8 de diciembre. Tenemos un compromiso importante con el país. Tenemos unas elecciones municipales donde vamos a elegir alcaldes y concejales. Sin embargo, más allá de lo puntual que significa esta elección, hay otro valor muy importante. Son unas elecciones que se dan en una circunstancia política singular. ¿Cuál es esta circunstancia política?
Desde la muerte de Hugo Chávez, y antes inclusive de esta, la revolución había visto cómo se daba una merma importante en su caudal electoral. El mismo Hugo Chávez, ganando las elecciones en octubre del año pasado, vio como se redujo considerablemente su votación. A ello contribuyó toda esa manipulación que se hizo con el tema de su enfermedad y su posterior muerte. Luego de haber ocurrido esta, Nicolás Maduro dilapida de una manera dramática la herencia de votos en las elecciones de abril cuyo resultado, como sabemos todos, ha sido abiertamente cuestionado.
No hay razones para dudar que esa merma ha continuado, sobre todo dada la pésima gerencia, la errática gerencia, la estridente gerencia política que ha hecho el señor Maduro en estos meses, cuando ha estado ya por su propia cuenta y riesgo.
Si usted no está de acuerdo con lo que vive el país, si usted no está de acuerdo con el Gobierno, usted está en la obligación de votar, usted está en la obligación de incrementar ese caudal de votos en contra de los que pueda arrastrar el chavismo.
Fíjese usted. Hay algunos que argumentan que se van abstener porque hay un fraude evidente. Nada ha comprobado que el voto no sea secreto. La misma actitud ambivalente del Consejo Nacional Electoral en este sentido nos comprueba que el voto en efecto es secreto.
El Consejo Nacional Electoral tiene esta actitud ambigua porque quiere de alguna manera chantajear al elector dependiente del oficialismo -sea por vía de las misiones, sea por vía de algún cargo público-, de que se sabrá su voto sino lo consigna por el oficialismo; mas es falso.
Un tuit que leíamos en estos días decía: “Yo soy la mejor prueba de que el voto es secreto, soy empleado público y no me han botado”. A parte de este elemento hay otro importante. Esta persona, este ciudadano que de alguna manera depende de su quince y último del Gobierno, es arrastrado a votar, según lo hemos visto en recientes reportajes a propósito del Frente Francisco de Miranda.
La abstención en el caso del oficialismo puede estar controlada, más no así en el caso del voto opositor. ¿Qué gana usted si se abstiene en estas elecciones? Ese voto que usted no da, ¿Adónde va a ir?
Además que se ha comprobado que si usted no va y queda ese reglón en blanco en el libro, allí es donde precisamente, a la hora de alguna eventual trampa, pueden rellenar y utilizar su espacio. De manera que no ceda usted en eso.
Por otra parte, si usted está en contra de lo que está ocurriendo, si usted quiere salir de una situación como esta, ¿cómo es que usted se va a quedar callado? ¿Cómo es que se va a quedar en su casa? ¿Es que ya se resignó? ¿Ya usted se rindió?
Es cierto que es el momento del hastío, del cansancio, porque ha sido una brega ya demasiado larga. 15 años son tres lustros que pesan un quintal. Pero no es el momento para rendirse.
Piense en usted, piense en su familia, piense en sus hijos y VOTE.
No tiene usted otra opción.
VOTE.