La designación de Tareck El Aissami como vicepresidente del país solo puede servir para cerrar los ya reducidos espacios para una salida política a la crisis que vive Venezuela.
Los cambios que hizo ayer Nicolás Maduro en su gobierno no son un simple reciclaje de ministros, de rotarlos de puestos o de colocar a otros militantes del PSUV en cargos ministeriales. El nombramiento de Tareck El Aissami como vicepresidente solo apunta a incrementar la represión y cerrar, aún más, el poco espacio que las salidas políticas a la situación del país tiene en la actualidad. También obedece a las luchas internas dentro del chavismo.
Su actuación política todos estos años ha estado ligada al sectarismo, a la agresión al que piensa diferente, a la intolerancia. Maduro le asignó ayer la tarea de mejorar la seguridad ciudadana y de luchar contra la ultraderecha y ya sabemos que para quienes gobiernan “ultraderecha” es todo el que no respalde su proyecto político.
En cuanto a la seguridad ciudadana, el nuevo vicepresidente es uno de los que ha fracasado en este aspecto en los dos cargos que ha tenido. Primero como ministro de Relaciones Interiores y luego como gobernador del estado Aragua, región en la que cada día es mayor el poder del hampa en cualquiera de sus versiones.
La inclusión de El Aissami en el tren ejecutivo también es una manera de atraerlo hacia las posiciones presidenciales, en esa lucha interna que sostiene Maduro con Diosdado Cabello. Al parecer, el hoy vicepresidente se había ido acercando a las posiciones del capitán –actuaron conjuntamente contra el referendo revocatorio ordenándole a los jueces suspenderlo- por lo que el Presidente intenta con esta designación revertir esa posición.
El regreso de Elías Jaua al gabinete también se puede interpretar como una manera de acercarlo a la posición de Maduro, aunque siempre han estado en sintonía. En octubre pasado, el capitán Francisco Ameliach dijo que si el presidente Maduro perdía el revocatorio el candidato del chavismo sería Cabello, palabras que fueron respondidas inmediatamente por el “protector” de Miranda desde Ecuador diciendo que el candidato del chavismo sería Maduro.
Con Jaua y Erika Farías el Frente Francisco de Miranda tiene su representación en el gabinete. Ramón Lobo y Hugbel Roa son fichas de El Aissami, todos vienen del movimiento estudiantil de la Universidad de Los Andes. Quien no entró al gabinete fue Cabello, y según Rocío San Miguel los nuevos militares que fueron designados tampoco son de su corriente. ¿Perdió el capitán?
Otro hecho que pone de nuevo de manifiesto las designaciones de Maduro es la poca importancia que le dan tanto a la Asamblea Nacional como a la descentralización. El Parlamento nunca fue importante para el chavismo, la profusión de leyes habilitantes que han aprobado es una prueba de ello. Ahora además la ignoran y le quitan sus atribuciones –burlando la decisión de todos los venezolanos que votaron por ella- porque además no la controlan.
En el caso de los gobernadores que son sacados de sus cargos para convertirlos en ministros o vicepresidentes, demuestran que lo que les importa es la concentración del poder en Miraflores, que si por ellos fuera se regresaría al pasado cuando lo gobernadores eran designados por el Presidente. En resumen, el voto popular es algo que les molesta, más cuando no son mayoría.
Los cambios hechos este miércoles 4 de enero apuntan a que el modelo que tiene al país sumido en un caos, con la mayor inflación del mundo, desabastecido y a merced del hampa se mantendrá y, probablemente, se profundizará, lo que traerá aparejado mayor conflictividad social y política. Mal inicio de año definitivamente.