Maduro: delirios y mentiras.

El país parece atontado. Como si después de haber recibido tanto golpe seguido hubiese quedado sin reacción, adormecido. Pasan tantas cosas en el país, y, sin embargo, solo Nicolás Maduro pareciera noticia. Los días domingo, emulando a Hugo Chávez, tiene su programa de televisión; es decir, su larga e insufrible cadena de radio y televisión. Y los lunes los medios se limitan, sin tomar ningún tipo distancia, a reproducir al calco todo lo que se dijo en ese programa. Pero sin crítica alguna. Sí, adormecidos, como resignados.

Hoy el titular que más se reitera gira en torno al nuevo escándalo: Odebrecht. “Maduro: A la cárcel han de ir los que recibieron los sobornos de Odebrecht”. ¿Cómo creerle? ¿Es que acaso el alto gobierno venezolano no estuvo directamente vinculado todo el tiempo con la empresa brasileña? ¿Cómo es posible que se han llevado adelante serias investigaciones en otros países de América Latina y aquí nada? Dice Maduro que va a continuar las obras con capital y mano de obra venezolanas. ¿Por qué no lo hizo desde un primer momento? ¿Por qué el chavismo prefirió a los empresarios brasileños en lugar de los venezolanos? ¿Maduro nunca se dio cuenta que las obras de Odebrecht estaban paralizadas, que eran elefantes blancos? No. Al parecer, como en el caso de la estudiante de Guarenas, no sabía nada. No había visto nada, estaba ciego. Solo después del escándalo internacional aparece y dice algo, una amenaza vacía que no pasará de la saliva.

Por otra parte, le ha declarado la guerra a Colombia, y en su fantasía ve que vienen inmigrantes por miles cruzando la frontera hacia este paraíso que es la Venezuela que él gobierna. Con la misma, su obnubilada cabeza no le permite ver las oleadas de jóvenes venezolanos que huyen al exterior.

Además de esa tiene otras guerras. Ahora la ha cogido con los panaderos. Es el delirio de la nueva batalla: ¡la guerra del pan! La que le faltaba. Dice, con la irresponsable desmesura que le caracteriza: “La Federación de panaderos de Caracas le declaró la guerra al pueblo y tienen al pueblo haciendo colas, pero por maldad. A acabar con las colas por el pan en todo el país”. Y calificó al gremio panadero de “hipócrita, perverso y malvado”. Toda una ametralladora de insultos.

Otra guerra. La vieja e inacabable contra los medios. “Yo quiero a CNN fuera de aquí, fuera de Venezuela. Las 24 horas del día su programación es de guerra, quieren mostrarle al mundo que en Venezuela hay una guerra civil. No será un grupete de fascistas quien nos saque del rumbo de la paz”.

¿Y qué tal, presidente, si en lugar de ponerse tan bravo se detiene un poco en lo que le produjo tanta molestia: el contenido del reportaje? ¿Por qué no repara en el caso de los pasaportes? ¿Por qué no averigua si es verdad o no lo que dice el reportaje de CNN sobre los pasaportes? Parece una tendencia que se generaliza, molestarse con los medios, con los periodistas, por las cosas que estos revelan en lugar de averiguarlas y enfrentarlas.

También habló de los CLAP, pero como en estos solo participa el chavismo, aprovechó para reclamarle a su gente: “No dañemos lo que estamos haciendo, y lo hago en modo de crítica. Algunos compañeros que repiten un esquema burocrático populista y van a hacerse campaña personal repartiendo cajas de bolsa. No, hay que ir casa por casa, dar amor, abrazar, a promover la actividad productiva de la calle. Hay que cortar las manos a la guerra económica para siempre”. A este señor le gusta oírse, definitivamente. No es el contenido, es la cacofonía que le hipnotiza cuando los altoparlantes reproducen su eco. En Sunoticiero le citan: “Los CLAP no son una caja y una bolsa. ¡Carajo! Los CLAP es (sic) pueblo vivo y activo, construyendo la respuesta de la guerra económica. Son pueblo empoderado, es la expresión de una respuesta. Al pueblo le escondieron los productos en la calle. ¿Y qué hizo Maduro? Ir a buscar los productos y llevárselos a la casa a precios justos y llega a más de 4 millones de hogares”. Y ya hasta se refiere a sí mismo en tercera persona, como Lila Morillo.

Este señor, en programa semejante, fue ridiculizado por una adolescente el domingo de la semana pasada. Cuando ella se quejó de que su liceo está fallando, que se les cae encima, que se desmayan sus compañeros en el aula, él le reclamó porque tienen –los estudiantes- que salir y manifestar y decir sus verdades. Bien, ayer se cumplieron tres años del asesinato de un joven venezolano que salió a la calle manifestar. Tres años del asesinato de Basil Da Costa y de tantos otros jóvenes estudiantes.

Contra ellos es la verdadera guerra de este señor Maduro.

 

 

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