En la primera página de Últimas Noticias leo: “Dramática la crisis de valores en el país. La falta de sanciones en el hogar promueve atropellos contra nuestros semejantes”. No dudo que esto sea cierto, como tampoco dudo que la crisis de valores en el país es uno de los inconvenientes más graves por los que estamos atravesando; inconvenientes hondos y aparentemente insalvables a la hora de procurar un país más estable, más sano, más seguro y duradero. Pero pensar que la crisis de valores tiene exclusivamente su origen en el hogar, es escamotear lo medular de lo que estamos viviendo. Es escamotear la responsabilidad de este régimen de más de diecisiete años en el poder; de este parapeto ruin que se ha dado en llamar revolución bolivariana.
No nos olvidemos que muy temprano, en los primeros días de su llegada al poder, Hugo Chávez llegó a justificar que se robase para conseguir el pan. De allí en adelante, en ese afán de ser una suerte de Robind Hood desde la presidencia, empezó a bombardear por completo todo lo que de institucionalidad tenía el país. Hoy por hoy, no solo tenemos una crisis de valores, tenemos una crisis institucional sumamente severa. Y, mientras ésta se agrava de manera terrible, buena parte del sector político en el gobierno se limita a inventar estrategias comunicacionales y propagandísticas que le permitan estirar, al costo que sea, el tiempo de permanencia en el poder. Son miserablemente indolentes ante la tragedia del país que se les desbarata alrededor. Y la oposición, desde la Asamblea Nacional, intenta replicar, y en algunos casos hasta con el mismo lenguaje soez, en todo caso inútil.
Pero hay un país que, a duras penas, trata de avanzar, aunque está vuelto añicos en su esencia, añicos en su espíritu. Y entre tantos añicos es difícil mantener la cordura y la sensatez, el optimismo y la esperanza.
Corren videos crueles por las redes, videos despiadados, inhumanos y sangrientos, ante los que es cristianamente difícil mantener los ojos abiertos. Un asesino se asoma sobre el cadáver de su víctima para humillarlo aun después de la muerte. En Catia, una turba incontenible y vengadora, incendia vivo a un delincuente ante la mirada indiferente de los transeúntes. Cuando no hay autoridad, cuando no hay institución, Fuenteovejuna es una tontería. Todos a una, los venezolanos, derrotados por la furia y la impotencia, enloquecieron sin remedio.
¿Pero en todo esto qué responsabilidad tienen los jerarcas del régimen? Por lo pronto, se han vuelto expertos en el arte de eludir. Me voy a permitir leer unos párrafos de la crónica de ayer de Leonardo Padrón, en El Nacional: “Cansados y violentos”.
“Y uno se pregunta, ¿noticias como esas no las lee Nicolás Maduro? (Se refiere a la noticia de una madre que, con su hijo enfermo, trató de cruzar la frontera a Colombia para salvarlo, dada la escasez de medicamento en el país. Un Guardia Nacional lo impidió. El niño murió). Si las lee, ¿no le asombran, no le duelen, no le sobreviene un ramalazo de culpa, por más mínimo que sea? A ver. Seamos comprensivos. Quizás no tiene tiempo por estar pensando cómo ganarle al menos un día, una escaramuza, un round de tres minutos, a los autores de la supuesta guerra económica. Pero sabemos que le sobra vida para hacer cadenas presidenciales en el despilfarro de horas-hombre más grande de trabajador alguno en el mundo. Le sobran relojes para enhebrar insultos y amenazas al país opositor. Se le derraman las noches y las almohadas para ver películas del Hombre Araña o contar cuántas veces lo nombran en la televisión española. Y no, al parecer, no tiene una pírrica media hora de su tiempo presidencial para alarmarse, para reaccionar, con la muerte absurda de este niño, con la desesperación de los enfermos, con las lágrimas y arañazos de las amas de casa, con el trauma indeleble de los secuestrados, con el penar de aquellos que deciden irse, con las noticias oscuras y sangrantes que ocurren frenéticamente en el país. ¿De verdad no se estremece de vergüenza ni un instante? Cualquier ser humano, en el sentido humano del adjetivo, se tiene que remover al leer las noticias, al revisar las redes sociales, al escuchar el larguísimo y hondo quejido de la gente. Para decirlo con el viejo verso del poeta Caupolicán Ovalles: “¿Duerme usted, señor presidente?
“Un jefe de Estado en propiedad de su rol no debe disimular sus responsabilidades. No debe gastar un solo dólar en conmemoraciones inútiles. No debe hacer chistes pueriles. Su primer mandamiento es, debe ser, resolver el derecho a la vida de la gente que gobierna.”
Y más abajo Padrón se pregunta: ¿Cuántos muertos habría que achacarle a usted por su incompetencia para garantizarle mínimamente la vida a los enfermos de “la patria”?
Maduro, supongo, tampoco ve los videos. Y si los ve, ¿le afectarán como nos afectan a los venezolanos? Creo que no. La indolencia, dice Padrón, también es una forma de tortura. Los desalmados, agrego, tienen sus maneras.
Valdrá la pena opinar?Un cínico,un indolente,un mentiroso,no se acerca a la verdad,no le interesa mas que el poder y fortuna,y se olvida de un poema q dice”q rápido pasa la vida q pronto se viene la muerte”, tanto para el poder como la fortuna y lógicamente la vida.
Ay un tema muy hermoso de Franco de Vita que se llama “Al Norte del Sur” yo les invito a escuchar esa canción.. Como dice parte del tema” no lo dejes morir xq que le entregaras a tus hijos cuando crezcan jamas te lo perdonaran”