Darle la mano al diablo

  Cuando Hugo Chávez fue a la Asamblea General de Naciones Unidas, allá en Nueva York, habló poco después de George W. Bush. Y soltó entonces esa humorada que levantó tanta hilaridad: “huele a azufre”. Estados Unidos desde Hugo Chávez es el imperio, el imperio es sinónimo de lo maligno, es el diablo, es el infierno, es el azufre, es todo lo oscuro y lo terrible.

   ¿Cómo ha de ser darle la mano al diablo? Semejante experiencia la vivió ayer el canciller Elías Jaua, quien por fin pudo encontrarse con John Kerry, el nuevo Secretario de Estado. En algunos diarios Jaua, considerablemente más pequeño que Kerry y más joven, hace una morisqueta, casi como si se le burlase a este señor que representa, como decíamos, lo demoníaco, el mal, el infierno. Kerry parece más sereno.

   Más allá de esa retórica extremista, de esas fantasías sobre el infierno, el diablo y el azufre, el imperio empieza a ser visto ahora de una manera un tanto más benévola.

  “Le bajan dos al lío Venezuela Estados Unidos”, dice el Diario Últimas Noticias. Los cancilleres acordaron trabajar por mejorar las relaciones. El Nacional: “Kerry y Jaua deciden nombrar rápidamente a los embajadores”.  Elaboraran una agenda que será presentada a los presidentes Obama y Maduro. Y el Diario El Universal: “Venezuela y Estado Unidos pactan agenda de acercamiento”. Es también la noticia que más se reitera en los diarios del interior de la república. La noticia más importante: el Gobierno le da la mano al imperio.

  Como detalle, digamos de buena voluntad o quizá como una exigencia para el encuentro, ayer en la mañana, y lo informamos a ustedes a manera de primicia, fue liberado Timothy Tracy. Fue expulsado del país el cineasta que Miguel Rodríguez Torres, quizá después de haber visto Argo, decidió que era un espía. A pesar de los cargos tan fuertes que le hizo Rodríguez Torres a Tracy, la Fiscalía no encontró nada sólido en su contra y decidieron engavetar, archivar el expediente. La señora Jacobson, allá en Washington, dijo que la liberación se había logrado gracias a la “fina labor” del encargado de negocios de Venezuela Calixto Ortega. Así que Ortega allana el camino para ser nombrado, en breve, Embajador ante la Casablanca.

  ¿Qué puede venir después de este estrechón de manos? Confiamos en que sean cosas buenas porque, en definitiva, sean cancilleres o sean simples personas anónimas, es preferible darse la mano a golpearse. Es preferible conversar a gritarse improperios o acusaciones sobre el infierno y los demonios. Ojalá también, así como le han dado la mano y le han sonreído al imperio, el Gobierno decida hacer algo parecido con toda esa inmensa mayoría de venezolanos que aquí, en su propia patria, son acusados de apátridas, de traidores, de escuálidos, etcétera. ¿Qué tal, Jaua?