Por: Soledad Morillo Beloso
Aburren los pesimistas. Empalagan los optimistas. Convencen los realistas. Indignan los engañadores. Interesan los precursores. Motivan los reformadores. Entusiasman los realizadores. Destruyen los ladrones. Animan los demócratas. Espantan los autócratas. Enamoran los pensadores. Despechan los embaucadores.
Se fue 2014. Chao. No fue bonito, ni amable, ni gentil. Se va por la puerta de atrás. No se lleva el reguero. Lo dejó ahí, en el territorio, ensuciando, carenciando, suspirando por lo que pudo ser y no fue. Los optimistas sonríen. Creen que hay que creer en el futuro casi como dogma de fe. Como si las decisiones mundanas fueran actos religiosos. Empalagan sus serenatas. Los pesimistas hacen un gesto amargo. Nada ni nadie los convencerá de alguna luz al final del camino. Uf, cómo aburren con su cantaleta de penurias. Los realistas intentan conservar la serenidad y confianza. Y transmitirlas. Y, ojalá, contagiarlas. Difícil asunto en un país donde ya ni a las ranas se les cree cuando croan augurando lluvia.
Los embaucadores sonríen. Les fue bien en el 14 y todo pronostica que saldrán airosos en el 15. Hasta el tarot les es favorable. Con sus lechugas trajinadas compraron de todo, para ellos, para los hijos, para la mujer y también para la otra mujer, eso que llaman “el segundo frente”. Todos felices. Todos contentos. El súper carro, la súper moto, la súper lancha, el súper avión, la súper casa, el súper apartamento de playa, los súper trajes, los súper viajes, las súper joyas, los súper tragos y, también, el súper bulín para la otra mujer. El mayor cúmulo de felicidad posible. Promesa básica cumplida. Juego ganado.
Los esperanzados, esta vez, salvan el voto. Que no encuentran ya en el repertorio el argumento para defender lo indefendible. Qué miedo causa la lluvia que cae sobre los techos de zinc y azota las paredes de cartón. La velita encendida a San Isidro Labrador, a ver si escucha las plegarias y quita el agua y pone el sol. Al pueblo llegaron el diputado, el concejal, el alcalde, el gobernador y el recién nombrado segundo asistente del recién nombrado viceministro. Bajaron de las camionetas blindadas y pusieron mala cara cuando las botas relucientes de novedad miamera se les hundieron en el barro. Hicieron promesas misioneras, se sacaron selfies para el Facebook y el Twitter, los escoltas repartieron unas bolsitas de granos con gorgojos, besuquearon viejas y triponcitos y se fueron. En la estación de gasolina los vieron bajarse varias friitas.
Los demócratas respiran. Hondo. Piensan. Se niegan a abrirle la puerta a la rendición. Hay que plantarle cara a los autócratas. Desenmascararlos. Vencerlos. No con balas, ni con botas, ni con sepelios ni sepulcros. No con hormonas sino con neuronas. Con inteligencia, y carácter, y decisión, y aplomo, y convicción. Metabolizar la rabia y cancelar los discursos necios. Sacar del cajón el liderazgo.
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“Houston, we’ve had a problem”
Apolo 13. Tres astronautas. El vuelo fue comandado por James Lovell con John L. “Jack” Swigert como piloto del módulo de comando y Fred W. Haise como piloto del módulo lunar.
Rumbo a la Luna. Algo falla y se enciende una luz en la nave que advierte de una avería. Tan grave era la situación que no sólo convertía en imposible la misión, sino que hacia dudar de la factibilidad de traer de vuelta a La Tierra a los astronautas. Apolo 13 fue la séptima misión tripulada del Programa Apolo de los Estados Unidos y la tercera con el objetivo de alunizar.
La nave fue lanzada el 11 de abril de 1970 a las 13:13 horas. El alunizaje se hizo imposible porque explotó un tanque de oxígeno en vuelo dos días después del despegue, inhabilitando el módulo de servicio, del cual dependía el módulo de comando.
A pesar de la energía limitada, la pérdida de calor en la cabina, la falta de agua potable y la crítica necesidad de reparar el sistema de extracción de dióxido de carbono, la tripulación pudo regresar a salvo a la Tierra el 17 de abril. Tenían todo en contra, pero usando inteligencia, conocimiento, experiencia y sin rendirse jamás, las mentes más brillantes de la NASA consiguieron instrumentar un plan que trajo de vuelta a casa a los tres astronautas. Fue un aprendizaje de vida y un ejemplo de coraje, de trabajo en equipo y de no ceder ante la rendición.
Llegó 2015. Le digo Hola. Deseo que sea el año en el que podamos escribir un capítulo de lucha, valor y sensatez. Si los científicos y técnicos de la NASA y los astronautas del Apolo 13 hubieran enfrentado la situación como un hecho irreparable, Lowell, Swigert y Haise hubieran fallecido en el espacio sideral, nadie hubiera sabido cómo levantarse de la depresión y el programa espacial hubiera sufrido un terrible revés. Sin embargo, de aquel desastre aprendieron todos. La NASA y la Agencia Europea del Espacio acaban de hacer un lanzamiento de prueba de la nave Orion, un vehículo de traslado múltiproposito con el cual esperan llegar a Marte en 2020.
Las dificultades no se enfrentan con falsos optimismos, desgastantes pesimismos o domesticadas rendiciones. No es cuestión de ser héroes. Se trata de algo mucho más importante: ser ciudadanos que se ponen de pie, que no se dan por vencidos.
Chao 2014. Te fuiste para no volver. Hola 2015. Te doy la bienvenida. No me asustan tus gritos. Tampoco los que le hacen el juego al fracaso. Ni unos ni otros podrán con nosotros. Bueno, siempre que nos demos cuenta de una vez por todas que la tolerancia no es esta necedad cursi de calarse todas las sirvengüenzuras impávidos, como si no fuera con nosotros.
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