Ayer el señor Villegas convoca una cadena de radio y televisión y da un comunicado oficial para hablar de la salud del Preseidente Chávez. Informa que ha sufrido una infección respiratoria y dice: “De acuerdo con el criterio de los facultativos, este tipo de dolencia es una de las secuelas que se presentan con mayor frecuencia en pacientes que han sido sometidos a cirugías complicadas (…) el reposo será por varios días y debe recibir con la mayor rigurosidad el tratamiento médico prescrito, con el propósito de mantener la estabilidad de los valores de sus funciones vitales de las que goza actualmente”.
A lo largo de este año y medio, desde que el Presidente anunciase desde Cuba que tenía cáncer, el secretismo ha sido la constante. Nunca se le ha dicho la verdad abiertamente, con suficiente información, a los venezolanos. Nosotros tenemos derecho a saber qué ocurre con la salud del Presidente. Como se ha dicho, su salud es un asunto de Estado.
Se nos dijo, luego de la operación, que el Presidente estaba bien y que estaba en su habitación; lo dijo Nicolás Maduro. Luego nos enteramos que no fue así: que ha estado en un post-operatorio difícil, complicado. Y ahora se nos revela que tuvo una infección respiratoria y, de nuevo Villegas, “esto es normal en pacientes que han sido sometidos a cirugías complicadas.”
El detalle está en que no sabemos cuán complicada ha sido la cirugía, porque sencillamente no sabemos cuál fue la cirugía. De hecho no sabemos dónde está el cáncer del Presidente, ni en qué estado está ese cáncer. Sólo sabemos, por confesión del propio Presidente, que células malignas volvieron a aparecer en la misma zona donde fue operado hace ya cierto tiempo.
De manera que el Gobierno sigue manteniendo a la población en el limbo, porque los informes, los comunicados oficiales del Ministro de Comunicación, no dicen mucho. Pero esta ha sido la norma.
Mientras acá en el país, mar Caribe de por medio, el panorama político empieza a tomar otro rumbo. Pareciera que ya nadie espera al Presidente de la República. El señor Diosdado Cabello fue ayer el vocero, en tanto autoridad máxima en el país del PSUV, y dijo, con relación al 10 de enero, que esa no era una fecha definitiva, subrayando repetidas veces que se trataba de una opinión muy personal. Qué insinuaba con esa personalísima afirmación no lo sabemos, pero la Constitución, que no admite discusión, sí establece el carácter definitivo e inamovible de esa fecha crucial: el 10 de enero termina el actual período de Gobierno; ni un día más, ni un día menos.
Por otra parte, Juan Manuel Santos –el mejor amigo del Presidente en estos últimos tiempos– ha dicho -leo la primera página de El Nacional-: “El mandatario colombiano dijo que espera que en el caso de un eventual remplazo del Presidente Chávez, si llega a haberlo, sea sin perturbaciones. Dijo que sería terrible que la transición no fuera fácil y generara problemas con la región. “Chávez es un factor de estabilidad en este momento, aunque uno puede estar en desacuerdo con las cosas que propone para su país”.
Ya marca, pues, distancia con relación a Chávez –“estamos dispuestos con el que sea a entendernos”-. Pareciera que ya le están diciendo “adiós” al Presidente, no sólo sus seguidores, sino también buena parte del sector político que le adversa en el país y muchos de sus amigos, más allá de nuestras propias fronteras. Eso, sin duda, deja un panorama complejo, muy oscuro, para este 2013 que ya está a la vuelta de la esquina.
El 2012 se nos fue como demasiado rápido. Hace nada comenzó y ya prácticamente se nos ha ido. Y el 2013… ¿Cómo vendrá el 2013? ¿Qué le espera a Venezuela en el 2013? ¿Quién nos gobernará y cómo nos gobernará en el 2013? ¿Logrará el Presidente asumir el poder? Y si no es así, ¿qué ocurre en el país? ¿Qué ocurre con la crisis económica que se nos avecina, con el duro panorama de escasez que tenemos por delante, con nuestra crisis financiera, con nuestro problema fiscal? ¿Devaluarán o no devaluarán?
Son tantas las preguntas y tan impredecibles y escasas las respuestas que la incertidumbre, para variar, sigue siendo la herida fundamental con la que despedimos este año para entrar en el próximo. El tunel, pues, continua.
Por lo pronto, en el mientras tanto que nos dejará este asueto, deseo para todos una Feliz Navidad.
Y nunca está demás repetirlo: ¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!
Es decir, a usted.