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  La primera vez que salieron las tanquetas no fue en aquel nefasto 4 de febrero del año 1992. Habían salido unos cuantos años antes. En ese momento el Presidente era Jaime Lusinchi, pero éste estaba en el exterior, así que ocupaba la Presidencia el Ministro del Interior, Simón Alberto Consalvi.

  Fue a Consalvi a quien le tocó lidiar esa noche –bautizada luego como “la noche de los tanques”- con los primeros insurrectos felones. Hoy Ramón Hernández, en El Nacional, la define “como la primera escaramuza del movimiento golpista que fracasó el 4 de febrero del año 1992”, y afirma: La firmeza con la que Consalvi se dirigió al jefe del complot, evitó que la travesura, como la definió un tiempo después, tuviera consecuencias.

  Consalvi era un maestro para resolver diferencias, sabía poner a cada quien en su sitio con amabilidad, maña, inteligencia y mucha decisión. Así como puso en su sitio al jefe de aquella “travesura” peligrosísima con tanquetas en la calle, pudo resolver tantos entuertos en la larga vida política, diplomática, periodística que le tocó por delante.

  Siendo militante de Acción Democrática,  asumió  responsabilidades de envergadura: fue Ministro del Interior, Presidente encargado, Canciller de la República, Embajador en varias delegaciones, sobre todo en Washington y en Naciones Unidas. Pero también fue un intelectual de valía, un intelectual, como decían en su época, de tronío, lúcido, agudo, siempre pertinente y un historiador muy destacado. Además, con un sentido del humor pues a prueba de lo que fuera. De hecho, ayer, en muchos de los tuits, me conmovió un detalle: llamaban al joven Consalvi, a pesar de sus 86 años, porque no hubo ninguna innovación que él no asumiese pronto. Por ejemplo, se volvió un fanático del Twitter y tuiteaba con profusión: “Vendo mis acciones en la Gaceta Oficial, recibo bolívares”. Algunos ya más agudos: “Aquí no hay condiciones para una campaña electoral”, en fin.

  Dice Ramón Hernández: “Consalvi fue un hombre en su tiempo y andaba acompasado con sus adelantos, cuando otros a su edad buscan una secretaria a quien dictarle, él  aprendió los secretos de la computación para escribir, investigar, escanear y hasta dibujar que siempre fue tan de su gusto”. Y concluye el cronista con una feroz frase de Consalvi: “los venezolanos hemos sido muy responsables con el país y las cosas siempre están peor de lo que imaginamos”.

  Toda la página editorial de hoy va dedicada a Simón Alberto. La mancheta: Fue el gran ejemplo de una generación especial y única. La caricatura de Zapata, nos muestra una lágrima inmensa que cae de un ojo: “Simón Alberto Consalvi fue un gran historiador, un gran escritor, un gran lector, y sobre todo un gran amigo mío”. Porque tenía ese don particular: era un gran amigo.

  Y el editorial de hoy es de Consalvi. Leamos entonces este que viene con el titulo: “La asfixia ciudadana, el clima político”:

  Desde el domingo en la noche el clima político se oscureció de tal manera que cuando los candidatos concurrieron ayer lunes a inscribir sus nombres, sobre el mapa del país se había extendido una sensación de zozobra difícil de controlar. El oficialismo mostró como nunca su prepotencia y el ventajismo ilimitado que ha puesto en práctica desde siempre, pero ayer lo extremó hasta el punto de sembrar dudas sobre el proceso.

  No solo no habrá moderación como era de suponerse o suponía la gente dadas las circunstancias. No. Lo que ayer vivimos fue todo lo contrario. El candidato oficial como un monarca absolutista. Luego de inscribir su nombre ante el Consejo Nacional Electoral, como si fuera amo del Estado y amo de la nación, y en tono autocrático, nombró su comando de campaña. El Presidente Encargado echó mano de ministros y altos funcionarios para integrarlo.

  De modo que ministerios y dependencias públicas estarán ya al servicio del candidato Maduro. Los recursos públicos puestos en el juego del oficialismo. Los funcionarios públicos como peones del ajedrez del Partido Socialista Unido de Venezuela. 20 gobernadores de estado como jefes de campaña en sus regiones, los presupuestos en la feria de los días de campaña. Una originalidad: el presidente de Pdvsa será el jefe de “movilización popular”. ¿Saben lo que significa? Pero esto no les es suficiente. El candidato oficial dispone de la más vasta y poderosa red de comunicación, reestructurada y repotenciada justamente con vista a la campaña. El desequilibrio y la inequidad son de tales magnitudes que uno debería esperar que semejantes abusos tengan efectos de bumeran. Pero no hay que ser optimistas en estas apreciaciones. No habrá manera de aspirar a que se cumpla la ley.

  Al extremar estos abusos, el oficialismo confiesa su desconfianza en su candidato y en sus promesas. De no ser así, jamás apelarían al avasallamiento de la opinión pública. No se ha entrado en la campaña propiamente dicha, y ya la vida en la zona metropolitana se hace asfixiante, desde el amanecer hasta que el sol se apaga, innumerables vehículos oficiales perturban la vida cotidiana con sus megáfonos bulliciosos. Y los mensajes trasmitidos no son de paz sino de represión. La ciudad y sus habitantes estarán condenados a la pesadilla de ruidos y miedo.

 Según el CNE, vendrán observadores de Unasur, o de la Comunidad Latinoamericana y del Caribe, o de la Alba. De poco han servido antes, la verdad sea dicha. De muy poco servirán ahora, porque probablemente han sido escogidos entre los fanáticos de la revolución bolivariana.
  Y porque, además, se les invita para que no hablen ni declaren, convidados de piedra. 

  Pensar que el oficialismo modere el uso y abuso de los recursos públicos o el avasallamiento que despliega a través de los medios del Estado, pagados por los ciudadanos, sería demasiado ingenuo. Pero al menos deberían contener su lenguaje de perdonavidas, de dueños del Estado y de la nación.

   Nos va hacer falta Simón Alberto, ¡y cómo!

 

 

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