Trump emula a Ortega, Maduro y Putin

Publicado en El Pais

Por: Oscar Arias Sánchez

Una de las características de nuestro tiempo es que el populismo nodescarga (1)
es propio de un país, de una región o de un continente; tampoco de una ideología, pues se da en los partidos políticos tanto de izquierda como de derecha. El Populismo se ha convertido en un fenómeno universal: existe en Europa, en Asia, en América Latina y, a partir de ayer, también en los Estados Unidos

Triunfó en las elecciones el candidato que para mí representa la negación del político serio y responsable, aquel que le dice a la gente lo que debe saber y no lo que quiere oír, el que cree que el fin último de la política es educar a su pueblo.

Pienso que el electorado norteamericano eligió ayer al más ignorante, inculto y mentiroso de los candidatos presidenciales de los últimos tiempos. No ha existido en la arena política de los estados Unidos un aspirante a la Casa Blanca tan impulsivo, temperamental, racista, xenófobo, misógino y capaz de utilizar el poder político para hacer daño.

La peligrosa combinación de la personalidad de Donald Trump y el fuerte mandato recibido del pueblo norteamericano son una amenaza para la democracia.

Donald Trump es un hombre prepotente que basó su campaña apelando al miedo y al enojo de su pueblo. A partir de enero, recibirá las riendas del poder ejecutivo, obtuvo mayoría en el congreso y su partido tendrá muy pronto el control de la Corte Suprema de Justicia.

Este escenario no es muy diferente al poder que ostentan Vladimir Putin, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Solo nos queda esperar que la institucionalidad de los Estados Unidos, construida a lo largo de los últimos 240 años, sea más fuerte y prevalezca sobre cualquier intento de abuso de poder.

Afortunadamente para la humanidad muchas de las propuestas de Donald Trump no podrán convertirse en realidad. El presidente electo no podrá frenar la globalización construyendo muros físicos o metafóricos, ni podrá desconocer unilateralmente los compromisos internacionales, como cuando cuestionó el papel que hoy juega Estados Unidos dentro de la OTAN.

Son muchas las razones que explican el triunfo de Donald Trump y los analistas políticos se encargarán de analizarlas. Yo hoy solo quiero mencionar dos: el exacerbado machismo del pueblo norteamericano que le impidió votar por una candidata sumamente preparada y de gran experiencia en la vida pública; y el racismo reflejado en la incapacidad de reconocer la labor del primer presidente afroamericano, un hombre brillante, admirado en su país y en el resto del mundo.

Creo que si Donald Trump hubiese sido candidato a la presidencia en Francia, Alemania, el Reino Unido, Dinamarca, Suecia o Costa Rica, con suerte hubiese obtenido un diez por ciento de los votos. Los hombres y mujeres de la patria de Lincoln se merecen algo mucho mejor.

 

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