El Nacional hace un llamado en primera página: “Venezuela está en riesgo de ser un narcoestado”. Esto a propósito del muy grave caso de los sobrinos declarados culpables de conspirar para narcotraficar en los Estados Unidos.
Entre los expertos que consultan las periodistas Natalia Matamoros y Olgalinda Pimentel, está el penalista Alejandro Rebolledo quien dice: “Desde el caso de Walid Makled, la delincuencia organizada gobierna en Venezuela porque tiene el control de la economía.” Por su parte Carlos Tablante, ex presidente de la extinta Conacuid, afirma que “en Venezuela hay una especie de partido militar convertido en una “casta corrupta”, que tiene el control de todas las instituciones, desde las que resguardan las fronteras, puertos y aeropuertos hasta las que manejan las finanzas públicas. Si ha habido empresas de maletín responsables del saqueo cambiario es porque han contado con la complicidad de la Guardia Nacional Bolivariana y el Seniat. La misma ruta y modus operandi utilizados en este esquema para defraudar al país, seguramente se han usado también para el tráfico internacional de drogas”.
El sociólogo Luis Cedeño, director del Observatorio Venezolano del Delito Organizado, dice a propósito del caso de los sobrinos declarados culpables: “La grabación realizada por la DEA a Efraín Campo revela que el negocio de la droga está en poder de la élite del chavismo (…) Estos grupos actúan en cooperación con miembros de la FANB, que controlan la frontera y facilitan el paso de la droga hacia otros países”.
Lo que dicen estos tres expertos es sumamente grave. Y a todas estas, desde el gobierno, no ha habido palabra. Maduro y su esposa, la madre de crianza de uno de los jóvenes y tía de ambos, solo ha dicho que están “secuestrados” en los Estados Unidos. Es la frase que, como letanía, repiten todos los portavoces del régimen.
Pero hay mucho que explicar sobre la desintegración institucional del estado venezolano. Ayer en el Semanario Siete Días de El Nacional, con la firma de Gabriela Rojas y Carmen Victoria Inojosa, leímos un extraordinario reportaje: “El escandaloso silencio en el caso de los sobrinos Flores”. Allí se nos da un perfil de los delincuentes en cuestión. De Efraín Campos Flores, quien es el hijo de crianza de la primera dama, se dice:
“Efraín Antonio Campos Flores, 30 años de edad, está casado y con dos hijos. El menor nació cuando estaba preso en el Centro Correccional de Manhattan. Según sus declaraciones juradas, tiene una empresa de taxis en Panamá. Ganó más de 10 millones dólares con negocios de petróleo. Tiene un Ferrari amarillo, motos de alto cilindraje, una camioneta Land Rover, un apartamento en La Castellana y otros inmuebles en Caracas, en El Paraíso y El Cafetal. Una finca en Higuerote y seis guardaespaldas entre quienes había Guardias Nacionales.”
Estas frases dejan colar elementos graves y peligrosos que mucho hablan de los niveles de corrupción y podredumbre que han invadido al régimen desde lo más alto. ¿Cómo un joven de 30 años logra hacerse de una fortuna de más de 10 millones de dólares? Alega que fue con “negocios de petróleo”. ¿Mas qué tipo de negocios? ¿Cómo tuvo acceso a los mismos? ¿Forman parte estos negocios de los escándalos de corrupción de Rafael Ramírez y su Pdvsa roja rojita?
Cuando se habla de sus propiedades, del Ferrari amarillo, las motos de alto cilindraje, la Land Rover ¿Dónde hace ostentación de estos vehículos de lujo? ¿En Caracas, en la Miami imperialista? ¿Por qué exhibe semejante derroche el hijo de crianza de la Primera Combatiente? ¿No decía el Comandante que ser rico era malo? Una finca en Higuerote, apartamentos en La Castellana, El Paraíso y El Cafetal, en Caracas, y seis guardaespaldas entre quienes había Guardia Nacionales. ¿Guardias Nacionales activos o retirados? Si es lo primero, la corrupción es aún mayor y amerita más investigación.
Este breve párrafo sobre el joven Campos Flores, dice mucho de la sospechosa oscuridad que rodea al régimen y de la fractura institucional que asfixia, destruye y ensucia a esta Venezuela de todos nosotros. Este pequeño párrafo amerita una larga y muy profunda investigación.
Pero, por lo pronto, solo se escucha el silencio.