Por: Luis Vicente León
Hemos dicho por qué la gente protesta y tiene razón para hacerlo. Y hemos descrito también las razones de la crisis que el Gobierno provoca con su ideología desfasada y su ineficiencia intrínseca. Pero lo que no hemos estudiado suficientemente es por qué la oposición en esta crisis, lejos de tomar ventaja, se debilita y se divide alejándose del logro de sus objetivos.
Pongámoslo de esta manera. La oposición tiene un punto que la une: el rechazo al modelo chavista, animado en Maduro. Obviamente toda la oposición sería feliz si él renunciara, lo cual no es un planteamiento anticonstitucional. Cualquier venezolano tiene el derecho a pedir esa renuncia, el problema es que Maduro tiene el mismo derecho constitucional de tirarle una trompetilla a esa propuesta. ¿Y entonces qué? Alrededor de este “detallito” comienza la división opositora.
La primera grieta crea dos clusters opositores. Uno que piensa que el objetivo es presionar al Gobierno para negociar cambios estructurales en su modelo político y económico. Es una lucha cuyo éxito a corto plazo es lograr que el régimen cambie y en el camino construir una mayoría opositora que lo rete electoralmente en todas las próximas oportunidades que se presenten o se creen, pero en condiciones distintas a las del pasado, en términos del tamaño opositor y de cambios institucionales que se logren en la negociación por presión (cambios en los magistrados del TSJ, rectores decentes en el CNE, Fiscal confiable para todas las partes, entre otros). El segundo cluster piensa que el primer grupo es naive, colaboracionista o ambos. Que es obvio que Maduro es un dictador. Que a pesar de haber sido elegido por el pueblo (dudosamente en su opinión), es un gobierno ilegítimo por acción y que debe sacarse del poder como sea. Es “la salida” y el objetivo es cambiar al Gobierno, para lo que no es relevante quién es mayoría o si acompañan las masas populares, porque éste no es un tema electoral.
La segunda fractura la encontramos en la batalla entre líderes. Los estímulos para retener el liderazgo de Capriles, ganado a pulso y trabajo efectivo en campaña, contrasta con el deseo de otros políticos, de quienes Leopoldo López es el más destacado, de retar ese liderazgo y asumir el rol principal, algo legítimo en democracia y racional políticamente. El tema es que los retadores deben diferenciarse del líder convencional. Frente una posición moderada, contrastan la radical.
Ya he fijado mi posición sobre este tema, pero hoy solo quiero dejar una pregunta en el aire, de la que no espero respuesta, sólo reflexión: ¿piensa el grupo radical que creando barricadas y provocando la reacción represiva e irracional del Estado contra ellos (un absurdo en el que solo cae un gobierno militarista y torpe), en algunas zonas de clase media, sin armas, sin ejército, sin plata y sin los barrios motivados para ese cambio, lograrán que Maduro se sensibilice ante la autoencerrona de vecinos opositores y tengamos un final de novela en el que el Presidente, tipo Emparan, sale al balcón del pueblo para preguntar si el pueblo quiere que mande y responde a la negativa: “entonces yo tampoco quiero mando” y se va para La Habana o es que de verdad esto es una rebelión (constitucional o no, pero real), con armas, ejércitos, guerrillas, aliados, plata y entonces el país se conduce a una guerra asimétrica entre quienes creen que deben defender su presidente (y sus negocios y su poder) y los que creen que tiene derecho a sacarlo por el 350 y además lograr que no sea Diosdado el que lo sustituya, como dice también la Constitución, sino que los militares los pondrán a ellos a gobernar, ya que no hay elecciones?
Sin comentarios.
Jamás, estoy segura, Maduro negociaría una salida tranquila del poder. Capriles ya se vió que no tiene los bríos para hacer nada, más que hablar, aburrido. Leopoldo por otra parte, nos despertó, si, él, ni Capriles, ni María Corina, Leopoldo, y lo que queremos es democracia, simple, con Maduro, nunca la vamos a tener, Cuba no lo dejará, ni el desea volver a ser lo que era, ya probó las mieles del poder, por otro lado, D.Cabello, es peor, diez veces, que Maduro, porque aunque no muy inteligente, es astuto y soberbio, así que con él por descarte del otro, estaríamos cayendo directamente de la sartén a las brasas. Lo único que queda, es solicitar ayuda, estoy consciente que con guarimbas, palos y piedras no vamos a ganar, pero si sé que estamos decididos a deshacernos de esta Dictadura, que convirtió a este país bellísimo, en la escoria del mundo. Yo, personalmente quiero paz, democracia, seguridad, insumos y libertad, para ir y venir y hacer lo que creamos conveniente. Dios dirá, porque por el momento estamos totalmente desprotegidos, soy una persona independiente y no voy por ningún partido en especial. Además, soy chilena, con más de 30 años aquí, viví una dictadura comunista, y no me gustó, amo este país, tengo dos hijas venezolanas que terminaron sus estudios en Chile, ya son independientes, y yo no tengo deseos de salir huyendo de este país que me ha dado tantas cosas bellas y al cual amo tanto o más que mi Chile, por eso voy a luchar hasta el último por erradicar la dictadura, totalmente, de mi Venezuela.
perdon, pero mas allá de los actos vandalicos, las barricadas, y como Luis Vicente denomina la autoencerrona, creo que en este impecable análisis falta el efecto de la variable “protesta”… esa aún no se cuantifica, pero poco hacemos analizando en frio si no incluimos los efectos que la protesta pueda agregar a estos clusters. Anoche se ponian de acuerdo los vecinos del barrio La Alcabala de Petare y los de Terrazas del avila, para protestar, unidos. Mientras el gobierno adoba la protesta con represión brutal, la oposición cada dia mas desorientada se continua fragmentando, y surgen verdugos tipo Patricia Poleo con sus patéticas teorias de la conspiración. Esperemos los efectos de la protesta, no creo que falte mucho. Ahi veremos que definitivamente nos conducimos de alguna manera al final de una era.
Excelente artículo señor León, como siempre. Saludos…