La prensa, en la mañana de hoy, no puede pasar por alto la circunstancia de la juramentación del presidente Barack Obama, quien ayer lo hizo ante el presidente de la Corte Suprema de Justicia, y hoy se hará una gran ceremonia para ratificar la investidura. Es una fecha muy importante cuando un presidente se juramenta.
¿Por qué la prensa lo ha subrayado tanto en la mañana de hoy?
Porque el 10 de enero aquí no ocurrió lo mismo. La caricatura de Rayma Suprani en El Universal es harto elocuente Es una caricatura en dos tiempos. En el primero, Obama se juramenta sobre la biblia. En el segundo tiempo, una sombra hecha desde un juego de manos proyecta la imagen de Hugo Chávez quien, sonriente, se juramenta sobre una constitución, suponemos. Y esa es la sombra en la que ahora estamos. Resulta que el 10 de enero no ocurrió lo que el propio Presidente de la República había previsto.
Ayer en un artículo muy lúcido, “La palabra negada”, Simón Alberto Consalvi repara en la circunstancia siguiente: El Presidente en su discurso antes de irse a Cuba –discurso que él que califica de histórico– ya había advertido que: “…aunque suene duro, pero yo quiero y debo decirlo, debo decirlo. Si, como dice la Constitución, cómo es que dice, si se presentara alguna circunstancia sobrevenida, así dice la Constitución, que a mí me inhabilite, óigaseme bien, para continuar al frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, bien sea para terminar, en los pocos días que quedan… ¿Cuánto?, ¿un mes? Hoy es… sí, un mes, un mes.
…Y sobre todo para asumir el nuevo período para el cual fui electo por ustedes, por la gran mayoría de ustedes, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el período; sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón.”
Pues bien, el propio Presidente lo vislumbró. Si yo no estoy el 10 de enero, hay que respetar la Constitución y para el nuevo período, entonces, se procede –como dice la Constitución en estas palabras-: Cabello asumiría y convocaría de inmediato elecciones. Sin embargo, ello no ocurrió. El 10 de enero pasó por alto, para todos.
Escribe Consalvi: “Algún día sabremos la trama verdadera que operó en el desconocimiento de la posición del Presidente, quién o quiénes negaron su palabra, torcieron su voluntad, irrespetaron su buen juicio, y optaron por la consulta al Tribunal Supremo de Justicia que produjo la más inadmisible de las sentencias con la tesis de la “continuidad administrativa” y descalificó la juramentación como requisito de primer orden. El Tribunal Supremo de Justicia metió a los venezolanos en un callejón sin salida. Nadie estaba en condiciones de prorrogar un periodo constitucional y de “autorizar” a los altos funcionarios al ejercicio de atribuciones ya periclitadas. A esto hemos sido condenados, y de ahí la creciente inquietud que la situación venezolana suscita en la región y en el mundo porque, mientras más se avanza en el absurdo, más confusas aparecen las sinuosidades del laberinto.”
Estamos, como dice Consalvi, en una situación que por lo visto se le está yendo de las manos a todos. La revolución –según las palabras de sus propios voceros– pende de un milagro. Éstos, lo sabemos, no se dan con mucha frecuencia.
Ayer, el vicepresidente Maduro dijo en el programa de Rangel, que el Presidente está entrando en una nueva etapa y que, más temprano que tarde, volverá al país. Que sería, por lo visto, la única solución posible al entuerto que estamos viviendo los venezolanos.
¿Regresará? ¿Cuándo?
No, Maduro no lo dice. O, como lo comentan con cierta sorna en Tal Cual, Maduro no explica cómo Chávez habla hasta con las enfermeras pero no con el país.
¿Cómo es que el presidente Chávez solo habla con Maduro?
Un hombre tan hablador como Hugo Chávez que tanto le gustaba un micrófono.
Pues bien, ¿cuándo vuelve? Si me permiten otra pregunta, ¿y en qué condiciones vuelve? ¿Vuelve en plenitud de condiciones para seguir al frente del gobierno?
Son preguntas que, por lo pronto, quedan en el aire. Mientras el país, como el agua, se nos va entre los dedos.
Y otra tercera pregunta, que no está de más: ¿y si hay que devaluar, quién es el que va a firmar la devaluación? ¿Quién va a hacerse cargo del inmenso costo político que esto representa? ¿Maduro? ¿Jaua? ¿Cabello? ¿Los Castro?