Una cosa es lo que se dice y otra cosa lo que se hace. De repente, usted dice yo no soy racista, pero si en su actitud usted le da valor a diferencias importantes entre las personas de diversas razas, usted, definitivamente, sí lo es. Por ejemplo, el gobierno dice que no es racista. El pasado miércoles, sin embargo, en el día de San Juan, a propósito de la conmemoración de la Batalla de Carabobo, llevaron los supuestos restos de Pedro Camejo, el Negro Primero, al Panteón Nacional, y asumieron que hay una indumentaria del negro venezolano en el siglo XIX. Ayer ya comentábamos de la niña que terminó reclamándole a Nicolás Maduro el pésimo estado de su Escuela Pedro Camejo, y cómo, para la ocasión, la habían disfrazado de “negrita”, con un pañuelo rojo en la cabeza y una indumentaria estereotipada. El gobierno dice no ser racista, pero asume patrones -correctos o no- que indican que sí se establecen diferencias entre las diversas razas.
Igual pasa con el caso de las mujeres. El Gobierno ha impuesto esta medida absurda, e incorrecta inclusive en el idioma castellano, de hablar de ellos y ellas; cosa que ha llevado ya al humor: los adolescentes-las adolescentas, los millones-las millonas, etc. Tratando de asumir que, hasta en el lenguaje oficial del régimen, hombres y mujeres son todos iguales. Pero cuando usted hace este tipo de diferencias, está evidenciando que, por el contrario, no los considera a todos iguales.
Uno entiende que, a principios del siglo XX, hubiesen movimientos feministas importantes. El famoso movimiento de las sufragistas, en Inglaterra y Estados Unidos, fundamentalmente. Las mujeres estaban al margen de la acción política y ni siquiera podían votar. Pero en los tiempos que corren, en estas primeras décadas del nuevo siglo, cuando las mujeres mandan, y en grande -una de ellas al frente del Fondo Monetario Internacional, la otra gobernando la nación más poderosa económicamente de Europa; con una mujer aspirando y con verdaderas posibilidades de presidir Estados Unidos; con tres mujeres presidiendo importantes naciones en nuestro continente-, la consideración feminista en política ya no tiene sentido. Digo lo anterior porque, cuando ayer la señora Tibisay Lucena presenta como un gran logro feminista el Decreto 60-40, en realidad lo que está evidenciando es que, en medio de una jugarreta política, se diferencia aún más al hombre de la mujer, dejando a esta ultima en una situación incómoda y hasta humillante.
Cito la reseña de El Universal:
“Afortunadamente les podemos decir que el CNE aprobó hoy el reglamento especial para garantizar los derechos de la participación política de la mujer en las elecciones de diputados y diputadas a la Asamblea Nacional de 2015”, informó la presidenta de ese ente, Tibisay Lucena.
¿En qué consiste?
(…)”una composición paritaria y alterna de 50 % para cada sexo o, en casos especiales, deberá tener como mínimo 40%.” En otras palabras 60-40. 60 participación masculina, 40 participación femenina.
¿Y por qué? ¿Qué hay detrás de esta sorpresiva decisión del CNE? ¿Por qué no se hizo este anuncio, digamos, hace una semana, hace un mes? ¿Por qué –la suspicacia es inevitable- esta decisión se toma luego de que la oposición, a través de la MUD, dice que ya tiene los consensos definitivos para sus candidatos a las parlamentarias el 6 de diciembre?
Una cosa es ser una mujer en plan de gobierno -la señora Merkel, por ejemplo, o la señora Clinton- y otra cosa es ser una mujer en plan subalterno a un hombre. Ese, abundan las sospechas y las evidencias, es el caso de Tibisay Lucena. ¿A quién le siguió instrucciones para este decreto que, aunque en apariencia pretende lo contrario, en absoluto favorece y toma en serio a la mujer?
De verdad gracias Sr: Cesar Miguel por este editorial: Saludos!
El anuncio de las MUJERES del CNE, viola flagrantemente la Constitución de Venezuela. En ese organismo (CNE) la paridad de genero,brilla por su ausencia.
Lo curioso del asunto es que los rectores del CNE son 4 mujeres y 1 sólo hombre (la ley deberia entrar por casa) representación paritaria no significa mayoría de mujeres.
Es que uno de los principios falsos del socialismo es la igualdad, porque no puede hacerse efectiva en la realidad pues para poder igualar obligatoriamente hay que crear desigualdad. El temita de lo femenino y masculino manejado por medio de la represión, termina siendo no sólo una burla de los venezolanos, sino una forma mayor de desigualdad.