Juanchi nació el 27 de julio de 1997. Cuando todavía no había cumplido 4 años, su mamá lo montó en sus hombros y se lo llevó a la primera marcha que se organizó contra la revolución bolivariana. Ocurrió el 31 de marzo de 2001, en la Plaza Brión de Chacaíto, donde se concentraron miles de personas para protestar contra el decreto 1011. Hoy Juanchi tiene 19 años, está a punto de cumplir 20 y no ha dejado de marchar.
Me pregunto: ¿Es Juanchi el destinatario de todas las amenazas del tenor de: “Toda Caracas será tomada por las Fuerzas Revolucionarias (…) No nos alboroten que nosotros sabemos para donde tenemos que ir (…) Nuestro pueblo está ansioso de ir para donde tiene que ir, y cuando nosotros vayamos será para no regresar (…) Nosotros sabemos donde vive cada uno de ellos”.
La cita es de Diosdado Cabello, y, a propósito de la última frase, anoche el diputado José Manuel Olivares, de Primero Justicia, informó en su cuenta Twitter @joseolivaresm: “URGENTE se acaban de meter 2 tipos armados en el edificio donde vive mi familia en La Guaira! Preguntando por mí y no se llevaron nada!”
Esa es la concreción de la amenaza, además Cabello la remató afirmando que “60 mil motorizados partirán desde El Valle”. Una gigantesca patota para un gobierno patotero.
Y vuelvo a preguntarme, Juanchi, que ha visto cómo su vida de escasos diecinueve años se ha ido protestando en las calles, ¿podrá ser amedrentado por este tipo de frases? ¿Podrá este joven tenerle miedo a las palabras del presidente de la republica cuando dice que la milicia se extenderá a quinientos mil militantes y que cada uno tendrá garantizado un fusil? Es como para dudarlo. Por lo pronto, Henrique Capriles respondió: “Venezuela no quiere fusiles quiere comida y medicinas”. Y, para corroborarlo, hoy El Nacional publica en primera página: “Murieron 19 pacientes por hemofilia por racionamiento de fármacos del Seguro”. Son noticias de todos los días, recurrentes, indetenibles.
“Maduro violenta la Constitución porque ese cuerpo (la milicia) no forma parte de los componentes de la Fuerza Armada, y al mismo tiempo incurre en corrupción al utilizar dinero que no está contemplado para ese fin”, dice la abogado Rocío San Miguel, directora de la ONG Control Ciudadano y experta en cuestiones militares. Pero Maduro jamás reparará en este tipo de observaciones, su angustia y su talante dictatorial no se lo permiten. “No es tiempo de traiciones”, repitió obstinadamente ante sus milicias pretorianas, delatándose en sus propias palabras: la traición pulula en medio de sus huestes.
¿Qué se espera del 19 de abril?
Según las palabras del presidente y del alto poder algo parecido a lo que ocurrió en abril del 2002. ¿Pero es eso lo que está planteado realmente? ¿Venezuela no puede ser un país que avance en lugar de dar vueltas sobre si misma como el perro triste que se muerde el rabo? Han pasado 15 años desde aquel abril y seguimos en el mismo punto, pero peor: cada vez con menos país.
Por eso dudo que las amenazas intimiden a Juanchi. Ya es hora de que, en su corta vida, las calles no sean para marchar sino para sencillamente caminar y avanzar en paz hacia un futuro de prosperidad y bienestar. No es mucho pedir y, en definitiva, es su sagrado y venezolanísimo derecho.