No hay manera de tomarse en serio al Presidente y, por lo tanto, al Gobierno Nacional. Los ciudadanos del país hacen su mejor esfuerzo. Digo, su mejor esfuerzo en tomarse en serio al gobierno, pero el gobierno los defrauda. El gobierno hace todo para que sea imposible que se le tome en serio.
Vienen las captahuellas para la compra de comida, se arma tremendo escándalo -¿cómo se van implementar, cómo va a ser el funcionamiento?- y luego, después de tanto darle vueltas al asunto, resulta que ahora las captahuellas son voluntarias. Así como usted lee: “voluntarias”. Por eso Tal Cual titula hoy: “Maduro recula”. El Correo del Orinoco: “El sistema de captahuellas es voluntario y se irá aplicando por fases”. Esto, por supuesto, tiznado con el lenguaje propio de la revolución: “Es un instrumento liberador, vamos a ir aplicándolo por fases y será voluntario. Será un mecanismo eficiente para eliminar el contrabando y el bachaqueo”, argumenta Maduro.
Si es voluntario, entonces nadie lo va a poner. Ysi es voluntario y usted es un contrabandista o un bachaquero, pues irá a un mercado donde no haya una captahuella. Así de sencillo. Cualquier próximo anuncio que haga el gobierno costará bastante para tomárselo en serio, dado que uno no sabe si están jugando con la buena fe, la buena voluntad o que sencillamente tomaron a los venezolanos como ratoncitos de laboratorio para hacer pruebas de opinión pública. Quizás, dicho de una manera más cruda y dura, tomaron a todos los venezolanos por imbéciles.
Pero no solo de esto habló el presidente en el día de ayer, habló de otras cosas. “La crisis económica no se debe a las malas políticas gubernamentales, de no ser por el gobierno en el país habría una hambruna consecuencia de lo que una vez más aseguró es una guerra económica instalada en el país”, leo en El Universal.
“Todavía hay venezolanos confundidos que creen que este es un problema de Maduro que ha cometido errores en la política económica. ¿Problema de Maduro? No, ¿y la guerra económica de contrabando de extracción que esta derecha se niega a condenarla porque son parte de ella. Y la ola especulativa, acaparamiento, la cosa internacional a las cuentas de la república de dónde vienen? Los capitalistas, la burguesía dominante y el imperio han tomado la guerra económica como forma principal de lucha para desmontar y caotizar la vida social de Venezuela. Cuando lo digo una amplia mayoría de Venezuela me entiende, no es la primera vez.
“La burguesía no tiene empacho para pedir lo que están pidiendo, ¿han visto lo que están pidiendo? Maduro ha llegado la hora de asumir el libre mercado, libera todo libera el cambio. ¡Ja! O sea, que le regale los dólares a ellos”.
Y pasa a una consideración bastante dramática. Maduro argumenta que está de moda la crítica y el antichavismo dentro del propio chavismo. “Ahora si no eres crítico no eres chévere, no caigamos en la trampa de esa moda (…) La crítica es para construir no para delimitar o dividir, cualquier crítica que se haga para dividir o debilitar a la revolución no sirve”. Es decir, critiquen, pero no me critiquen a mí.
Uno se lo imagina como a un hombre al que le apagaron la luz del cuarto y, de repente, ese cuarto a oscuras se llena de fantasmas y empieza a dar manotazos desesperados y gritos y silbidos para espantar esos fantasmas.
Pero más allá de todas estas consideraciones, señor Presidente, escuche usted lo que ha dicho el Informe Cato. Firmado por Steve Hanke, del Cato Institute. Medido por los índices de miseria, Venezuela tiene el primer lugar con un puntaje de 79,4. Ese índice es al 31 de diciembre del 2014. Resulta que si a ese índice se le suma la tasa inflacionaria de lo que va de este año, ese índice de miseria ascendería de 79,4 a 301. En otras palabras, no sólo somos el país más miserable del mundo, sino que lo somos lejos, muy separados del país que sigue en segundo lugar, Iran y luego Serbia. Argentina está en el cuarto lugar y Jamaica en el quinto. Fíjese usted, señor Maduro, Perú está en el puesto 25 y Colombia en el puesto 38, muy lejos de nosotros.
Es para sentir pena, rabia y vergüenza. Somos el país más miserable del mundo. Pero según el Presidente eso no es culpa de él. Es culpa suya, estimado lector, y por supuesto mía también.