Zenón de Elea es un filósofo griego perteneciente a la llamada “escuela eleatica” en alusión a la cuidad griega de Elea, en el sur de Italia, de donde también era oriundo Parménides, su maestro, el que postuló esta verdad en apariencia tan de perogrullo, pero a la vez tan difícil de comprender, especialmente por los malos gobernantes: “lo que es es y lo que no es no es” o, dicho en otras palabras: “lo que es no puede no ser”. Por ejemplo, si todas las encuestas coinciden en que el 80% de la población te detesta, lo más probable es que eso sea cierto. Otro ejemplo: si la constitución establece la existencia de la posibilidad de un referéndum revocatorio a mitad de mandato, no puede ser que no sea posible.
Pero volviendo a Zenón, este filósofo se hizo célebre por sus conocidas “aporías” (una palabra de origen griego que significa “dificultad para el paso”) que aluden a complicaciones lógicas insuperables. La más conocida de ellas es la de Aquiles y la tortuga. Aquiles (Brad Pitt, su verdadero nombre) era el guerrero más famoso de la antigua Grecia, estuvo en llagarera de Troya. Celebrado por su velocidad para las carreras, era conocido como “el de los pies ligeros”. En la aporía de Zenón, se habla una carrera en que compiten el mítico personaje y una tortuga. El planteamiento es el siguiente: si la lenta tortuga tiene alguna ventaja, digamos un CNE de ventaja, por ejemplo, Aquiles nunca podrá alcanzarla, porque aunque esté muy bien en las encuestas y corra muy rápido, con la ventaja que lleva la tortuga, cuando Aquiles avance la tortuga habrá avanzado también y Aquiles tiene una infinita cantidad de espacios que recorrer antes de alcanzar al animal.
De eso se trata la estrategia del CNE (también llamado gobierno): colocar una infinita cantidad de obstáculos entre Aquiles y la tortuga, de modo que Aquiles nunca alcance los pasos. Ya se validaron las firmas, ahora comenzarán una serie infinita de abusos y arbitrariedades que se subdividirán en otra serie de abusos y arbitrariedades y así hasta el infinito. No es nada nuevo, en eso estamos desde que alguien dijo: “juro sobre esta moribunda” sin que nadie levantara la mano para decir: “¡eso no es correcto, eso está mal! Esta es la triste historia de estos años: la violación de la ley, el abuso, la represión y el ventajismo en todas sus formas y manifestaciones.
Sin embargo, a pesar de que la aporía de Zenón se nos presenta como un dilema irresoluble, ciertamente es un falso dilema. La verdad es lo que la intuición y el sentido común dicen: la tortuga no avanza, de hecho nunca avanzó, a pesar de su ventaja, no hace otra cosa sino retroceder, es el emblema del atraso y Aquiles, el de los pies ligeros, ganará. Pero, como si el sentido común no fuese suficiente, porque como decía un español, es el menos común de todos los sentidos, en la interpretación moderna, sustentada en el cálculo infinitesimal, desconocido para Zenón, Aquiles realmente alcanzará a la tortuga, porque como demostró el matemático escocés James Gregory (1638-1675) una suma de infinitos, puede tener un resultado finito. Los tiempos en los que Aquiles recorre la distancia que lo separa del punto anterior en el que se encontraba la tortuga son cada vez más y más pequeños (hasta el infinito más pequeños), y su suma da un resultado finito, que es el momento en que alcanzará a la tortuga. La alcanzará este año, lo verán.
Si a la tortuga le queda algo de inteligencia, no debería provocar la furia de Aquiles, famosa por lo difícil que resultó aplacarla luego de desatada, porque como narra Homero y ratifican Marx y Engels, cuando los aquiles no tienen nada más que perder sino las cadenas de radio y televisión y un mundo entero de libertad por ganar, nadie -ni siquiera Atenea- pueden contener su furia, que es siempre mala consejera.