de todos es uno que llamaron “económico-social”. De seguro no arrojará ninguna solución a los problemas en ese ámbito, pero multiplicará la confusión, que en medio de esta escasez es lo que abunda.
Para que la oposición pueda “negociar” algún asunto económico con el Gobierno, se requiere previamente de una decisión política: reconocer y respetar la nueva mayoría de la Asamblea Nacional. Sencillo. El Parlamento es el espacio natural de ese pretendido “diálogo económico”. La Cámara debe evaluar el Presupuesto de la Nación, los créditos adicionales, las solicitudes de endeudamiento y las leyes que regulan la actividad económica. Antes que abrir un intercambio con la Unidad, el presidente Nicolás Maduro prefirió cerrar el Poder Legislativo apoyándose en su Tribunal Supremo de Justicia. Resultado: más inflación, más desabastecimiento, más pobreza. Si el chavismo mantiene bloqueada a la AN e insiste en aplicar un decreto de emergencia, ¿qué se puede “negociar” en materia “económico-social”?
Y luego surge otra interrogante: ¿alguien cree que Maduro y su gobierno están capacitados para llevar adelante la transformación económica que demanda Venezuela? La falta de claridad en este tema puede hacer suponer que es posible avanzar en una reforma económica sin necesidad de que antes ocurra un cambio político. Como si una cosa no dependiera de la otra. Cuidado. Lo único que haría falta, entonces, es un gran “acuerdo nacional” para que los autores del desastre sean ahora los salvadores de la patria. Más que para resucitar a la economía venezolana, el chavismo podría llamar a la oposición solo para que la ayude a cargar con el muerto. Buscar compartir el costo político de un desastre tan “gigante” como aquél. Mal negocio.
El Gobierno se ríe y dice que la Unidad no tiene la fuerza para “parar” el país. Entonces, mucho menos la tiene para –desde la oposición- activar el aparato productivo nacional. En los últimos dos años el Ejecutivo ha instalado la “conferencia económica de paz”, el “consejo nacional para la economía productiva” y otras tantas mesas y mesitas técnicas para la Venezuela potencia. Según las autoridades, en todas esas iniciativas han participado empresarios y sindicatos, que son los únicos que realmente pueden echar a andar esta máquina. ¿Se necesita una nueva instancia de debate sobre el tema? ¿Otro diagnóstico profundísimo sobre las causas de la crisis? ¿De verdad? Queda claro que la única propuesta económica seria que la Unidad puede presentar a los venezolanos en este momento es una: sacar a Maduro de Miraflores. Punto.