Por: Floralicia Anzola
Esta mañana al escuchar a César Miguel en la radio tomé parte de sus palabras para escribir nuestro editorial del programa televisivo, para cuando se grabara la transmisión. Aquí va completo:
“ 29 años después del 4 de febrero de 1992”
Hoy hace 29 años se instaló la tiranía de la mediocridad en Venezuela
Recuerdo claramente que en la madrugada fui avisado de lo que estaba ocurriendo, extrañamente, desde Washington, por un funcionario venezolano del gobierno de Carlos Andrés Pérez y me fui corriendo a la radio, que entonces era un espacio libre y sin censura en Venezuela, para poder transmitir en ese momento lo que ocurría, la información, como siempre era, más que vital. Los venezolanos debían ser advertidos de lo que estaba ocurriendo.
En casa dejé a mi esposa, también periodista, y a nuestro bebé de menos de 6 meses.
En la emisora, empezamos a tratar de ubicar a políticos y funcionarios para obtener información. Recuerdo que en una de las llamadas, se mezcló la voz de otro venezolano, feliz, exultante comentándole a alguien que por, fín, que lo habían logrado, que ahora el gobierno de Carlos Andrés Pérez iba a caer.
Hoy, viviendo en el exilio, como millones de venezolanos, me pregunto ¿qué habrá sido de la vida de ese hombre?.
¿Estará dentro de las estadísticas que describen la pobreza extrema?
¿Habrá conseguido “enchufarse” con un cargo o un negocio con el nuevo régimen chavista?
¿Será uno de los “caminantes” en el largo peregrinaje de los venezolanos en Colombia, Perú, Ecuador, Argentina?
¿Formará parte de los militares que hacen política, más bien, se lucran desde el poder?
¿Qué habrá sido de la familia de este hombre que irrumpía en nuestra llamada, tan feliz, en la mañana del 4 de febrero?
¿Se habrá fracturado su familia en medio de las contradicciones de las expectativas creadas por el chavismo y la cruda realidad del abismo al que nos han ido llevando? Acaso, ¿alguno de sus hijos se habrá rebelado y se habrá sumado a las protestas de 2014 y a las que siguieron?
¿Habrá sobrevivido a la delincuencia, a la escasez de alimentos, de medicinas, de acceso a hospitales con recursos para atenderlo?
¿Cómo transcurren los días de ese ciudadano hoy 29 años después? ¿Se habrá arrepentido?
En 29 años, mis hijos, entonces de 9 años, 6 años, 5 años, y uno de meses de nacido respectivamente, disfrutaban del encuentro familiar los domingos, con sus abuelos, de los planes para su futuro, de una educación de calidad. Teníamos, como padres, la posibilidad de imaginarnos todo aquello en lo que podrían convertirse. Y eso, en ese país, era posible.
Sumando a una hija que nació después del golpe, mis 5 hijos, han hecho vida en otros países, con Venezuela apretada en el pecho. Con la promesa de un regreso, tantas veces defraudada por políticos ambiciosos que sólo se han visto a sí mismos, sentados en la silla del poder.
Elecciones ganadas pero no defendidas, marchas convocadas sin objetivo claro, jóvenes expuestos como carne de cañón, padres separados de sus hijos porque sus muchachos fueron apresados, muchachos cuya vida cambió por la violencia.
Falsos liderazgos, hombres y mujeres de barro, no de la arcilla necesaria para construir ese tinajero que nos contenga a todos.
Hoy desde cualquier rincón del mundo, cada venezolano recordará ese 4 de febrero, cómo fue su amanecer y cómo cambió su vida. Hacer un balance de 29 años, pasa también por nosotros, por vernos hacia adentro.
Ha cambiado el país que fuimos, hemos cambiado nosotros, pero dentro llevamos la semilla del país que queremos que sea. En el café de las mañanas, en el trecho del camino que falta, en la espera de ser atendidos, en la fila de gasolineras, con los zapatos roídos por los días sin detenerse, en el logro obtenido en otra frontera con esfuerzo honesto y propio, en el uber o el glovo desde donde repartes o transportas a otros o para otros, en el graduando cuyo éxito se aplaude en otro idioma. En todos ellos sobrevive una promesa.
Los venezolanos somos ese territorio que colinda por el norte con el Mar Caribe, con Colombia por el Oeste y el Sur, con Brasil también, por el sur y con Guyana por el Este. Los venezolanos somos esa patria, que es mucho más que un territorio, donde quiera que recibamos hoy el amanecer”