El diario 2001 publica hoy un reportaje insólito. El llamado en primera página dice: “Comer de la basura es letalmente riesgoso. El individuo expuesto a las enfermedades es un vector de contagio”. El servicio de aseo urbano también es perjudicado. Afecciones gastrointestinales, escabiosis, hepatitis B, fiebre tifoidea y otras enfermedades pueden contraerse tras hurgar en los desperdicios y consumir los alimentos”.
Todo eso es cierto. La basura es, por definición, un desperdicio, algo que ya no sirve y usted bota, algo que debe ser descartado e incinerado. Además la basura se caractiza por la podredumbre y el hedor. Cuando usted insulta a una persona diciéndole basura, la está asociando con lo peor de lo peor. Y cuando alguien no tiene otra opción sino acudir a lo que ya otro desechó, es porque ese alguien está en la inopia, en el razante más bajo de la miseria. De allí que esta alerta que lanza el diario 2001 no haga mella alguna entre los que buscan desesperados en la basura. Si allí hurgan es porque ya no tienen nada y poco les pueden importar las consecuencias. Más importante es vivir, así se viva enfermo. Qué importan las infecciones gastrointestinales, la escabiosis, la hepatitis, las fiebres tifoideas, la sarna. Nada de eso importa. Lo único que importa es vivir. Y el reportaje se ilustra, por supuesto, con fotografías de personas hurgando en la basura. Hoy en día es fácil encontrar en cualquier esquina, en cualquier promontorio de basura, a gente hambrienta y desesperada buscando aquí y allá. A eso nos ha llevado este gobierno.
Esta semana comentamos la muerte por hambre del niño Junior González, en Maracaibo. Y no es un caso aislado. Este es el país del hambre. El país de la basura. Sin embargo, esto no perturba a nadie en el gobierno, según reseña hoy Elizabeth Fuentes, en Konzapata.com. Cita puntualmente a Diosdado Cabello, quien no se indigna por desgracias como esta sino por la serie El Comandante, que produce la televisión colombiana. O más que la penuria colectiva, lo que le preocupa es cómo resolver el pleito interno, a dentelladas, para ver quien se queda al mando una vez que salga Maduro. En El Universal le citan en su gran titular de primera página: “Cabello llama a la militancia del Psuv a la unidad. No dejar por fuera ninguna corriente”. Y si se llama a la unidad es porque no hay tal unidad.
Mientras, el gobierno arremete duramente contra la Asamblea Nacional. La portada de la Revista Zeta muestra a Nicolás Maduro con Gladys Gutiérrez, presidente del Tribunal Supremo de Justicia: “A paso de dictadura. En manos del TSJ el presupuesto del 2007”. El semanario Tal Cual: “El autoritarismo de Maduro llega al presupuesto. El plan de gastos del 2017 debe aprobarse en la Asamblea Nacional como dice la Carta Magna, pero el presidente quiere pasársela por el forro de la calculadora. Habrá consecuencias internacionales y de endeudamiento”. Es tal la arremetida contra la Asamblea Nacional que ayer no hubo quórum. Y usted tiene derecho a sospechar que si no hubo quórum eso no debe ser culpa del gobierno. Pero no, sí tiene culpa en el asunto. El Nacional informa de razones, penosas y hasta ridículas: “Falta de dinero obstaculiza el quórum en la Asamblea Nacional. El Parlamento no pudo sesionar ayer por tercera vez porque no llegaron los 84 diputados necesarios, faltaron dos. Desde hace dos meses no cobran sueldos ni viáticos y algunas aerolíneas no les venden pasajes por ser de oposición, según denunció Simón Calzadilla”. Versión Final, en Maracaibo, también lo destaca: “El gobierno rompe el quórum de la Asamblea Nacional negando los recursos. Los diputados que viven en el interior no pueden viajar a Caracas”. Usted, estimado lector, recordará que cuando la Cumbre de los No Alineados, en Margarita, se había previsto una sesión especial de la Asamblea Nacional. Pero Ramos Allup nos declaró que tuvieron que suspenderla porque les bloquearon todas las posibilidades de acceso, empezando por las líneas aéreas que no les quisieron vender boletos. Una actitud obviamente mezquina, evidentemente miserable. De esas que uno debería descartar y echar a la basura.
Es una pena que en estos tiempos los venezolanos tengamos que vivir impregnados, rodeados por este insoportable hedor de lo putrefacto, de lo despreciable.