Por: Andrés Miguel Rondón Anzola
Quedará grabado en la historia de nuestro país que el control cambiario de la era chavista ha sido la peor política económica alguna vez implementada en nuestro pedazo de trópico. Sé que para muchos de ustedes esto sonará exagerado; en el irónico mar de petróleo en el que nos estamos ahogando, ante tanta miseria moral y política a la vista de todos, ante tanta decrepitud, es difícil identificar cuál de los tumores de nuestro cuerpo causó la enfermedad; que, además, venía de antes. Sin embargo, si vemos la narrativa económica de nuestro país como una historia de desatinos y despilfarros, CADIVI, por las razones que ahora mencionaré, sin duda es el nadir de ambos bandos. Pues fue la más grave miopía económica durante la más grande bonanza petrolera… Defenderé este mi argumento en cinco puntos.
El subsidio a los importadores
Considerando que el Banco Central, a través del control cambiario, al hacer ilegítimo el mercado libre de divisas, fija una tasa de cambio artificialmente sobrevaluada, y que los importadores que tienen acceso a esta tasa oficial por lo tanto compran dólares relativamente baratos, es pertinente ver a CADIVI como un subsidio al sector importador de la economía. Dicho subsidio lo pagaron nuestros impuestos y la renta petrolera. Existen economistas que argumentan que este subsidio puede ser bueno: si la política económica se enfocase en financiar la importación de factores de producción de imposible fabricación nacional, el control cambiario lograría galvanizar la industrialización doméstica e invitaría de esa forma mayor crecimiento y menor desempleo. Esto, sin embargo, como bien sabemos no fue lo que ocurrió –ni siquiera lo que se intentó buscar–: fueron los rubros más básicos, aquéllos que bien pudieron haber sido fabricados en el país, como los del sector alimentario o farmacéutico, por los que una mayoría de los dólares CADIVI fueron otorgados. Esto me lleva a mi segundo punto.
La economía de puertos
A pesar de que la renta petrolera fue en exceso usada para financiar esta política, CADIVI en definitiva no es sino el antónimo del llamado aforismo de la siembra del petróleo. Bien se sabe que cualquier política comercial que beneficie a las importaciones en mayor medida que a las exportaciones perjudica a la industria nacional — por ejemplo, un país que importe sin tarifas pero que exporte a países que las tengan. En criollo: nadie va a comprar frijoles venezolanos si los brasileños salen más baratos. No es sorpresa que abastecimientos como MERCAL (de los mayores beneficiarios de CADIVI) vendan mayoritariamente productos importados. Consecuencia: se benefició el consumidor nacional a costa del productor nacional, aumentó nuestra dependencia del petróleo y se echó a perder el cuento de la soberanía alimentaria.
La intención populista
No seré el primero en decir que este tipo de políticas económicas responden a una agenda populista. Es fácil ver por qué teniendo en cuenta el punto pasado. Esta clase de proyectos pareciera que tiene fines únicamente a corto plazo: el incremento del poder adquisitivo del venezolano. No cabe duda que CADIVI es el gran responsable, a través de MERCAL & Co, del aumento del poder adquisitivo del venezolano promedio en esta última década, especialmente de aquél que viene de los sectores populares. Con una moneda sobrevaluada, los frijoles brasileños terminan siendo más baratos que los venezolanos de antaño.Por otra parte, el gobierno ,teniendo libre elección sobre a qué rubros subsidiar a través de CADIVI, tiene la culpa de haberse decidido siempre por los rubros más básicos — es decir, aquellos que componen la canasta básica y que por tanto, aumentan directamente el poder adquisitivo. Esto inescapablemente responde a una intención politiquera, electoral, pues nadie en su sano juicio daría al pueblo el pescado a costa de los pescadores; el pescado ajeno, además. Por lo tanto CADIVI de socialista no tiene nada; pensar que el socialismo busca regalar por regalar y repartir por repartir es una ofensa a los verdaderos socialistas. Al contrario, CADIVI no es otra cosa que el peor capítulo de la historia clientelista de nuestra política nacional.
El mercado negro: consecuencias macroeconómicas
El efecto más nocivo de CADIVI, sin embargo, fue el mercado negro que incitó. Bien sabemos sobre los altos índices de premia (de un 800% hasta más de un 1000%,según se quiera ver) a los que este mercado llegó. Ahora, la existencia de estas premias tan elevadas tiene varias consecuencias negativas en la economía. Por un lado, de la misma manera que el control cambiario puede verse como un subsidio a los importadores que reciben el dólar preferencial, aquél también podría verse como una tarifa para los importadores que no lo reciben. Es decir, las compañías importadoras o que requieren de importaciones que no recibieron CADIVI deben acudir al mercado paralelo para lograr sus funciones, cosa que aumenta sus costos generales y por tanto los precios de sus productos. Esto explica por qué, a pesar de que ciertos rubros importados disminuyeron en precio real (como ciertos alimentos y medicinas) en otros (como artículos dispensables o de lujo) éste aumentó estelarmente. Esto en definitiva implica que a pesar de que ciertos venezolanos vieron su poder adquisitivo mejorado, para otros deterioró notablemente. Sin embargo, más dañina aún fue la aparición de un desabastecimiento generalizado a partir de la tardía o inconclusa otorgación de divisas para compañías, como la Polar, que las requerían; la paulatina desaparición de las reservas extranjeras gracias al costoso y continuo subsidio antes mencionado; la desindustrialización nacional; la constante erosión de la moneda a partir de las fluctuaciones en el mercado paralelo; la inevitable explosión económica que ahora estamos sintiendo, por culpa de la escasez de divisas además de la presión del mercado paralelo; y, en definitiva, el fin del ciclo populista que se evidencia en la devaluación oficial, el súbito deterioro del poder adquisitivo y la inflación rampante.
El mercado negro: la corrupción
En términos ideológicos CADIVI sufre doblemente de vacuidad: primeramente en que sus pretendidas intenciones son populistas, después en que sus intenciones ulteriores son hipócritas. Los mayores beneficiarios de CADIVI fueron los cleptócratas – los corruptos. Como señalaron Edmée Betancourt y Jorge Giordani en su momento, en el 2012 alrededor de 20 mil millones de dólares fueron otorgados a empresas de maletín ¡Léase bien: 20 mil millones de dólares en un año! Es decir, al final del ciclo populista CADIVI era más un subsidio a los corruptos que a los importadores; mientras tanto, empresas productivas como la Polar, los periódicos o las aerolíneas no recibían divisas. La verdadera división del país terminó siendo ésta: los venezolanos que tenían acceso a CADIVI y los venezolanos que no. Esta división resultaría ser más antagónica que la social de la que tanto se habla: pues mientras a estos le importaba la fortaleza del bolívar, a aquéllos lo que les importaba era el precio del dólar en el mercado negro. Una fantasmal industria de alrededor de 20 millardos de dólares continuamente apostando a la devaluación del bolívar en el mercado paralelo, debe tener consecuencias monetarias inestimables. De este lado, los importadores tradicionales desatendidos y el 87% de la población que no tiene acceso al crédito y por tanto a CADIVI. De aquél, los importadores asociados al chavismo, y los burócratas que otorgaban los dólares, ambos buscando incrementar la premia del paralelo y por tanto sus márgenes de ganancia. Los importadores chavistas, a través de lo que sin duda debe calificarse como un cartel del dólar en el mercado paralelo; los burócratas a través de las diversas coimas que montaban para adelantar los procesos o dejarse sobornar. Gran parte de la elevadísima premia del mercado negro refleja estas conductas oligopólicas y estas tarifas de soborno.
Que no quepa duda, pues, que la peor herencia del chavismo será CADIVI. Que exacerbó nuestras maneras corruptas y nuestra dependencia petrolera. Que debilitó nuestra industria y nuestra cohesión social. Que una vez más traicionó al pueblo a través del chantaje populista. Ahora que se nos desplomó en las manos, es menester que sepamos culpar a CADIVI de ser el principal responsable del trágico hecho de, tras diez años de bonanza petrolera, encontrarnos peor que antes.
Andrés Miguel Rondón Anzola
Andrés,
Me gustó mucho tu análisis, pero creo que dejaste por fuera el que en mi opinión es el peor daño que han generado Cadivi y sus primos SICAD y SITME: el daño a las expectativas y ética de los ciudadanos de a pie. No es sólo el daño a los conectados con el chavismo y su cleptocracia, sino a buena parte de la clase media.
La dedicación del venezolano en los últimos años al “cupo” es digna de un análisis sociológico. Por un lado, es inmensa la cantidad de gente que se ha dedicado a la compra y venta de cupos de viajero y de Internet, de asignaciones y bonos. Años dedicados a negociar al margen de la ley, recibiendo márgenes tan grandes como su audacia y codicia. Sobre todo años perdidos, ya que muy pocas de las “habilidades” obtenidas son extrapolables a actividades productivas, mucho menos a aquellas que pueden generar tales ganancias con tan mínima inversión y riesgo.
Por otro lado, aún los que no negociaron con asignaciones de terceros tienen ya una década viajando a ritmos no vistos en sus contrapartes del resto del mundo. Sólo en Venezuela cualquier clase media viaja(ba) una vez al año, inclusive dos y tres, al exterior, comprando y según muchos “ahorrando”. Estos ritmos artificiales de viajes y gasto, por lo general superfluo, ha generado falsas expectativas que serán difíciles de manejar en el futuro. Buena suerte al que trate de explicarle a un viajero criollo que el dólar a 4,30, 6,30 o cualquiera sea la tasa de Cadivi no es sino un subsidio a la clase media. Mejor suerte aún al que procure flotar la moneda y explique que su valor real depende de los puntos que bien enumeras en el artículo. Casi sin excepción, los venezolanos perciben que el valor real del dólar es 6,30, por lo que muchos justificarán lo injustificable para obtenerlo. Al fin y al cabo es el valor del dólar que se merecen luego de padecer tantas penurias, cortesía del Socialismo del Siglo XXI, . En su blog, Caracas Chronicles, Juan Nagel asomó, medio en broma, medio en serio, la tesis de que las protestas que tienen absorbido al país en el caos desde hace un par de meses, fueron producto de la tardanza en aprobar los cupos 2014. La verdad es que ni eso me extrañaría.
Gracias por el artículo y saludos UWCers,
HL
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