Publicado en Analítica
Toda crisis que se prolongue en el tiempo suele crear graves perturbaciones emocionales en sectores importantes de la población.
Por ejemplo, en la severa crisis económica que sufrió Grecia hace algunos años, sus habitantes padecieron, según comentaristas de la época, “ una epidemia de enfermedades mentales tales como ansiedad, angustia y depresión”
En el caso venezolano, los síntomas no son distintos, pero habría que agregar la falta absoluta de sindéresis de la dirigencia política nacional, expresada por una estéril y absurda lucha por obtener una candidatura presidencial en un país que se está desintegrando, y sin mostrar la menor capacidad de buscar acuerdos fundamentales para resolver los mayores problemas actuales del país.
A estas circunstancias se agrega la crisis humanitaria que genera, en vastos sectores de la población una desconexión con todas las instituciones existentes en el pais y un rechazo a toda autoridad política y militar, lo que crea unas condiciones que promueven un estado de anomia generalizado que trae consecuencias muy graves en el mantenimiento del orden público y de la indispensable cohesión social.
El tema del cambio no puede ser parte de la diatriba política, es simplemente una necesidad imperiosa, diríamos casi de sobrevivencia, para asegurar las condiciones necesarias que requiere el funcionamiento normal de cualquier Estado.
Ojalá los dirigentes del país, ubicados en cualquiera de los múltiples espectros políticos actuales, entiendan que Venezuela requiere para vencer sangre, sudor y lágrimas, como decía Churchill. Pero sobretodo, que se necesita de todo el esfuerzo conjunto para reconstruir la convivencia, el orden, y el esfuerzo requerido para hacer país.