Hoy finaliza la llamada tregua, y, en rigor, no hay mayores expectativas. El día de hoy, 11 de noviembre, pasó a tener una importancia quizá exagerada en el calendario. Originalmente, era la fecha para que volviera a reunirse la mesa, nada más. Pero en el discurso de parte y parte la fecha adquirió otro peso y significación: es el día crucial para una suerte de rendición de cuentas. La oposición espera “gestos”. Pero el gobierno ya ha anunciado sobradamente -aunque llama la atención que los voceros no han sido los que se sientan en la mesa sino otros como Diosdado Cabello- que no van a presentar ninguna novedad, cero liberaciones de presos políticos, nada del revocatorio y menos el adelanto de elecciones generales. De forma tal que se puede asegurar que hoy no va a ocurrir absolutamente nada.
Si hoy termina la tregua, ¿qué viene? Chúo Torrealba ha dicho lucha, pero sin especificar mayores detalles. Así lo cita 2001: “Se acaba la tregua y lo que viene es lucha (…) Retomarán agenda de calle”. Bueno, los estudiantes no han dejado de salir a la calle en esstos días de tregua, y tampoco ha ocurrido nada revelante. Uno queda como en una suerte de nebulosa. Ya veremos.
Por lo pronto, entre las exigencias fundamentales de la MUD está la situación electoral. El Nacional lo destaca como la primera: “O referendo revocatorio este año o elecciones generales el año entrante”. Porque toda la estrategia de la MUD está centrada en la salida lo más pronto posible, pacífica y constitucional, de Nicolás Maduro de la presidencia, y con él la salida de todo su tren gubernamental y su partido. Pero Maduro no quiere elecciones. Lo ha dicho de todas las maneras posibles, sin ambages ni melindres: “¿Ustedes quieren otras elecciones para que perdamos?” Se lo preguntó al puñado de gente que suele oirlo en Miraflores. Y la gente gritó: ¡No!
Hoy en Aporrea le citan: “Maduro: No estoy obsesionado con el cargo, el pueblo decidirá si me quedo o me voy en el 2018”. Un hombre que ha dicho que no le interesan elecciones, que ya le ordenó al CNE que ni siquiera las regionales que constitucionalmente estaban previstas para este año se realicen, ¿va a hacer elecciones en el 2018? ¿Por qué, quién lo obliga?, si ya ha descarado abiertamente un gobierno dictatorial.
Pero vamos más allá. Analicemos sus palabras tal y como son citadas en este portal. Habló en Pampanito, estado Trujillo: “Aquí hay un poco de gente obsesionada con la presidencial, con las gobernaciones. No estoy obsesionado con ser candidato presidencial ni con reelección. Estoy obsesionado con tener una Venezuela industrializada”. Esto no deja de ser una ironía, una burla, una cruel bofetada a los venezolanos siendo él el líder de un régimen que, con método, saña y frío cálculo, acabó con la industria nacional. Es decir, Maduro, después de que ustedes destruyeron la industria, ¿ahora van a venir con el cuento de que la obsesión es industrializar el país? ¡Por favor!
Pero dice no estar obsesionado con ser candidato ni con la reelección. Y si es así, entonces, ¿por qué no cede? Si es así, ¿por qué no va a un proceso electoral? De hecho, los demócratas se definen porque se someten sin temor al dictamen del pueblo. Ergo, Maduro no es demócrata y le teme al pueblo.
La otra cita: “Mi obsesión no es una elección y un cargo, como algunos de la oposición”. Su preocupación, sostuvo, es resolver la “guerra económica”. Si esa es su obsesión ya perdió. La guerra económica no se la cree nadie en el país. Todas las encuestas lo dicen. Y si no se la cree nadie es probable que el propio Maduro y sus ministros tampoco. Pero hay que mantener la farsa, hay que seguir con el discurso de consignas y frases huecas. Como alguna vez lo dijo Chávez, teniendo a sus espaldas una refinería en llamas, “el show debe continuar”.
Quizá la única obsesión que evidentemente atormenta al presidente es aprender a bailar salsa.