Por: Jean Maninat
La reciente entrevista realizada por este medio de comunicación (El Universal, 19 de octubre, 2014) al presidente de la Asamblea Nacional y vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Diosdado Cabello, arroja muchas luces sobre cómo está calibrando el alto mando revolucionario la penosa situación por la que atraviesa el país, y además, nos regala de ñapa un ojo de cerradura por el cual colar la mirada curiosa en los corredores del partido oficialista.
No es que se aporten muchas novedades, pero a veces reiterar lo sabido traiciona lo guardado. Una vez más, se nos advierte que la oposición es un ente deleznable, indigno de confianza y menos aún de tomarlo en serio. Nada nuevo en el horizonte. Sin embargo, gracias a un arranque de sinceridad brota una confesión inesperada y nos enteramos que en realidad en la cúpula roja: “Quisiéramos una oposición de verdad, una oposición que ayude a que el país salga adelante”.
Súbitamente se le enciende a uno el entendimiento al darse cuenta que lo que ha faltado todos estos años es “una oposición de verdad”, y no una Asamblea Nacional que legisle con independencia, un presidente del órgano legislativo que garantice los derechos de todos los diputados electos, a los que debería representar para que el organismo, bajo su presidencia, sea un contrapeso vigilante y democrático al Poder Ejecutivo, tal como contempla la Constitución y es parte del ABC de la democracia, no un petardo desestabilizador de “la derecha”. Así se rigió el Congreso Nacional durante la IV República (¡ugg, agg, vade retro, perdón por nombrarla!) y muchos de los que hoy gobiernan usufructuaron esos derechos para buscar debilitarlos una vez en el poder.
A la suerte de enlightenment anterior, habría que agregar la sensación de calma que produce saber que en el seno del PSUV no hay lucha interna, que cada quien está más que contento con lo que tiene y agradecido por el papel que le otorgó el líder fundador y podrían, entre todos, dedicarse a resolver los problemas del país. Las intriguillas acerca de una supuesta rivalidad con el presidente Maduro quedan rápidamente disipadas cuando el entrevistado declara que: “Aquí gobierna un alto mando de la revolución, una dirección colectiva, con un Presidente al cual respetamos todos y que toma las decisiones”. Más claro no canta un gallo: es el presidente Maduro el que toma las decisiones y por tanto uno podría inferir que es el responsable de todo lo que está sucediendo, incluyendo la caída estrepitosa en popularidad del gobierno que corre el riesgo de llevarse enredado en el paracaídas incendiado al alto, mediano y bajo mando de la revolución.
Y como si fuera poco, y para borrar cualquier sospecha de ambiciones desmesuradas, se asegura: “no tener aspiraciones políticas y que se sometería al destino que le ponga el partido”. Lo cual no deja de causar una cierta decepción, como cuando en Juegos de Tronos los guionistas se cargan a uno de los protagonistas a cuyas diabluras uno se había acostumbrado, o en la lucha libre uno de los contendores le da los golpecitos de rigor en el hombro al otro para indicar que se rinde mientras el público grita enardecido: “vamos, tú si puedes, no te rindas, tú eres más bravo”. Pero así es, hay momentos en que hay que saber retirarse y darles paso a los demás para dedicarse a realizar lo que la organización requiera. Un militante de base más.
Quizás se tenga un poco de suerte, y poco a poco este espíritu de entrega y desinterés por el poder contamine a otros dirigentes de la revolución, se muestren dispuestos a dejar sus curules cuando el caudal de insatisfacción que cunde en sus filas, y en el resto de la sociedad, se convierta en votos opositores en las elecciones parlamentarias del año entrante, y se dediquen con humildad y entrega a las tareas que Venezuela disponga. Sólo entonces, avalaremos crédulos las confesiones de nuestro militante de base.
@jeanmaninat