Salí de mi país el 24 de agosto del año 2015 en horas de la tarde. Con el corazón chiquitico me embarqué en un viaje llamado “estudios universitarios,” pero no pude empezar esa nueva historia sin prometerme volver, no a visitar, sino a vivir. Para eso, lo que hiciera afuera tenía que tener algún tipo de coherencia con lo que soñaba con hacer al regresar. Empecé estudiando Filosofía y al segundo año le agregué Relaciones Internacionales; y eventualmente decidí que mi papel en la próxima Venezuela sería colaborar con la reconstrucción social del país que queremos. Es decir, yo no sería de los economistas que busquen estabilizar la economía o de los políticos que busquen independizar los poderes nuevamente, sino de aquellos que con trabajo de calle se dedicarían a destruir los antivalores que nacieron de casi dos décadas de discursos de odio. Mi misión es volver y hacer lo posible porque las nuevas generaciones crezcan sobre los fundamentos de la honestidad, la ética, la aceptación de diferencias, la diversidad de pensamiento, y el respeto, los cuales veo intrínsecos en la filosofía.
Sin embargo, luego de casi dos años afuera, no había tenido la oportunidad de ver a otros que estuviesen en la misma posición que yo. La mayoría de los venezolanos—sino todos—de mi entorno no tienen en sus planes el regreso a casa, sea por las particularidades de sus carreras, o porque se fueron hace tiempo y ya su casa es otra. Así que sola en esta ciudad, me tocó ver mi Ávila de pared, contar las 7 estrellas de la bandera que duerme a mi lado, escuchar Calma Pueblo todas las mañanas, hacerme mis arepas algunas noches, seguir por Twitter cualquier suceso, y escribirle todos los días a mis amigos que aún están en Caracas, para no desligarme ni un poco. Empecé a temer que si volvía nadie me iba a querer recibir. No espero volver y tener una bienvenida celestial ni mucho menos, pero no quiero rechazo por las decisiones que me llevaron a irme temporalmente. Prometo que a veces pienso que nunca debí irme, pero creo que para reconstruir a Venezuela, se necesita la fuerza de adentro y el conocimiento de afuera. Estar acá me ha enseñado sobre otras cosas que quizá nunca hubiese aprendido allá: las conversaciones son otras porque acá las prioridades son otras. Pero definitivamente uno aprende a vivir dos vidas; la vida que se tiene con los amigos de acá que no son venezolanos, con los problemas de acá, que son válidos pero muy distintos a los de allá, y la vida que se tiene virtualmente con la realidad venezolana, y que se carga de pilas cada vez que uno va y visita. Esto es bueno porque te permite conocer otras cosas, pero también causa un sentido de desorientación nauseabundo. Hay días que me despierto y no me provoca hacer alguna tarea que me corresponda porque siento que no tiene ningún impacto directo sobre Venezuela y su futuro. Pero otros días me levanto y voy a una conferencia que se llama Plan País.
Por eso me siento a escribir hoy. Porque vengo de dos días de bulla venezolana y estoy ahora regresando a un silencio que aturde. Porque no sabía que podía conseguir mi país desde afuera, porque no sabía que me podía sentir en casa sin aterrizar en Maiquetía. Decidí participar en la conferencia porque mi mejor amiga fue una de las organizadoras, y porque tenía alguna idea de lo que era. Sin embargo, como muchas cosas en mi vida, asimilé a donde estaba yendo cuando me senté en el avión el jueves en la noche. Plan País es una conferencia que se llevó a cabo este año por séptima vez, que busca que los venezolanos del exterior se reúnan para debatir con profesionales venezolanos sobre ciertos temas, para visualizar un plan de país que pueda volverse realidad en la futura Venezuela. Discutimos sobre economía, educación, instituciones e historia, emprendimiento, inseguridad, bienestar del pueblo, periodismo y libertad de expresión, e incluso sobre la equidad de género. Todo esto nos permitió hablar sobre la situación actual del país y conocer a otros que también ven su estadía en el extranjero como temporal. Así como aprender de quienes ya son grandes y formar lazos con quienes pueden ser tus compañeros de trabajo en el futuro próximo. Plan País es, entonces, esperanza hecha realidad.
Fueron dos días que me llenaron de una energía efervescente. Me vi reflejada en tantos otros que te dicen qué estudian, qué hacen, y siempre cierran con “pero es otra cosa, Venezuela es otra cosa.” Tuvimos los famosos VeneChats, que siguen el formato de TEDtalks, donde personas como Astrid García y Javier Hernández contaron sus experiencias con Embajadores Comunitarios, y sobre cómo muchos muchachos salen de la Vega y Petare y terminan teniendo experiencias internacionales, que no sólo les cambian la vida a ellos sino también a sus familiares. Hablamos sobre la Asociación Venezolano Americana de Amistad y cómo Astrid ahora participa en el Banco Interamericano de Desarrollo gracias a ella, sobre nuevos emprendimientos para generar cambio en Venezuela como Comparte por una Vida, Defiende Venezuela, y AcciónXCausa. Aprendimos que desde afuera no sólo se puede hacer mucho, sino que ya se hace mucho.
Tuvimos paneles de discusión con personalidades como Ricardo Hausmann, Miguel Ángel Santos, César Miguel Rondón, Dunia de Barnola, Juan Carlos Navarro, Rosanna Cariello, Rocío San Miguel, Ramón Espinasa, el Padre Arturo Peraza, Italo Pizzolante, Claudia Piras, Asdrúbal Aguiar, e Inés Quintero, donde hablamos sobre la democracia y el deterioro institucional. Cada uno de ellos tuvo la oportunidad de dejarnos alguna enseñanza o herramienta que podemos usar en el futuro y en el presente para ayudar al país.
Asdrúbal nos dijo que la democracia es una obra de teatro y que los países democráticos son los actores de la obra, por lo que es importante que tengan un diálogo concordante, resaltando la importancia de la atención que le da la comunidad internacional a Venezuela. Inés nos dijo que Venezuela sí ha vivido momentos terribles en el pasado que hemos sabido superar, y que éste es uno más de esos terribles momentos. También nos dijo que el poder debe estar al servicio de la historia, y no la historia al servicio del poder. Ricardo Hausmann nos explicó su teoría del Scrabble y el desarrollo económico, y cómo los países que crecen lo hacen no porque tengan muchas letras sino porque tienen letras muy diversas. Nos dijo que hay que buscar una manera de poder ser venezolanos, sin tener que abandonar el resto de nuestras identidades, y que la diversidad hay que celebrarla. Italo Pizzolante nos hizo reflexionar sobre la posición que debe tener el sector privado en esa Venezuela del futuro, y cómo a varias empresas les tocará hacer el trabajo de otros hasta que todos estén preparados para trabajar, porque el interés general debe estar sobre el interés individual.
Plan País busca activar la diáspora venezolana. La idea es que estemos listos para volver y hacer país juntos una vez que iniciemos el camino de reconstrucción. Pero muchos llegamos desesperanzados porque lo único que habíamos escuchado en las últimas semanas eran malas noticias. Nos hablaron, entonces, de otras diásporas del pasado que ayudaron a que sus países salieran adelante, como lo es el caso de la diáspora de Albania, que regresa a su país luego de años de migración, y los reciben sin problemas, iniciando así un proceso de crecimiento que sigue trayendo muchos frutos.
Toda esta experiencia fue importante para mí porque fue como un gran abrazo colectivo. Estoy a mitad de mi carrera, llevo dos años fuera de mi casa, y si bien a veces siento que tengo un pie en Venezuela y otro aquí, es sólo un disfraz psicológico que me ayuda a aceptar mi realidad, porque ciertamente tengo mi cuerpo aquí, pero mi alma y mi corazón siguen y nunca se han ido de Venezuela. Estos dos días me dijeron que sí se puede, que no estoy loca diciendo que voy a volver, que sí vamos a volver. Y que me duele Venezuela, y me duele desde donde esté, pero que no estoy sola en ese dolor.
Italo Pizzolante cerró su participación diciendo algo que siento que todos en ese auditorio necesitábamos oír: “hay quienes se van sin irse, hay quienes se quedan sin estar; quienes estamos nunca nos vamos no importa donde estemos porque sabemos que lo importante es estar.”
Salí de Venezuela el 24 de agosto del 2015 a horas de la tarde, y hoy desde lejos la veo sufrir y la frustración me da un sabor incómodo y desagradable en todo el cuerpo y me nubla la mente. Pero gracias a Plan País, sé que no soy la única, y sé que si el futuro de Venezuela cuenta con algunos de los que estábamos en ese auditorio durante dos días, será suficiente para que pueda ser la Venezuela que queremos y merecemos. A los de adentro, fuerza; a los de afuera, disciplina y trabajo. Sí podremos porque estamos y siempre estaremos, y lo importante es estar.
María Antonieta Rondón
02/04/2017