Por: Soledad Morillo Belloso
José Vicente Rangel asentía en concordancia a todo lo que Luis Vicente León le apuntaba. Pero al terminar la entrevista y al pasar a los proverbiales confidenciales, tiró al tacho de la basura todo lo anterior y procedió a decir cosas que apuntalaban todo lo contrario. Tiempo perdido. Loro viejo no aprende a hablar.
Hay que quedarse con buena parte de lo que dijo Luis Vicente. A mi humilde juicio, se quedó corto en su análisis de la situación y en la prospección. Pero habló para los liderazgos de gobierno y oposición. Ojalá ambos le escucharan. Ambos están débiles, ambos no consiguen escuchar bien a la sociedad, ambos, creo, pueden haber caído en el terrible error de mirarse el ombligo. Empero, los riesgos son mayores para el que está en el poder, aunque sienta que está en control de todo. El gobierno tiene la chequera, las instituciones, las armas, los puertos y aeropuertos, las carreteras y….. Un larguísimo etcétera. Y eso lo hace lucir poderoso. Pero no lo es porque cada día que pasa pierde el aplauso de la gente. El gobierno está aburrido. Y vaya si los venezolanos están aburridos del gobierno. Y la oposición tiene lo más importante que hay en política: Oportunidad.
El silencio del liderazgo opositor produce angustia. Es cierto que es sometido a una mordaza, que los medios le dan poco espacio y el veto es indismulable. Pero cuando consiguen hablar, cuando los dejan y no los vetan, nada dicen lo suficientemente importante como para lograr penetrar en la ya gruesa piel de una ciudadanía que está harta de frases hechas, palabrería cursi y discursos patrioteros baratos con los que es empapada diariamente. Por Dios, parece que la creatividad se fue de viaje. Y se llevó en la maleta a la capacidad para la empatía. Y del impacto. Eso que en inglés se conoce como el “Wow factor”, eso que logra atravesar la intrincada selva de la hiper comunicación. Es el mensaje. Y es lo que digo, pero más importante aún, lo que la gente hace con lo que digo. Marketing político 101. No es cómo me veo en espejo, es cómo me ve la gente. Y lograr que se unan los puntos. Los populistas construyen una imagen ficticia pero que se vende porque la pintan encantadora. La gente la compra porque desea ilusiones. Las personas luego se desilusionan y brincan al jardín de al lado buscando otro que le prometa una nueva ilusión. Un círculo vicioso basado en la manipulación, en el manoseo de las emociones.
No hay gobierno populista en la historia de la Humanidad que haya logrado desarrollar a la sociedad. Logran sí seducir a las multitudes. Se apropian de todo y reparten. Lo disfrazan de justicia social. Dicen que es la justa repartición de lo mucho que hay. En realidad no es así. Ni producen evolución ni reparten equitativamente. Se quedan con el caviar y lanzan arroz partido. Y usan en abundancia la palabra gratis o precio justo. En realidad nada es gratis. Porque si los fondos provienen del erario pues ese dinero es de los ciudadanos. No del gobierno. Así las cosas, nada hay que agradecerle al Presidente de turno, o al ministro, o al gobernador, el alcalde, el diputado o el funcionario, como no sea como un gesto de civilizada cortesía. Cada vivienda que otorga el gobierno no es gratis, ni para quién la recibe ni para quienes en realidad la pagamos, es decir, todos los ciudadanos. Y hay una profunda injusticia implícita en esas “donaciones” que no implican contraprestación monetaria. Por cada familia a la que se le adjudica una vivienda, ¿cuantas familias hay que no recibieron una en igualdad de condiciones?
El populismo, amigo lector, se vende como lindo y recurre a un conquistador lenguaje cuchi, edulcorado y saborizado artificialmente pero en los hechos es profundamente injusto y generador de inequidades y desigualdades. Perjudica la salud ciudadana y destruye elcapital social. Y hace publicidad engañosa, por cierto con énfasis en la técnica aplicada por el capitalismo más ruin y salvaje.
Daría media vida, o lo que me queda de ella, por ver en acción un liderazgo político que le declare la guerra al populismo. Quiero líderes que acaben con esta asfixia.
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