La situación de violencia que vive el país se agrava con el paso de los días. Esta semana, por ejemplo, hemos anotado los asesinatos, de policías. No ha habido un solo día en el que no hayamos tenido que reseñar la muerte de un funcionario. Desde ese caso espantoso del funcionario del Cicpc (el muchacho que fue linchado en Ocumare) hasta la nota que nos viene hoy, gran titular de primera página del diario El Clarín de La Victoria, estado Aragua: “Asaltada comisaría en Magdaleno”. Un policía resultó muerto.
La nota dice: “A medianoche del miércoles, unos cinco sujetos, portando FAL –ahora todo es con armas largas– perpetraron un asalto armado a la estación policial donde asesinaron a un oficial que estaba de guardia y atacaron a tiros a toda la sede y una patrulla. Los delincuentes intentaron subir hasta los dormitorios para asesinar al resto de los funcionarios que dormían, pero estos al escuchar los tiros repelieron en ataque.” Esto es una situación de guerra abierta la que se vive ya.
El diario La Voz, en Guarenas: “Dos muertos en ataque a un cortejo fúnebre.” Dice: “Cuando la caravana se dirigía al Cementerio General del Sur para inhumar a un joven fallecido en un presunto enfrentamiento con la Policía Nacional Bolivariana, un motorizado disparó contra el grupo matando al “Burrito”, amigo del difunto. El homicida, conocido como “Alfredo”, fue abatido luego en la vía a La Guaira”.
Y nada más tenebroso que cuando uno esos cortejos fúnebres, la gente entra en pánico, los conductores entran en pánico, porque, de repente, los motorizados bloquean el tránsito. Eso ha ocurrido en la autopista del Este, acá en Caracas, a pleno mediodía. Trancan y de paso y asaltan a los conductores atrapados.
Pero el Gobierno sólo está preocupado por un supuesto atentado contra ellos. Hoy, en el diario El Universal, le leemos a María Lilibeth Da Corte: “Estamos activados todos los cuerpos de policía y todos los cuerpos de inteligencia, y se ha ordenado extremar las medidas de seguridad (…) con esos camaradas”. Así habla el ministro de Interior y Justicia, el general Reverol. Todos los policías, todo el aparato de seguridad, nada más que para proteger a Maduro y a Cabello de un supuesto atentado que, ayer ya lo comentábamos ampliamente, no tiene mayor asidero en la realidad, o al menos, hasta ahora, el Gobierno no ha presentado ninguna prueba que evidencie la supuesta conspiración magnicida.
Ya veremos con qué nos vienen mañana.