A pesar de la rotunda derrota electoral sufrida el 6 de diciembre, el chavismo sigue hablando del pueblo como si fuera cosa suya. En realidad, el Gobierno no está peleando con Ramos Allup. Confronta con el Ejército que le dio el “golpe electoral” el 6 de diciembre
¿4 de febrero o 13 de abril? El presidente Nicolás Maduro se equivoca al equiparar ambas fechas. A cuatro días de sufrir una estruendosa derrota electoral, montado sobre un camión a las afueras del palacio de Miraflores, el mandatario propuso a sus seguidores “vivir un nuevo 4 de febrero, un nuevo 13 de abril, un renacer de esta fuerza popular en la revolución bolivariana”. Pero no es lo mismo. El 4 de febrero de 1992 se perpetró un golpe militar que no contó con el apoyo de la “fuerza popular”. Resultado: Chávez fracasó y terminó preso. El 13 de abril de 2002, militares y civiles se levantaron para revertir un golpe de Estado que tampoco tuvo en la calle nadie que lo defendiera. Conclusión: Chávez retomó el poder y gobernó hasta su muerte. En el plano discursivo, Maduro trata de remedar el 4 de febrero. Por ahora. Ataca a la nueva mayoría de la Asamblea Nacional, anuncia que desconocerá sus decisiones, atiza la llama de la confrontación. Se entretiene peleando con Ramos Allup. Y nuevamente se equivoca. En realidad, no está desafiando a 112 diputados, sino a casi 8 millones de venezolanos.
El jefe de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, carga contra sus gobernadores y alcaldes por no respaldar a las comunas y los consejos comunales. Los señalados podrían preguntarle al gran cuestionador: ¿Y qué hizo usted para impulsar el “poder popular”? Luego de la aplastante derrota, ensayan una pantomima de parlamento comunal. La enésima burla a las bases del chavismo. La idea no es darle poder a las comunidades sino desvalijar al Estado. Desde Twitter, Juan Barreto dispara. “Debimos transformar la AN en una institución formal y sin importancia creando nuevas instituciones de democracia directa. ¡No lo hicimos y ahora derrota!”, se lamenta. Ya los diputados oficialistas no hablaban de “parlamentarismo de calle”. La cúpula chavista jamás ha estado dispuesta a ceder un ápice de poder. Gracias al PSUV, la “nueva geometría del poder” murió al nacer. Igual, el pueblo manso siempre estará allí. Después los usamos, habrán pensado. Ni socialismo ni transferencia de competencias a las comunidades ni más poder para el pueblo. Neveras, cocinas y canaimitas. ¡Independencia y taxis chinos, viviremos y venceremos! Pero fueron vencidos.
Maduro habla como si fuera mayoría. Peor aún, como si la gente le creyera. Viene de perder una elección por más de 2 millones de votos y amenaza al futuro Parlamento con echarle el pueblo encima. Se niega a aceptar el 6 de diciembre de 2015 y parece estar viviendo el 13 de abril de 2002. El líder de la revolución añora a Pedro Carmona Estanga. En 2008, tras perder la alcaldía de Petare con su pupilo Jesse Chacón, Chávez atribuyó el revés al voto negativo de los ricos que vivían en zonas que “están llenas de campos de golf”. Maduro debe estar buscando hoy quién le abrió los 18 hoyos en El Valle, Catia, Caricuao y Guatire. “No le vamos a permitir a la derecha que consolide su golpe electoral”, advierte el jefe de Estado. Un “golpe electoral” que tiene mucho pueblo. No como aquel golpe militar del 4 de febrero.
Seguimos haciéndole el juego a Maduro, nos pone los trapos rojos de sus declaraciones y entonces dejamos de hacerle las preguntas pertinentes a la economía, esa que está a punto de estallarnos en los estómagos, en los hospitales, en las calles. Si, sé que el tema militar esta candente, que las presiones de Cabello hacen mella en una oficialidad abrumada por sus propias carencias y que no quieren salir a reprimir a pueblo alguno. Son días muy duros para los Venezolanos y este pedazo de historia no deberíamos escribirlo con sangre. No.
Soy Francisco José Santos Gómez