La arrogancia y la prepotencia desaparecieron. Hoy El Nuevo País destaca, pertinentemente, que aquella prepotencia de los 10 millones de votos por el buche ya no existe más. Cita: “Sin triunfalismos Diosdado Cabello aseveró en Monagas que se debía evitar subestimar las fuerzas de la oposición y valorar cada voto.” Está como en las batallas más cruentas y difíciles de la Segunda Guerra Mundial. Stalingrado, por ejemplo, donde se peleó puerta por puerta, ventana por ventana. En semejante y peligroso apuro está complicado el chavismo.
Toda esta semana nuestros comentarios se han ocupado, dependiendo del espíritu de la noticia del día, de las angustias en el alto gobierno para poder al menos arañar una victoria electoral el 6 de diciembre.
Recordemos que el presidente Maduro, quien se ha sincerado en extremo en estos últimos días, reconoció que más nunca habría barril a 100 dólares. Y, más patético y dramático aún, reconoció también que la revolución la tiene difícil para las parlamentarias ya que no cuentan con Chávez: “La revolución está en un proceso de renovación profunda. Estamos un panorama difícil porque no contamos con la presencia de Chávez, él era el alma de la revolución. Tenemos una responsabilidad tremenda, no está Chávez y eso es lo más difícil.”
Sí, como para llorar sin parar reconocer que la ausencia del líder significa la muerte del movimiento político y de la revolución misma. Y si es así entonces la condena de eso que se ha conocido políticamente en las últimas décadas como chavismo, es hechura, exclusivamente, del propio chavismo. Aferrase a un muerto para garantizar vida no deja de ser un absurdo total. Pero en ello están.
Por supuesto, en medio de todo el presidente llama “a reconocer resultados electorales en las elecciones del 6 de diciembre”. Es una vieja cantaleta, en definitiva siempre la oposición ha aceptado los resultados, no así en el lado oficialista. O no se recuerda, por ejemplo, aquél referéndum del 2 de diciembre de 2007, cuando se echó para atrás la planteada reforma constitucional que incluía, entre otras, la reelección presidencial vitalicia. El pueblo votó en contra de la reelección presidencial y, sin embargo, allí la tenemos, gracias a las marramucias de todo tipo y a todo nivel de los altos jerarcas del régimen, y a su irrespeto absoluto de la voluntad popular.
A todas estas ayer habló la señora Tibisay Lucena. La cita en El Nacional es maravillosa: “¿Dónde está el fraude?”. Así, desparpajada se pregunta la señora Lucena. “Denunció que hay una realidad confeccionada para desprestigiar al organismo y respondió a las matrices con las que a su juicio intentan descalificar al árbitro.”
Señora Lucena, con el debido respeto, no es una campaña de última hora ni es una matriz de opinión sembrada malévolamente en su contra. Tantos años que tiene usted ahí, al frente del Consejo Nacional Electoral, ¿y no le ha dado por preguntarse si usted no tendrá algo de responsabilidad en semejante desprestigio? Un poquito de sinceridad y valor nunca están demás.
Ahora lo que nos falta es que el oficialismo al saber que perdió la Asamblea, por decreto instale una asamblea nacional paralela, como la que implemento “el mismo” al saber que perdió la Alcaldía mayor y la gobernación del estado miranda.