¿Autosuicidio? – Laureano Márquez

Publicado en Tal Cual

Por: Laureano Márquez

Si no es la CIA, ni los chinos, ni Uribe, ni Dilma -que está bastanteLaureanoNota-300x180 ocupada acabando con su propio país-, entonces somos nosotros. Mientras escribo estas líneas, una calima espesa domina el horizonte. Venezuela arde por los cuatro costados. Las imágenes de los horrores se vuelven cotidianas: arde el país, los delincuentes, la economía, la calle.

Aquí tiene que estar pasando algo: un experimento extraterrestre, un ensayo de la CIA sobre la destrucción de la humanidad, unas emanaciones radiactivas que pasaron desapercibidas o unos aliens que nos colonizaron. Dejémonos de vainas, ningún país se “autosuicida” de esta manera (para usar la expresión que llevó a CAP a decir: “¡Caramba, cada vez me parezco más a Cayito!”). Somos la nación en la que se dan cita las peores cifras del planeta Tierra: la inflación más alta, la inseguridad más alta, la corrupción más alta, la peor economía del mundo. ¿Cuál es el plan detrás de esto? Alguien tiene que explicarnos. Profesor Straka, Dr. Carrera, profesor Pino: hablen ahora o callen para siempre. ¿Fue algo en nuestra historia? ¿Fue lo de Diógenes Escalante? ¿Cuándo nos deschavetamos? ¿Cuándo Venezuela perdió la razón? ¿O nunca la tuvo?

Si alguien quisiera plantearse cómo acabar con un país, el estudio de Venezuela es materia obligada. A veces pienso que en verdad hay un plan, que no se puede ser tan incompetente por casualidad o accidente, que no se puede seleccionar tan pésimo gabinete sin un cuidadoso examen de medición de incapacidades para escoger a los peores, a los que más daño puedan hacer. ¿Será esto obra de algún enemigo? ¿Será una pesadilla colectiva de la que vamos a despertar con Caldera gobernando, justo el día antes de las elecciones de 1998 y entonces, con lucidez, rectificaríamos todo lo malo del pasado sin lanzarnos al tobogán de la autodestrucción?

¿Quién gana con todo esto? Los corruptos ganan y mucho y eso se entiende, pero ajá, ¿qué van a ganar con propiciar un infierno (del que huyó hasta el Diablito, como dibuja Edo)? ¿Dónde se van a gastar los reales robados si están siendo investigados por todos los organismos internacionales? Tienen que gastarlos aquí. ¿Cómo van a vivir en este infierno? ¿Cuántos escoltas van a necesitar? ¿Van a cerrar Los Roques cuando quieran ir a la playa? Pueden traer comida cara de EE.UU. en aviones militares, está bien, pero ¿y cuando esos aviones no puedan volar? ¿Cuando queden varados por repuestos? ¿Cuando los embarguen como pago de deuda? ¿Cómo van a traer la comida de ustedes? ¿Y cuando se enfermen? Señores corruptos: no les voy a decir que no roben -sería ingenuo en un momento de raspe de olla-, pero miren: no les conviene robárselo todo, por vuestro propio bien. Les conviene que esto medio funcione, entre otras cosas para seguir robando. Véanlo con inteligencia: la destrucción del país no es negocio para nadie, ni para ustedes, queridos andorranos.

¿Gana Colombia? ¿Podríamos pensar que los últimos 17 años son obra de la mente malvada de Uribe? Eso explicaría lo de la partida, claro está. Lo que no entiendo es qué gana Colombia con nuestra destrucción. OK. Gana inversiones: las empresas se están mudando para allá. Pero más allá de eso, la destrucción de Venezuela afecta a toda la región. No es negocio para el vecindario que se queme la casa de un vecino. Quien crea que saca ganancia de ello es un estúpido. Y Uribe, para ser malo, tiene que ser inteligente, frío y calculador. No, no es Uribe. ¿Acaso Brasil? Tampoco creo, ya se ganaron todos los reales con nosotros. Los chinos, menos, ya son dueños del país a futuro como por mil años, ¿para qué destruir su propiedad? Más bien están cuidando sus intereses y tendiendo puentes con otras opciones políticas para continuar siendo dueños cuando esto cambie. Bolsas no son.

Si no es la CIA, ni los chinos, ni Uribe, ni Dilma -que está bastante ocupada acabando con su propio país-, entonces somos nosotros. Mientras escribo estas líneas, una calima espesa domina el horizonte. Venezuela arde por los cuatro costados. Las imágenes de los horrores se vuelven cotidianas: arde el país, los delincuentes, la economía, la calle… Arde la vida, se nos quema el alma del dolor de contemplar tanta debacle. La esperanza humea. Es verdad que los países pueden caer infinitamente, que fondo no hay, pero pónganse la mano en el corazón, señores conductores: ¿hasta dónde lo van a dejar caer? ¿Qué dividendos esperan sacar de este fracaso? Ya todos perdimos todo, de una u otra manera. Es hora de negociar la reconstrucción. Lo otro es, como diría CAP, un autosuicidio, obra de nosotros mismos.

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