Por: Soledad Morillo Belloso
Mientras el gobierno hace turismo de pedigüeños, pero a todo trapo, en Venezuela nos ahogamos en la basura, la inflación, el desabastecimiento, la escasez de hasta lo más elemental y la inseguridad que el año pasado cobró 25 mil muertos y este año va por la misma ruta. La situación sigue las leyes de Murphy, según una de las cuales “todo lo que está mal se puede poner peor”. Y es obvio que sin trabajar por soluciones, pues todo empeorará.
Un gobierno sordo. Eso es lo que tenemos. Pero lo peor no es eso. Lo verdaderamente grave está en que al gobierno no puede importarle menos. Claro que en poco tiempo veremos algunos cambios. Nos va a arder la piel, porque lo que viene es calorón económico y social. la temperatura subirá hasta reventar los termómetros. Abandonar al país y al pueblo a su propia suerte y desgracia tendrá un costo que pagaremos precisamente los ciudadanos. La crisis nos agarra con anemia. Y a los enchufados requete buchones. Así de vulgar es el asunto.
El país de verdad no está en las sedes gubernamentales. Está en las inmensas colas que cual nación en guerra tenemos que hacer para intentar conseguir -y poco lograr- los productos que son indispensables para algo tan básico como alimentarnos, asearnos, curarnos y satisfacer eso que sociológicamente califica como “necesidades básicas”.
Ningún político, de la tendencia que sea, va a lograr penetrar la densa selva del descontento en tanto no entienda y comparta las tragedias cotidianas que sufre la población. No se trata de hablarle a un micrófono. O hacer declaraciones a los medios. Es asunto de escuchar, de hablar al verdadero interlocutor de la conversación ciudadana. Siento decirlo, pero así como jamás veo en las colas a los dirigentes oficialistas, tampoco están allí, calándose el calorón, el disgusto y la humillación, los dirigentes de oposición. Los leo en la prensa, los veo en la televisión, los escucho en la radio. Pero no me los cruzo jamás en las sucesivas colas en los mercados, las farmacias y cualquier tipo de expendio de lo que sea. No generan entonces empatía, que en momentos como éstos que transitamos es mucho mas importante que la simpatía.
Tanto como sé que al gobierno le da lo mismo el sufrir del pueblo, sé que a muchísimos dirigentes de oposición sí les importa. Entonces, pregunto: ¿dónde están? La política no se hace hoy en oficinas. Se hace en la calle.
Estoy segura, porque los conozco, que muchos líderes de oposición leen estas líneas y concuerdan con lo que digo. Y a ellos va mi consejo: rebélense ante quien sea que los esté haciendo desperdiciar tiempo y recursos en ridículas reuniones en oficinas “estratégicas”. Salgan para las calles, hagan las colas, háblenle al pueblo bajo el calorón. El pueblo, señores, está acalorado, muy acalorado.
Así ganarán votos y apoyos. Así ganarán elecciones. Y lograrán algo mucho más importante: el pueblo, ya sin distingos socioeconómicos, creerá en ustedes. Sin ello, la causa de la verdadera democracia está perdida.
soledadmorillobelloso@gmail.com
@solmorillob
Soledad tiene razón en el planteamiento pero yo veo a Henrique luchando, a Leopoldo, Scarano y otros líderes presos, a Chuo peleando…Ledezma y Ma. Corina no se diga…entonces ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué no se logran los objetivos? ¿Será que los ciudadanos no acompañamos a nuestros líderes? ¿Les falta poder de convocatoria? Puede ser…sigamos indagando pero mientras tanto metamos el hombro como mejor sabemos hacerlo.