Por: Adriana Ponte
La desidia, el pragmatismo y la banalización del mal no son patrimonio exclusivo del gobierno nacional. Los tenemos con nosotros desde hace mucho tiempo y se han agudizado en el clima de desconfianza y terror que vivimos los venezolanos. Una muestra de esto lo podemos ver en la reseña del periodista Daniel Blanco, en torno a la cobertura del asesinato de Diego Montenegro, quien falleció tras recibir un impacto de bala en la cabeza en su apartamento en Los Palos Grandes hace unas semanas. Según Blanco, tres detonaciones fueron escuchadas por los vecinos durante la noche de su muerte pero nadie se movilizó. Apenas comentaron el asunto a través de un chat vecinal y todo el mundo se fue a dormir, mientras Montenegro se desangraba en su apartamento. Al día siguiente, su empleada lo encontró en medio de un charco de sangre.
La anécdota de Blanco tiene mucho más que decirnos de nosotros mismos: no es suficiente con hacerte el loco cuando oyes disparos en un apartamento de tu edificio, sino que cuando los medios hacen presencia en el lugar puedes dejar el silencio que hiciste la noche anterior y salir a hacer el ridículo vociferando valientemente contra ellos. Comenta Blanco que cuando la prensa llegó al edificio donde vivía Montenegro para hacer la correspondiente cobertura del asesinato, algunos vecinos salieron a espantarlos con el argumento de que eso “no era un barrio”. Le pidieron a la policía que los desalojara, pero fueron ignorados. Luego aparecieron los miembros de la Junta de Condominio, quienes a gritos llamaban al resto de los vecinos instándolos a “sacar a la prensa”. Como también los ignoraron, entonces intentaron atropellarlos con un vehículo. Nuestra valentía tiene muy buena impronta para el ridículo pero es mediocre con la solidaridad. Por lo visto somos valientes para amedrentar a periodistas que cumplen con su trabajo pero absolutamente desidiosos para marcar el número de la policía después de escuchar tres disparos en casa de un vecino.
Hay una casta soberbia de ciudadanos cuya vida se le va, creyendo que el mundo se acaba en la entrada a su casa. Invocan la Constitución y las leyes vigentes sólo cuando éstas no afectan su comodidad y forma de vida. Mucha de esa gente, con sus actitudes, su desprecio por el otro, su individualismo, su falta de solidaridad y sobre todo, su complejo de superioridad fue creando una legión de resentidos que veían en cualquier persona de la clase media o alta a un enemigo: son quienes les niegan el saludo a un trabajador humilde que va a su casa, son los que le dan agua en vaso plástico “porque los vasos de vidrios son de nosotros”, los que humillaron a personas por ser de una categoría que ellos crearon en sus mentes: “negros”, “pobres”, “niches”, “pata en el suelo”, etc. Muchos de ellos, son la generación que crió a la gente de mi generación que nos creemos merecedores de un país que jamás construimos, los que cimentamos una fuerte militancia en torno a la antipolítica, los arrogantes que tenemos como auto referencia para todo en la vida al “país de las mujeres bellas”, el Salto Ángel y las reservas de petróleo más grandes del mundo; los que queremos que apliquen la ley para joder al otro y no con un sentido de la justicia, los que sobornamos fiscales o policías y lo contamos como un logro mientras nos tomamos un whisky 18 años, los que a pesar de tener como referente paradisiaco a Miami, nos creemos que Caracas y sus sectores clase media son “el modelo” tanto para los barrios de la ciudad como para toda Venezuela y – por qué no, somos muy arrechos- para el mundo. Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra, incluyendo los cuásares, estrellas, planetas, nebulosas, agujeros negros y todo lo demás que exista.
Somos los reyes y señores de la auto referencia, como si nuestra pequeña Venecia fuese el ombligo del universo. Como comentó un apreciado amigo en estos días en su muro de Facebook, hay un “venezolanómetro” que identifica en cada hecho que acontece en el mundo, una referencia a lo nuestro: “si Trump es peligroso, se parece a Chávez; si Peña Nieto es inepto, es como Maduro; si las playas de República Dominicana son azulitas, se parecen a Los Roques; si un país tiene mujeres bellas, jamás son como las nuestras; si destituyen a Dilma, piensan que ahora vamos por Maduro”. Nada existe si no está girando en torno a nosotros.
Y a pesar de toda esa grandilocuencia, construimos un concepto minúsculo del país, que es mediocre e inviable. Por esa vía llegamos hasta aquí. Al chavismo no sólo lo mantiene quienes creen y votan por ese proyecto a pesar de todo, sino los que creamos un ensayo de clase política, malcriada y necia que hoy dicen: “conmigo no cuenten si se acuerda el referendo revocatorio para el 2017”. Porque las apetencias y los proyectos personales de acceso al poder siempre estarán por encima del país.
“Conmigo no cuenten” esa debería ser la frase de despedida de todas las comunicaciones del país, desde la Presidencia de la República hasta las Juntas de Condominio.
Me encanto tu artìculo, tienes tooooda la razòn del mundo, dibujste a mis sobrinos caraqueños clase media, si uno dice coño pero que pasa ” no hacen esto, y yo le digo si, a mi sobrino y que carajo estas haciendo tu,,…no me cuentes nada que las he vivido todas
Sin importar la lucidez y la vocación por ser ecuánime, todos somos vulnerables a la tentación de basar la opinión en el prejuicio, principalmente, porque éste resulta siempre un análisis abreviado, de poco esfuerzo, que además confirma nuestras creencias previas reforzando aquello con lo que nos hemos identificado o la postura por la que se nos ha reconocido. Aunado a ello nos aleja de la tortuosa tarea de analizar las complejidades. Qué cómodo sería el mundo si no existiera la complejidad… y qué poco interesante.
¿A qué viene lo anterior? El título del escrito publicado alude al tweet de Maria Corina Machado dejando de lado el contexto, que es lo más importante en este caso.
Tempranamente afirmo que en mi opinión el tweet fue un error que está siéndole costoso. De la misma manera en que critiqué cuando Leopoldo López y Henrique Capriles ventilaron sus diferencias públicamente en 2014 creo que ciertas cosas en el marco de la “unidad” deben sólo decirse por privado.
Ahora bien, que este escrito sobre la desidia venezolana (el cual aplaudo más adelante) haya sido inspirado por el tweet de María Corina Machado es una lectura, a mi juicio, desventurada ya que:
“Conmigo no cuenten si se acuerda el referendo revocatorio para 2017”
No se lee: “Conmigo no cuenten para nada, ni de ahora en adelante” (desidia)
Se lee en cambio: “Mi convicción es firme respecto de que no ha de negociarse el revocatorio de 2016” (postura)
Por cierto, parece que el tweet estuvo dirigido a Marquina.
Ya sobre el escrito y no sobre su inspiración, me llama muchísimo la atención porque el mensaje describe hábilmente una parte de la experiencia venezolana que ha resonado con mi experiencia.
El venezolano parece estar tan inmerso en el cinismo hasta el punto en que empieza a menguar su capacidad de ser compasivo.
Las dificultades hacen la realidad más engorrosa y tienden a explicar la falta de ánimo para poner esfuerzo en ayudar a los demás. No obstante, cuando se realizan actividades como la de 1S me da la impresión que aquel ánimo se energiza nuevamente y nos permite reencontrarnos con la compasión al divisar la luz al otro extremo.
No creo que el venezolano peque de desidia por defecto, creo que se le dificulta por estar sumamente cansado y desesperanzado.