En los últimos días, los nuevos ministros y los nuevos diputados del oficialismo, se han dado a declarar sobre la más diversa variedad de temas en los medios y sobre todo en el twitter. Y han declarado cada cosa que uno realmente se pregunta: ¿Esto es en serio? ¿De verdad creen lo que están diciendo? ¿O todo esto no forma más que parte de una estrategia?
Uno de los que ha declarado es Ricardo Molina. El mismo que cuando estaba al frente del Ministerio de la Vivienda dijo que no quería escuálidos en el ministerio. El mismo que, recientemente, se quejó por el problema del desabastecimiento argumentando: “No puede ser que se adquieran cinco pares de zapatos al año”. Será que él adquiere cuatro, pero el resto de la población creo que no adquiere ni uno y desde hace ya varios años. Pues bien, Molina, ahora diputado, intervinó ayer en la Asamblea Nacional cuando se abordó el tema de la salud.
Hoy El Nacional destaca como gran titular de primera página la conclusión a la que llegó la Asamblea: “Crisis humanitaria en salud declaró la Asamblea Nacional. El acuerdo aprobado por la mayoría –porque los oficialistas no votaron- exhorta al Ejecutivo a garantizar el acceso a medicinas y publicar el boletín epidemiológico -sobre todo ahora en tiempos de Zika- y que se permita el envío de medicamentos desde otros países a Venezuela y dentro del territorio nacional sin fines comerciales y como medida humanitaria”. Esto lo ilustran con una fotografía tomada desde las tribunas del hemiciclo, donde vemos a un niño que, con un tapabocas, mira a cámara cuando al fondo se desarrolla la sesión. Esta fotografía lleva una curiosa leyenda: “Richard Medina, padre del niño que falleció por falta de un medicamento para el cáncer de pulmón, y John Pérez, cuya madre Carmen Quiñonez murió por complicaciones luego de una operación, contaron sus historias. El oficialismo manifestó que esos testimonios revelaban la necrofilia de la oposición”. Esa frase es, precisamente, de Ricardo Molina. En páginas interiores El Nacional le cita: “Lamento que hayan tenido que traer forzadas a estas personas para que se pararan ahí. Nosotros que trabajamos por la vida, hubiéramos traído a los 9 mil niños salvados por el Hospital Cardiológico… Esto revela la necrofilia de la oposición”.
Por su manera de argumentar –cifras frías contra testimonios personales-, uno deduce que al señor Molina poco le importan tanto las vidas de los nueve mil niños del Hospital Cardiológico (que pareciera fueron salvados por la mano mágica de Hugo Chávez), como las dos muertes que, dramáticamente, reseñaron estos dos parientes. ¿Por qué dice Molina que esas personas fueron llevadas allí forzadas? ¿Tiene alguna evidencia? En el fondo, su actitud, su cruel aritmética y sus palabras, evidencian que ni para él ni para sus compañeros de partido, de gobierno, importa lo que está realmente de fondo: la salud de los venezolanos. Por ello el chavismo no asume la salud como un problema; por ello el desabastecimiento tampoco es un problema, o la inflación o la inseguridad. El único problema para ellos es mantenerse a como dé lugar en el poder.
Cierro el comentario regresando a la primera página de El Nacional donde hay un trabajo interesante. Se ocupa de las cuentas que surgen una vez conocido el costo de la Canasta Básica. Un médico recién graduado, informan, sólo tiene acceso a 7,5% de la Canasta Básica. “El repunte inflacionario afecta más a los que ganan menos, pero con el último aumento los 56.550 bolívares que gana mensualmente un Mayor General de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana apenas cubre el 40,6% de la Canasta Básica.”
Solo me queda una pregunta, si, por ejemplo, un Profesor Titular a dedicación exclusiva en la UCV gana 36.812 bolívares y pasa las de Caín -y me viene a la memoria el caso de Hugo Quintana, el profesor que tiene que hacer de chofer para poder redondearse el sueldo y medianamente vivir-, ¿por qué, insisto, si el profesor tiene que rebuscarse el Mayor de la Fuerza Armada, no? ¿Por qué será que los 56.550 bolívares –que según lo leído gana el militar- le dan para vivir con holgura y comodidad, y no ocurre lo mismo con otros oficios y profesiones?
¿Por qué los números no son iguales para todos los venezolanos?
Pues, como decía mi abuela “La Filósofa”: Todos somos iguales, pero existimos otros que somos más iguales que los otros.