Por: Sergio Dahbar
Siempre resulta curioso la forma en que ciertas historias de la vida real se transforman en poderosas obras de ficción. Nunca olvido que uno de los cuentos de Borges que más he disfrutado, “El sur’’, nació de un accidente casero: el escritor rozó con la cabeza una ventana abierta y padeció una septicemia que casi acaba con su vida. El personaje al que le sucede lo mismo en el relato fue director de la Biblioteca Nacional, proviene de dos linajes: germánico y argentino.
Los antepasados de Borges pelearon en las guerras de independencia, aprendió primero inglés que castellano, y aunque corre tradición militar por su sangre, escoge la literaria. Los dos referentes clásicos del relato son el Martín Fierro de José Hernández y Las mil y una noches, colección de cuentos árabes medievales. Más personal imposible.
No resulta menos interesante el cuento “La noche boca arriba’’ de Julio Cortázar. Pocos podrían imaginar que ese relato extraordinario de la primera época del narrador argentino residenciado en Francia desde 1951 tiene que ver con una pasión temprana: una vespa que el escritor de Rayuela le compró a un amigo médico.
Cortázar tenía una bicicleta que se llamaba Aleluya, con la que recorría París a su antojo, sobre todo en días de lluvia. Entonces compra la vespa, para salir de París. Y llega el 14 de abril de 1953. Ese día “me puse la vespa de sombrero, para no matar a una vieja idiota que se me cruzó en una esquina cuando yo cruzaba con todo derecho y luces verdes’’.
Conclusión: la cara rota y la pierna izquierda con doble fractura. Pasa mes y medio de convalecencia, con una infección y fiebre, el cuerpo topo magullado.Vive horas de delirio y pesadilla. Y se da cuenta que tiene un cuento en la cabeza. A sus alumnos de Berkeley les contaba que a veces temía firmar los cuentos porque sentíala impresión que se los habían dictado.
Quizás los vasos comunicantes entre verdad y mentira que más me han llamado la atención en los tiempos recientes se entrelazan enLeviatán, película rusa de Andrei Zvyaguintsev,sobre un alcalde corrupto que decide expropiarle la casa a un mecánico que vive frente al mar. La película que casi gana el Oscar este año se rodó en el puerto de Teriberka, más arriba del círculo polar.
La cinta se convirtió en un suceso mundial y llamó la atención sobre el sitio donde se filmó. El fotógrafo ruso Oleg klimov viajó hasta Teriberka y publicó un reportaje en la revista independiente Russian Life, que incluye una entrevista con el alcalde real. La sorpresa es que no sólo la ficción esconde una trama de corrupción y abusos estatales: la realidad es peor.
El alcalde de carne y hueso se llama Valeri Yarantsev, y se parece muchísimo al actor que lo interpreta en la película. Pero lo más interesante es que este personaje salido de la burocracia rusa llegó a ser alcalde por un acto de osadía y autoritarismo. En 2005 Yarantsev era capitán de un pesquero y su barco se encontraba muy cerca de la isla de Spitbergen, entre el mar de Barents y Groenlandia. Dos funcionarios de la guardia pesquera noruega subieron a bordo del Elektron y descubrieron pesca ilegal. Le ordenaron que se presentara en el puerto más cercano.
Yarantsev no hizo caso. Secuestró a los guardias y se dirigió hacia aguas territoriales rusas, perseguidos por los noruegos. Lo acusaron en Noruega y en Rusia, de pesca ilegal y secuestro violento. La justicia rusa logró, después de dos años, liberar al capitán de esas acusaciones. Dos años más tarde, este señor corruptollegó a ser alcalde de Teriberka. El mismo Yarantsev, no se sabe sin con ironía o distracción, declaró en medios rusos que Leviatán se había quedado corta. Los espectadores lo sabemos.