Apareció el señor, pero todo sigue idéntico. Ayer hablábamos del secretismo, del gran misterio que envuelve al Ejecutivo y de cómo, desde mucho antes del 27 de noviembre, estamos pendientes, todo el país, por la situación del Alto Gobierno.
La salud del Presidente es un problema de Estado. No es una mera gripe, es un problema oncológico de gravedad y el Gobierno nunca, a lo largo de este año y medio de enfermedad, desde que la hizo pública el propio Presidente, ha sido suficientemente claro. De allí que surjan especulaciones de todo tipo, y, en definitiva, la gente lo que se pregunta es “¿quién manda?”.
Esto en un momento donde la concentración de poder, en unos pocos, pasa a ser notoria. Por una parte, Diosdado Cabello manejando el partido, la Asamblea Nacional. Por la otra, Nicolás Maduro, Vicepresidente, Canciller y demás…
Ahora, ¿por qué decimos que apareció el señor y todo sigue igual? Porque cuando el Presidente baja de la escalerilla del avión, acompañado por Nicolás Maduro, el ministro Arreaza – que es su yerno – y su hija, el Presidente saluda a sus ministros y empieza a echar chistes que hablan de Maisanta, del hombre en el llano y un cuento extraño -no entendí muy bien-, con Maisanta que gritó en el llano: “yo soy la llamarada de Zamora”… Y entonces, él, Chávez, narra cuando se despidió de Fidel en esa madrugada habanera (pareciera que fue no a curarse a La Habana sino a ver a Fidel) y le dijo, después de dos horas de echar chistes y cuentos, según propia confesión: “Yo soy la llamarada tuya… Yo soy la llamarada de Fidel”.
Ni una sola palabra dijo el Presidente, por ejemplo, sobre el Mercosur. ¿Va o no va al Mercosur? (Ya oficialmente tenemos la información de que será el ministro Rafael Ramírez quien representará al país en la Primera Cumbre del Mercosur; antes se había dicho que sería la Vicecanciller). Ni una palabra sobre ese asunto y ni una palabra sobre su salud, la aparente razón de su misterioso viaje.
Mucho cuento del llano, la llamarada, esto y lo otro, chistes, se reía él y los ministros, que siempre le ríen a sus gracias y ocurrencias, embelesados ante sus palabras. Pero nada, insisto, sobre su salud, ni sobre el tratamiento, ni nada.
Hay en todo esto un desprecio evidente hacia la ciudadanía. Se va, no explica. Regresa, tampoco explica. Todo es un misterio. Dos y media de la madrugada ¿Por qué un Presidente llega a las dos y media de la madrugada? ¿De quién se esconde? ¿A quién le teme? ¿Por qué eso? ¿Por qué todo tiene que ocurrir así, entre gallos y medianoche?
En fin… La llamarada, será.