La última peligrosa apuesta de un boxeador pondrón

   “Un gobierno que no ha logrado abastecer de alimentos y medicinas a la población y que está negado a permitir que instituciones religiosas o sociales presten su concurso para aliviar las penurias y dolencias del pueblo carece de autoridad moral para llamar al diálogo y a la paz”.

  Contundente. Pocas veces un puñado de ideas, tan bien hilvanadas en una sola larga frase, logran un efecto tan fuerte y directo. Jab a la mandíbula. Un puñetazo de esos que hacen que el boxeador pierda, de un solo envión, tanto el protector como el equilibrio. Y es un peso pesado inmenso el que está a punto de morder la lona.

  La cita es del documento que ayer presentó la Conferencia Episcopal Venezolana en la apertura de la 106ª Asamblea Ordinaria Plenaria. En la reseña que hoy hace El Nacional, se subraya un punto fundamental: para la Iglesia Católica “el referéndum revocatorio, en la práctica, comenzó el 6 de diciembre de 2015.” Inútiles, pues, la sarta de trampas, marramucias, excusas absurdas y estupideces con las que el régimen –especialmente el CNE- ha tratado de torpedear la realización del RR este año. Y, tan claros como los obispos, igual la abrumadora mayoría de los venezolanos.

  Para muestra sobran los botones. El domingo pasado, por citar una referencia reciente, El Nacional publicó un reportaje muy completo, con la firma de Maru Morales, donde se señalaba que las encuestadoras –TODAS, Schemmel incluido- daban cuenta de la debacle irrecuperable del régimen y, en especial, de su único líder (según nos declarara Luís Vicente León no se vislumbra ningún otro dirigente chavista). La periodista Morales cita a Félix Seijas, hijo -de la encuestadora Delphos- afirmando que Maduro alcanzó el punto de no retorno que en términos de mercadeo se define como una marca no rescatable: “Los oficialistas están alrededor de 30% a 35% de la población. La mitad de ellos dice abiertamente que no confía en Maduro y no lo quiere ahí”. Tácitamente, a Maduro no lo quieren ni los chavistas.

  El Nacional ilustró dicho reportaje con una inmensa imagen de Maduro embutido en su acostumbrada chaqueta plástica con los colores de la bandera; y, como golpes, le colocaron alrededor las terribles cifras de las encuestadoras. Aunque podía pasar por un gran líder oteando el horizonte, en la fotografía no es más que un gigantón con gesto timorato y sin decisión. Un peso pesado, digamos, que solo gracias a los kilos hace méritos para estar en la categoría, pero de quien poco se espera una vez en el ring. Es el mismo hombre que le exigió a la MUD ir a la mesa de diálogo “sin imponer condiciones” (como si ésta no fuera ya una condición), y a quien la oposición le respondió de inmediato imponiéndole cinco condiciones más. Sin duda, no manda, nadie le obedece; no intimida y mucho menos atemoriza; muy difícil, pues, respetarlo.

  Ayer, en ese mismo espíritu, le leíamos a Luis Pedro España: “No hay cómo mencionar el papelón que están haciendo los poderes del Estado. En ninguno de ellos puede haber respeto u honor, cuando han reducido sus funciones a mantener en el poder a un gordinflón imitador de caudillo tercermundista, a quien no solo le queda grande el cargo, sino que ha demostrado no saber qué hacer con él.”

  Y, hablando de ese “papelón de los poderes”, nada más a cuento que la indignación de la señora Lucena y demás rectoras del CNE, por las supuestas agresiones ¨machistas” de las que han sido objeto. Pero ni una sola palabra sobre el rerendo revocatorio y la inmensa deuda, esa sí ofensiva por demás, que ellas tienen con todo el pueblo venezolano.

  El régimen está como su líder: fofo y artificialmente inflado. Puede aparentar ser un boxeador en plena forma. Pero basta verle su torpeza en el ring. Está, como se dice en el argot, “pondrón”: parado pero noqueado por dentro. Aguarda desesperadamente el campanazo que lo salve en el último round. Mas éste no llega. Edgar Gutiérrez, de Venebarómetro, otro de los consultados en el reportaje de Morales, afirma: “Creo que la intención de quienes toman las decisiones (en plural porque aquí hay varios que deciden) es cerrar la válvula de escape y provocar una salida de fuerza o extraconstitucional. No me queda la menor duda de que están apostando por algo muy duro. Creo que Maduro está jugando a la situación de (Salvador) Allende o de (Manuel) Zelaya”. Sencillamente, la locura.

  Los obispos lo dijeron muy claro: al gobierno no le interesan los venezolanos, solo su permanencia en el poder. Y como en ello se les va la vida –tal como lo expusiera Gutiérrez-, la apuesta ulterior es el caos: el golpe histórico-militar que supuestamente los salve, aunque en la caída se lleve por delante lo poco que va quedando de la república.

¿Cómo se pagará, ante los venezolanos de hoy y de mañana, semejante tragedia?

 

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