Aplausos para el Consejo Nacional Electoral (CNE). Después de años de esfuerzo y dedicación, por fin logró su objetivo: diseñar la trampa perfecta. Porque eso es el proceso de renovación de partidos. Y la oposición lo sabe. No descuidaron ningún detalle:
1) Ha servido para dejar en evidencia –una vez más – las grietas de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Esas discrepancias internas han impedido a la alianza construir un mensaje sólido y claro que explique al país el alcance de esta nueva arremetida del chavismo. Si el Partido Comunista y Juan Barreto te desplazan en medio de una discusión pública, es que las cosas no marchan bien.
2) Si no participas en el proceso, estás ilegalizado. Y si participas, lo más probable es que también. Lo advirtió en su cuenta Twitter el rector Luis Emilio Rondón: “CNE limita derecho a la Participación al aprobar proceso de renovación de partidos en condiciones de casi imposible cumplimiento”. Esto va más allá de máquinas, porcentajes y firmas por segundo. La democracia no es una yincana.
3) Los que sobrevivan, serán acusados de haber pactado con el Gobierno. Lo comentaba en estos términos un dirigente de la coalición: “el chavismo continúa sembrando cizaña y desconfianza entre nosotros. Tal como está planteado este proceso, será el presidente Nicolás Maduro quien tendrá la última palabra sobre la existencia de los partidos de la oposición”. Ganando, pueden perder.
Ahora, la trampa funcionará con mayor o menor precisión dependiendo de la actitud de la víctima. “Este es un proceso que no es auditable, no deja constancia física a los partidos políticos de la gente que validó por nosotros”, se quejó el Movimiento Progresista de Venezuela (MPV) del gobernador Liborio Guarulla, luego de haber confirmado el fin de semana que la guillotina sí corta. Antes de exhalar su último suspiro, el MPV pidió a sus hermanos “cambiar la estrategia”. Tarde piaste…
La solicitud de la organización de Guarulla abre otras interrogantes:
1) ¿Cuál fue la estrategia original? La amenaza contra los partidos estaba planteada desde enero de 2016. La Unidad no asumió este tema entre sus prioridades, pese a las advertencias lanzadas por distintos voceros del chavismo. Y llegó el lobo.
2) La MUD denunció “la improvisación y el desorden (…) aunado a la ausencia de comunicación y normas claras” del proceso de renovación. Esto lo hizo a través de un comunicado que emitió a las 10 de la noche del viernes 3 de marzo, a escasas horas de que se iniciara la jornada. La improvisación y el desorden.
3) En 2016, la Unidad asumió como un hecho natural la suspensión de las elecciones regionales. Después, el chavismo fulminó el revocatorio sin pagar ningún costo político por ello. En este momento, Maduro se dispone a liquidar la tarjeta más votada en la historia del país y parece que la pobre tampoco tiene dolientes.
4) ¿Ir o no ir? En realidad, ese no es el dilema. El tema es cómo ir. Voluntad Popular, al menos, propone un relato. Convertir el proceso en un desafío al Gobierno y elevar el costo político de una eventual inhabilitación. Pero en todo este tiempo el discurso se ha limitado a dos palabras: firme aquí. De nuevo, la Unidad pierde una oportunidad de reconectarse con su gente, reivindicar la importancia de los partidos y movilizar al país en defensa de las instituciones democráticas. Otra vez será…
Y mientras todos están obligados a buscar firmas, el CNE aprovecha la confusión para extender el secuestro del voto sin mucho esfuerzo. Lo dicho: la trampa perfecta.