Por: Raúl Fuentes
De acuerdo con respetables científicos y filósofos vivimos de casualidad y, aunque por distintas vías, gente tan seria y dispar como Voltaire, Einstein, Schiller o Groucho Marx recelen de tal supuesto, no está de más recordar que, así como hay quienes no creen en brujas, pero aseguran que estas de que vuelan, vuelan, no debemos desestimar la posibilidad de que el azar determine nuestras acciones con más frecuencia de lo que creemos. Estas líneas, por ejemplo, son producto de un albur pues, por error, abrí un archivo almacenado en mi computadora y di con una caricatura de Zapata, una nota sobre el estreno de la película Cantinflas de Sebastián del Amo, en la cual se dice que cierta crítica mexicana ha prodigado comentarios “malinchistas” contra el actor español Óscar Jaenada, y un artículo publicado en Prodavinci sobre un estudio del economista Steve Hanke de la Johns Hopkins University referido al Índice Mundial de Miseria, al que se le anexó un video realizado por Al Jazeera con contundentes imágenes que ilustran problemas que nos conciernen, como el desabastecimiento, la inflación y el crecimiento de la pobreza extrema.
Quizá no sea tan aleatoria la convergencia de esos documentos en una misma carpeta y subyazga intencionalidad en el hecho de relacionarlos, porque todos apuntan sus condimentados dardos a un país, el nuestro. Así, el Zapatazo nos muestra una figura colgando de los aros olímpicos y advierte que “en las próximas olimpíadas ganaremos oro en salto atrás”; el cáustico vaticinio del caricaturista es, en realidad, más que un pronóstico, un diagnóstico, un retrato de lo que está sucediendo en un país que se aferra al pasado porque su administración no sabe cómo sacar partido del presente y ser garante de futuro, un país que se ha convertido en sopita de las calificadoras de riesgo y al que el reputado semanario británico The Economist puso recientemente en evidencia en una artículo cuyo título lo dice todo, Of oil and coconut water.
El comentario inherente al film que ficciona aspectos biográficos del comediante mexicano Mario Moreno, a partir de su incursión en Hollywood, viene a cuento porque fue Cantinflas quien soltó aquello de “ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario”, frase malévolamente atribuida al presidente Pérez en razón de una mancheta periodística que ironizaba sobre su postura geopolítica en los tiempos de la Gran Venezuela y que, ahora, nos sirve de articulación entre la mordacidad de Zapata y la objetiva frialdad estadística del informe difundido en el portal Prodavinci en el que Venezuela aparece como el país (de una lista de 89) donde –a causa de la inflación, la escasez y otras variables, como las tasas de interés activas y el crecimiento anual del PIB per cápita– se observa mayor deterioro en la calidad de vida de sus ciudadanos.
No es nada nuevo esto de figurar de primeros o últimos en los rankings internacionales que miden el desempeño de las naciones: somos sotaneros en las mediciones globales de desarrollo humano, contención de la violencia y libertades económica, de acuerdo con el monitoreo realizado por organismos multilaterales; simultáneamente, nos ubicamos en el techo de los registros internacionales en materia de corrupción, homicidios y seguridad jurídica. Pero, como suele proceder el despotismo ordinario, el caciquismo rojo hizo de sus falencias y errores causus belli para declarar fantasiosas guerras en diversos frentes, del económico al mediático, pasando por el bacteriológico, el cibernético y hasta el farandulero, que no pasan de ser burdas maniobras de distracción.
El acaso también quiso que, cuando esto escribíamos, Nicolás Maduro estuviese perorando en la ONU para responsabilizar al capitalismo –mediante un discurso tercermundista propio de la Guerra Fría– de las calamidades que aquejan al planeta; sin referirse a las causas y dramatizando efectos; huérfano de propuestas, salvo el delirante anhelo de refundación del foro mundial, su maniquea intervención no tuvo resonancia por lo mucho que ocultó y, el día martes, la gente abandonó el recinto donde se desarrollaba la cumbre sobre el clima sin prestar oídos al ecosocialista que, de un plumazo, eliminó el Ministerio del Ambiente. Mezclando peras con manzanas, se refirió a los conflictos del Medio Oriente, sin tomar en cuenta que se ha concertado una alianza mundial de amplio espectro contra la Yihad y el Estado Islámico. Cabe preguntarse si sus digresiones en Manhattan, su paseíllo por el Bronx para reunirse con agitadores y cantamañanas y su generosidad con los africanos disponiendo del dinero que nos pertenece, mientras el país se ahoga en dificultades, son simples casualidades o puras coincidencias. “¡Ahí está el detalle! Ni lo uno, ni lo otro, sino todo lo contrario”, sentenciaría Cantinflas.
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