Tras los últimos resultados electorales el tema de la unidad opositora quedo en entredicho; pero una vez que ese tema se resuelva, surge otro inevitable:¿cuál será el mensaje que la oposición llevará al país? y la respuesta comienza por resolver otro tema crucial: ¿Cómo es posible que millones de personas sigan creyendo que este régimen oprobioso y corrupto pueda ser una alternativa para ellos?
Las respuestas son muchas, pero una de ellas apunta al “discurso político”, del cual la oposición carece y me refiero a un mensaje poderoso, para convencer al electorado del país que puede ser una opción de cambio y de poder.
Por ejemplo, un mensaje poderoso, demagógico, pero poderoso, es este:
“Venezuela es un país rico, tiene petróleo, minerales, tierras, etc. Esa riqueza es del pueblo y se la apropió la oligarquía, que se apoyaba en los políticos para someter al pueblo engañándolo con una falsa democracia que llamaron el Pacto de Punto Fijo, dejando al pueblo en la miseria.
Casi 200 años después de los padres libertadores llegamos al poder para devolverle al pueblo lo que es suyo: el petróleo que estaba en manos de una tecnocracia que lo regalaba al imperio yanqui y las grandes compañías; los minerales y las industrias de Guayana que habían sido privatizadas para entregárselas a los ricos; las tierras que se las quitaron a los campesinos con una falsa reforma agraria. Fortalecimos el Estado y el gobierno con leyes que concentran el poder que ellos habían dispersado, con una supuesta descentralización administrativa, para que fuera más fácil controlar todo.
Esa oligarquía con intentos de golpes de estado, güarimbas y su guerra económica, apoyada desde el exterior, no ha podido con nuestra revolución, que le ha dado al pueblo beneficios que el pueblo nunca había visto: regulación de precios, aumentos salariales constantes, servicios de salud a través de barrio adentro y los CDI, subsidios a la comida a través de los abastos centenario y los Mercal, entrega de alimentos a través de los CLAP y todas las misiones en beneficio del pueblo. A cambio solo te pedimos que nos apoyes con tu voto para mantenernos en el poder y fortalecer al Gobierno y al Estado, para luchar contra tus enemigos, la oligarquía y sus cómplices imperialistas…”
Del otro lado, el discurso opositor es básicamente una mezcla de conceptos abstractos para la mayoría del país: elecciones, democracia, libertad, derechos humanos, respeto a la propiedad, libertad de expresión e ideas similares; todo lo mas llegamos a formulaciones económicas generales: hay que respetar y restituir la propiedad privada, trabajar muy duro para rescatar las empresas, producir más, para ahorrar y que ese ahorro los bancos lo inviertan en proyectos que generen la riqueza que después se pueda compartir. Más grave aún, sobre ese discurso económico muchos de los políticos actuales –con alguna probable excepción– no están dispuestos y ganados para elaborarlo, para llevarlo al pueblo; dudo incluso que haya muchos empresarios dispuestos a defenderlo en público; en privado sí, pero no en público. Y mucho menos que nadie está dispuesto a hablar de quitar de en medio al gobierno, que es visto por la mayoría como fuente de prebendas y bajo un concepto populista del estado como: “el protector del pueblo, el que evita que los ricos los exploten más”, el que “defiende a los pobres y les reparte algo de la riqueza petrolera, que de otra manera nunca verían”.
En síntesis, es un pobre discurso, lejos de ser un “discurso” poderoso, convincente, alternativo al discurso populista de la dictadura y que le llegue a las grandes mayorías del país, a ese 32% que aun vota por la dictadura y a ese 35% que es indiferente y que ni siquiera vota.
Una buena parte de esas “grandes mayorías” piensa además, porque ha sido “educado” en esa idea, que tiene “derecho” a la supuesta “riqueza” que tiene el país por el solo hecho de haber nacido o vivir en Venezuela, sin necesidad de hacer mayores esfuerzos, sin tener que trabajar o producir. Esa es la prédica que lideres populistas han hecho durante casi dos siglos, pero especialmente durante los últimos veinte años.
No tenemos un discurso, pero además tenemos una gran parte de pueblo maleado −al que demagógicamente justificamos por ser “pueblo”− con valores difusos y poca disposición al trabajo y al logro, para quienes no somos una opción política.
¿Y cómo estamos construyendo esa opción política alternativa?, frente al hambre, la escasez, la falta de medicinas, el subempleo y el resto de las plagas que asolan al pueblo y mientras el gobierno esta monolíticamente unido, al menos en apariencia, y tiene el discurso poderoso del que hemos hablado, nosotros ¿Qué le estamos ofreciendo para salir de ese cuadro de miseria y escasez?
Unos, organizan manifestaciones de calle, no para protestar por todas esas calamidades, sino para apoyar a Almagro, un Sr. que vive a miles de Km de aquí. Otros lo convocan a luchar por condiciones electorales para que les den “garantías” a ellos; otros a que voten por ellos para defender los espacios que ellos ocupan; y otros, a que no se haga nada, sino sentarse a esperar a que la dictadura renuncia o que los militares o los “marines” resuelvan.
Y ojo, creo que todo esto hay que hacerlo –me refiero a apoyar Almagro, luchar por condiciones electorales justas, defender los espacios– excepto eso de abstenerse y esperar los militares y los “marines”… pero el discurso que necesitamos hay que construirlo, pues el que tenemos es un discurso complicado de vender o de comprar. Estamos en un verdadero aprieto y los resultados electorales recientes lo que han hecho es empeorarlo y ponerlo en evidencia. Tarea pendiente para 2018 la elaboración de ese discurso opositor, motivante, que le llegue a la mayoría del país.
Con esta entrega finalizo mi actividad por este año, hasta el 12 de enero de 2018, no sin antes desear a todos unas muy Felices Navidades y lo mejor posible para 2018
@Ismael_Perez