Por: Soledad Morillo Belloso
Linda mañana de enero en París. Sí, “linda”. Hay una belleza especial en ese cielo gris y ese frío que obliga a abrigarse para poder salir. Los parisinos se levantaron temprano, como suelen hacerlo. En casa o en la vía, toman un café y quizá un croissant o retallones del Día de Reyes. Encienden su auto o caminan a tomar el metro o el autobús. No imaginan el ataque.
Charlie Hebdo, una revista satírica, importante, de inclinación izquierdista, es el objetivo. Dos encapuchados, armados con rifles ak47, instrumentos de guerra, arriban al medio ubicado en el “11éme”, cerca de la Place D’Italie. La estación más cercana de Metro es la Richard Lenoir. Con entrenada frialdad asesinan a 12 personas, entre ellos al jefe editorial, “Charb”, al más relevante caricaturista y a otros. Las tomas muestran experticia en el accionar. Eso no se logra sin entrenamiento. En el mundo actual, abundan los reporteros gráficos espontáneos; así, de toda la operación terrorista hay registros. Un policía cae en la acera herido. Uno de los encapuchados se le acerca y lo mata, a sangre fría. En una grabación se escucha “el Profeta ha sido vengado”. En otra, “Alá es grande”. La escena es de película de terror. Hay que tener el alma muy dañada para no sentirse abrumado.
En Francia la libertad de prensa y expresión es sagrada. Así, los asesinos no atacaron a personas de su desagrado. Esto es un sacrilegio contra los principios intocables de la Humanidad y la Libertad. Mientras todos los canales internacionales reportan con la relevancia obligada, los canales de televisión locales de esta frívola Venezuela que somos ahora ignoran la cuestión. Transmiten variedades, comiquitas, chismes, moda, etc. La torpeza ha llegado a cotas de inundación. Callar o mirar hacia otro lado es hacerse cómplice. Seguramente a las horas les cayó la locha y recogieron el reguero del silencio inicial y ya la frase “hermana República de Francia” será el común denominador entre quienes callaron inicialmente.
Hay alerta mundial. El terrorismo trabaja con balas y bombas, y con un arma letal: el pánico. Los periodistas de Francia convocan a una marcha silenciosa hasta la Place de la Republique. República sin libertad no es república. La República y la Libertad son activos comunes. Cualquier ataque contra ellas es abominable. Esa marcha silenciosa grita un “no callaremos”.
El fanático es un autócrata, un absolutista, un salvaje con complejo de superioridad que se cree en derecho y deber sobre los demás. Para él todo vale. La vida de los demás es apenas un mero accidente superable. Escribo sobre esta tragedia sin olvidar las que padecemos en nuestra república. Rezo por las familias de quienes fueron asesinados, por los que sufren actos barbáricos, por los forzados a hacer largas colas para comprar a precios escandalosos lo poco que se consigue; oro por quienes odian y viven con resentimiento, por los contaminados por los pecados capitales, por los que no fueron enseñados a hablar sino a gritar. Lloro, rezo. Mi plegaria es una lágrima, mi lágrima es un rezo. Ello me vuelve más humana. París está triste. La libertad está triste. Y yo con y por ellas. Como periodista, #jesuisCharlie. Como seres humanos, #noussommestousCharlie.
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