El vicepresidente Tareck El Aissami debe conversar urgentemente con Jorge Arreaza. Estando en su misma posición, el yerno del comandante asumió la guerra de los huevos y, por supuesto, salió estrellado. “El precio justo del cartón de 30 huevos será 420 bolívares”, decretó Arreaza en noviembre de 2015. Algunos creyeron que aquel anuncio, a pocos días de las elecciones parlamentarias, sumaría votos a la revolución chavista. Sin duda, contaron los pollos antes de nacer. El científico Arreaza fracasó porque jamás supo qué fue primero, el huevo o la gallina. No atacó las causas, sino las consecuencias. Olvidó los incentivos a la producción y, en su lugar, apostó por las amenazas y los controles. Al final, ni blanca ni amarilla. Hace apenas dos años, el “preció especulativo” del cartón de huevos se ubicaba en 1.200 bolívares. Hoy se comercializa tranquilamente en 8.500. Es el resultado de una revolución que tiene los conceptos económicos revueltos.
Al designarlo como su segundo de a bordo, el presidente Nicolás Maduro ordenó a El Aissami combatir la criminalidad y el terrorismo. Sin embargo, ahora su tarea es desactivar las bombas de crema pastelera. “Debemos garantizar que desde las 6 de la mañana hasta el cierre de la panadería se produzca pan canilla y también pan francés, incluyendo el pan sobao y pan salado”, indicó el altísimo funcionario para demostrar que, si la revolución lo demanda, hasta un sirio puede meterse a portugués. Todos saben cómo empiezan las persecuciones, pero nadie cómo terminan. El jefe del Comando Antigolpe comenzó encarcelando al general Raúl Baduel y ahora ha declarado como objetivo militar al cachito. “El 90% de la materia prima debe destinarse a la elaboración del pan en sus diversas presentaciones y el 10% a cachitos, dulces y cualquier otro derivado”, precisó. En contra de las falsas acusaciones del Departamento del Tesoro, queda confirmado que el Vicepresidente de la República solo distribuye harina.
Desde el empíreo, el dios tonante jura que “los responsables de la guerra del pan la van a pagar”. ¡Tiemblan las canillitas! Por estos mismos días, Transparencia Venezuela reveló que 511 compañías públicas registraron pérdidas por 1,29 billones de bolívares en 2016. “El monto de las pérdidas superó en 14% el gasto social total dedicado en 2016 a educación, salud, vivienda y seguridad social”, reportó la ONG. ¿Quién paga esta cuenta? La única empresa que en realidad fabrica el pan en Venezuela –llamada Pdvsa- está minada por la corrupción y endeudada hasta los tuétanos, pero el problema no está en la caída de la producción de barriles sino en el incremento de la oferta de palmeritas. El Aissami ya tiene la solución: “va a haber un equipo político por cada panadería”. Brillante. A Arreaza nunca se le ocurrió asignarle un comisario a cada gallina ponedora. Puro circo. Sin pan. Ni huevos.