Por: Marcelino Bisbal
El buen periodismo se nutre de dar a conocer historias; buenas historias y además bien contadas. Ese periodismo debe ser capaz de decirle a los ciudadanos –de confrontarlos con– lo que está pasando a su alrededor para que cada quien tome las decisiones y haga los movimientos que deba y quiera hacer. Porque el interés de los ciudadanos, es más, su derecho, es poder tener información que le permita adquirir conocimiento, el más completo y acabado posible, de todos los hechos que le interesan. Además, esa información no puede ser manipulada, tergiversada y debe ser lo más imparcial posible. Debe hacer honor a la verdad que es todo lo contrario de la información falaz, incompleta o tendenciosa. Pero ¿qué pasa cuando al periodismo se le obliga a callar?, ¿qué pasa cuando a los medios se les silencia para que no cuenten historias o para que las cuenten dándoles un giro tendencioso? y ¿qué sucede cuando los periodistas y los medios se autocensuran por miedo o por…?
Censura. Una palabra que alberga la situación que viven muchos de nuestros medios de comunicación –los convencionales como la prensa, la radio y la TV y los llamados “nuevos medios” que no son más que la web y los accesos que se derivan del Internet– y una buena parte de sus periodistas y comunicadores en los momentos que vivimos en Venezuela. El objetivo es silenciar a los medios, no permitirles visibilizar lo que ocurre. No dejar que los hechos sean contados tanto dentro como fuera del país. Los gestos y prácticas que se han venido desarrollando desde el 12 de febrero han demostrado crudamente que la censura se ha vuelto a instalar entre nosotros. Qué decir de la autocensura que se ha hecho presente en gran cantidad de medios y periodistas.
Todos los diagnósticos actuales sobre comunicación e información apuntan de manera muy general a que la libertad de expresión no se reduce solamente a la censura directa de un medio, o a poner presos a sus profesionales del periodismo, sino que también existen otros caminos que afectan el derecho a esa libertad cívica. Estos caminos se apoyan en la intimidación, hostigamiento judicial, restricciones administrativas, detenciones arbitrarias de periodistas, uso de información para desprestigio de medios y periodistas… y limitan en grado importante el ejercicio de la libertad de expresión y de información en nuestro país. Además, nos confirman lo que hemos venido padeciendo los venezolanos a lo largo de todos estos días: la censura y la mordaza están al desnudo.
En los once meses del gobierno de Nicolás Maduro se han hecho patentes:
1. Llamado de atención a las televisoras por “su falta de compromiso por la Misión Patria Segura”. Reunión en Miraflores. Resultado: silencio absoluto de la mayoría de los medios radioeléctricos del país.
2. Se le recrimina al diario El Universal por su tratamiento del tema de la seguridad.
3. Ahogo de los principales diarios por la falta de papel. Especialmente hacia los más críticos como El Nacional y El Impulso. Ya se han cerrado 18 diarios. Otros están a punto de hacerlo. Pero a los medios impresos gubernamentales (4) se les otorga un crédito adicional para la compra de bobinas de papel. No pasan por los trámites engorrosos para la obtención de divisas.
4. El decreto que crea el Centro estratégico de seguridad y protección de la patria. Se hace visible la mordaza ante informaciones de línea crítica.
5. Crecimiento de la plataforma de medios gubernamentales. Hoy el Gobierno cuenta con 14 televisoras, 25 estaciones de radio AM y 105 en FM. Esto incluye un sistema de información para la Fuerza Armada: Tiuna FM (101.9) y TVFANB.
6. Retiro de la televisión por suscripción del canal colombiano NTN24. Orden del Ejecutivo sin mediar investigación alguna. Han sido amenazados, “por incitar a la violencia y a la zozobra”, CNN en español, FOX, RCN, Caracol, y todo en nombre “de la paz y el retiro de la violencia de las pantallas”.
7. La decisión contra el diario Tal Cual, Teodoro Petkoff y su directiva. Se violenta el derecho penal al estar en presencia de un absurdo jurídico por un delito de opinión.
La información es como el agua en el río. Cuando se le trata de represar, se escurre por rendijas insospechadas. Así ha ocurrido con el resquicio que nos ofrece Internet. Este ha sido un medio de información determinante para mostrar lo que pasa en el país en esta coyuntura que vivimos. Pero Internet también ha sido censurado. Reporteros Sin Fronteras, en su último informe titulado Enemigos de Internet 2014, dice que “luego de los episodios recientes, Conatel no parece tener límites, no tiene intención de parar y lo más grave es que puede censurar a cualquier medio”.
En este des-orden en el que está envuelta la información en Venezuela recordamos aquella idea de la ensayista Susan Sontag cuando en momentos difíciles dijera: “La verdad viaja en la flecha del viento”