Mientras el Consejo Nacional Electoral sigue con la mamadera de gallo con la MUD y con todo el país, dándole largas y más largas a solucionar el tema de las firmas para el referéndum revocatorio, Venezuela se consume en una guerra. En realidad en dos guerras. Porque hay una muy puntual que ha identificado el propio presidente Nicolás Maduro. Le citan en Tal Cual: “Le venimos a rendir tributo a un militar que cayó en una guerra”. ¿De qué habla el presidente? Habla del asesinato del Mayor General Velásquez. Como recordarán, el general retirado fue asesinado el pasado fin de semana en su automóvil, en Santa Mónica, Caracas. Fue asesinado por unos motorizados, en lo que el general González López, Ministro del Interior, definió como un sicariato selectivo.
Volvamos a Maduro: “A las dos horas de asesinado de nuestro líder, mártir, hermano ya teníamos la pista firme y por ahí nos fuimos. Al amanecer del domingo ya habíamos localizado a los responsables por vía electrónica. Di la orden de que los autores materiales y cómplices del crimen de Velásquez deben ser capturados vivos. Sea quien sea, tengan el apellido y nombre que tengan los vamos a capturar y los voy a poner presos”.
Esta cita del presidente tiene dos detalles a subrayar. Ya Velásquez, para el chavismo, es un líder, un mártir. Es el mismo fenómeno, ocurrido, por ejemplo, en el caso de los asesinatos de Sierra y Otaiza; hechos de sangre que el gobierno tiñó de connotación política aunque no la tuvieran. Y el otro detalle, más grave aún, es que Maduro da la orden de que sean capturados vivos, con lo cual está reconociendo que, aparentemente, hay ordenes de captura como en las viejas películas del oeste, vivos o muertos. ¿Y el Estado de Derecho, presidente? Poque tenemos entendido que en el país no existe la pena de muerte. Los quiere vivos, como en esas películas, para “sacarles” alguna verdad.
Agrega: “Al general Velásquez lo seleccionaron como objetivo porque se puso al frente de este proyecto militar chavista”. El ser chavista, según esto, es causa de muerte en esta guerra tan particular que él ha definido e inventado. Acusó al director y subdirector de la Alcaldía de Chacao con la Embajada de EEUU. “Son centros de crimen. No porque Ramón Muchacho ponga la cara de bobo que pone creo en sus declaraciones. No creo en esa cara de bobo. Ellos son expertos en poner cara de bobo. No lo estoy juzgando. Sé bastante de sus vínculos con bandas de la muerte”.
No deja de ser curioso este asesinato. No porque sea un caso aislado porque, lamentablemente, en este país los asesinatos -sicariatos o no- son la orden del día, sino porque, a cuenta de que es un general de tan alta jerarquía, ser asesinado en esas condiciones levanta suspicacias, sospechas. ¿Qué hay detrás de este crímen? ¿Quién ordenó el sicariato? ¿Por qué? Debería haber una investigación seria y objetiva que llegase, en efecto, al fondo de este misterio.
Al principio hice alusión a dos guerras. Esta es una, la de la inseguridad. Pero la otra es la de nuestra penuria cotidiana, la guerra de nuestro bolsillo con la realidad. La Conferencia Episcopal ha dicho: “Hay que actuar pronto, la gente está muriendo”. ¡Claro que está muriendo, y de hambre! Resulta que la Canasta Básica en un año pasó de 38 mil bolívares a 256 mil. Para ser exactos: Bs. 256.146,79. Se necesitan 22, 1 salarios mínimos para cubrir el mes. Y la diferencia entre los precios regulados y los del mercado es nada menos que del 2.681,70%. Un despacho de la Agencia France Press, publicada en Runrunes, informa: “El bolívar se ha devaluado 60% en apenas tres meses”. Ahonda la nota: “El bolívar se devalúa aceleradamente ante un dólar cada vez más escaso en una economía arrasada por la recesión e inflación y que ya carece de 80% de los alimentos básicos.”
Ante este panorama reparamos en el gran titular de El Universal. Habla el Vicepresidente de Economía Miguel Pérez Abad. Insiste en que en seis meses mejorará la oferta de productos. Y afirma: “La producción crecerá y el mercado especulativo de divisas será regulado” Casi como traspasar el espejo de Alicia para caer en su país de maravillas. Por lo pronto, Pérez Abad pide textualmente: “Un poquito de paciencia”
¿La tendrá usted?