Por: Sergio Dahbar
En 2008 esta columna iluminó la historia de Alejandro Aravena, arquitecto chileno que hoy ronda los 50 años, ejemplo notable de talento al servicio de los que más lo necesitan. Hacía tiempo que un arquitecto mediático starsystem, validado por las mejores academias del planeta y por reconocimientos extremadamente sofisticados, no ponía el acento en las viviendas para pobres. Acaba de ganar el premio Pritzker.
Chileno, estudió arquitectura en la Universidad Católica Andrés Bello (Santiago). Luego realizó estudios de posgrado en teoría e historia en el Instituto Universitario de Arquitectura de Venecia (1992/1993) y fue profesor visitante en Harvard (2000/2005).
Su trabajo ha sido premiado con el León de Plata XI Bienal de Venecia, con la Erich Schelling Architecture Medal (2006), el Mies van der Rohe Award (2000), el Iakhov Chernikhov Prize (2008) y el Global Award for Sustainable Architecture (2008).
Aravena fue escogido por la revista británica Monocle como una de las 20 personas que luchan por un mundo mejor. Sin estridencias. Sin populismo barato. Con inteligencia. Lejos de las pajareras de la Misión Vivienda. En su vida privada resulta más importante la calidad de vida que el lujo. Por eso vive alquilado en una vivienda que queda a la distancia de una canción de su oficina.
¿Qué ha hecho Alejandro Aravena para consagrarse? Desarrolló desde su estudio Elemental un sistema de casas para gente sin recursos. Pero evitó partir desde donde arrancan los populistas que quieren hacer creer que les interesa el pueblo: no pensó en bloques insufribles y asfixiantes, ni en colonias que son mataderos de mafias.
Su proyecto es tan sencillo que parece imposible: cada casa de 40 metros cuesta 10 mil dólares. Debe estar ubicada en una zona que se valore y permita el ascenso social de la gente que vive allí. Y además puede multiplicarse en espacio: de 40 a 80 metros, para crecer y convertir esa propiedad en una inversión.
Leamos a Aravena: “Cuando tienes que contestar una pregunta como la de la vivienda social, donde te piden precisión y no espectacularidad, donde te piden irreductibilidad más que despliegue de medios, ahí es donde digo ‘seamos relevantes’. Esto explica que la vivienda social no forme parte de lo que los arquitectos hacen para llegar al Pritzker o al Croquis“. Curiosa paradoja: él lo logró.
El proyecto Elemental (Doing Tank) está asociado a la Universidad Católica y a la Compañía de Petróleos de Chile (Copec). Ya ha desarrollado viviendas de interés social en diferentes zonas del sur: Iquique, Renca y Lo Espejo.
Y ha sido contactado por los gobiernos de Perú, Colombia y México para comenzar a reproducir su modelo de trabajo. También lo han llamado de Texas y Shanghai. Aravena piensa que la arquitectura debe recuperar el peso social y alejarse de la irrelavancia. Por ahí va la cosa.
Sencillo: le ofrece futuro a gente que no tiene presente. Eso vale oro. Es uno de los temas esenciales de la actualidad y cualquier agenda que tenga los pies en la tierra en América Latina debe incluir este pensamiento.
Aravena dixit. “La escasez de recursos obliga a la abundancia de sentido. Mientras que una abundancia de recursos puede llevar a una escasez de sentido: a hacer las cosas simplemente porque puedes’’. El que quiere oír que oiga.
De personalidad tímida, Aravena busca pasar desapercibido. “¿Control de calidad? El mecanismo que utilizamos en los proyectos de vivienda es preguntarnos si nosotros viviríamos allí. Si la respuesta es no, entonces no lo hacemos. Nuestras viviendas sociales no están completadas, pero permiten prosperar y tienen un estándar de clase media’’. Ese es Aravena.