Publicado en: El Espectador
Por: Andrés Hoyos
María Moliner define peligro como: “Circunstancia de existir posibilidad, amenaza u ocasión de que ocurra una desgracia o un contratiempo”. La palabra no habla de certeza, sino de riesgo. La sensación que nos embarga a los colombianos es justamente la de que pasamos por una encrucijada que podría conducirnos de regreso al conflicto generalizado, no a la versión localizada de hoy. Urge debelar ese peligro.
Pese a que no han ganado la batalla, los extremistas de ambos lados están muy activos. Empecemos por el comunicado incendiario e irresponsable que el lunes dio a conocer Iván Márquez. Asegura este señor, ahora ilegal y en la clandestinidad, que entregar las armas fue un error de las Fars, pero se abstiene de aclarar a renglón seguido que sin ese “error” no habría habido proceso de paz. Ya veremos si una burrada como esta conduce a los antiguos guerrilleros de regreso a la guerra. Creo que será, si acaso, una minoría. Santrich, un segundo bocón, ha sido el florero de Llorente de la crisis actual. Por el camino las Farc han demostrado una colosal ineptitud política. En cuanto al Eln, su presencia y libre movilidad en Venezuela, cortesía del dictador Maduro, redundarán en más muertos en Colombia. Doloroso e indiscutible.
Por el lado contrario, están las declaraciones también incendiarias de Uribe y los furibistas. Aunque no han logrado que el presidente Duque tome las decisiones que ellos quiere, sí lo llevan a usar un tono indignado, salpicado aquí y allá de correcciones a los abusos. El personaje más peligroso de este cuadrante es el ministro Botero, al que Duque no parece dispuesto a meter en cintura. Según conocedores de estos temas, Botero fue el único miembro del gabinete nombrado directamente por Uribe.
Botero le venía dando vía libre al comandante del Ejército, el general Nicacio Martínez, y por conducto de The New York Times nos enteramos de que podrían volver los tiempos de los “falsos positivos”. Ningún colombiano sensato se opone a que las Fuerzas Armadas combatan a los grupos armados y a la delincuencia organizada, pero legalmente y con inteligencia, no abusando del poder. ¿Mucho pedir? Desde luego que no. Por lo demás, es alarmante que noticias sobre políticas del Ejército colombiano, que pueden tener efectos graves sobre los civiles, no aparezcan en la prensa nacional, sino extranjera.
Caso aparte es el del renunciado fiscal general Néstor Humberto Martínez (NHM), uno de los hombres que más cargos ha ocupado en el Estado colombiano. NHM había caído en un profundo desprestigio por el papel que jugó en el lío de Odebrecht, entre otras cosas, hasta el punto de que muchos opinábamos que debía dimitir. Pues bien, dimitió, y ahora es un peatón más. Ya no tiene poder. Vendrá otro fiscal. Hay quien tema que vaya a ser más gobiernista que NHM. Yo lo dudo. Ojalá sea una persona centrada y ecuánime, aparte de eficaz. ¿Mucho pedir? Desde luego que no.
El presidente Duque viene hablando con frecuencia de un gran acuerdo nacional. Bello ideal, sin duda, aunque imposible de alcanzar si las políticas del costado extremista del CD no se hacen a un lado. Por fortuna, no son ni Uribe ni los furibistas quienes tienen que descartarlas, sino el presidente Duque. ¿Tiene el hombre los pantalones necesario para ello? Ojalá los tuviera, pero no lo ha demostrado. De ahí el mayor peligro de los tiempos, cuando todo un país se halla en manos de un indeciso.
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